domingo, 29 de abril de 2012

ALOCUCIÓN DEL PAPA BENEDICTO XVI PARA EL REGINA COELI 4º DOMINGO DE PASCUA.





Ecclesia Digital.


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Escrito por Redactora   
domingo, 29 de abril de 2012
Acaba de terminar, en la Basílica de San Pedro, la celebración eucarística en la que he ordenado a nueve presbíteros de la Diócesis de Roma. ¡Rindamos gracias a Dios por este don, signo de su amor fiel y providente para la Iglesia! 
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Estrechémonos espiritualmente a estos sacerdotes novelos y oremos para que acojan plenamente la gracia del Sacramento que los ha conformado a Jesús Sacerdote y Pastor. Oremos para que todos los jóvenes estén atentos a la voz de Dios que interiormente habla a su corazón y los llama a desapegarse de todo para servirlo a Él.
Con este objetivo está dedicada la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones que hoy celebramos. En efecto, el Señor llama siempre, pero tantas veces nosotros no lo escuchamos. Somos distraídos por muchas cosas, por otras voces más superficiales; y además tenemos miedo de escuchar la voz del Señor, porque pensamos que pueda quitarnos nuestra libertad.

En realidad, cada uno de nosotros es fruto del amor: ciertamente, el amor de los padres, pero, más profundamente, el amor de Dios. Dice la Biblia ¿Se olvida una madre de su criatura? ¡Pero aunque ella se olvide, yo no te olvidaré! (cfr Is 49,15). En el momento en el que me doy cuenta de esto, mi vida cambia: se convierte en respuesta a este amor, más grande que cualquier otro, y así se realiza plenamente mi libertad.

Los jóvenes que hoy consagro sacerdotes no son diferentes de los demás jóvenes, sino que han sido tocados profundamente por la belleza del amor de Dios, y no han podido evitar de responder con toda su vida. ¿Cómo han encontrado el amor de Dios? Lo han encontrado en Jesucristo: en su Evangelio, en la Eucaristía y en la comunidad de la Iglesia. En la Iglesia se descubre que la vida de cada hombre es una historia de amor. Nos lo muestra claramente la Sagrada Escritura, y nos lo confirma el testimonio de los santos. Es ejemplar la expresión de san Agustín, que en sus Confesiones se dirige a Dios diciendo: “¡Tarde te amé, Oh Belleza siempre antigua, siempre nueva! ¡Tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí y yo afuera… Tú estabas conmigo mas yo no lo estaba contigo… Me llamaste y clamaste y quebrantaste mi sordera” (Confesiones, Capítulo 10. 27.38). 

Queridos amigos, oremos por la Iglesia, por cada comunidad local para que sea como un jardín irrigado en el que puedan germinar y madurar todas las semillas de vocación que Dios esparce en abundancia. Oremos para que por doquier se cultive este jardín, en el gozo de sentirse todos llamados, en la variedad de los dones. En particular, que las familias sean el primer ambiente en el que se “respira” el amor de Dios, que da fuerza interior también entre las dificultades y las pruebas de la vida. Quien vive en familia la experiencia del amor de Dios, recibe un don inestimable que lleva fruto a su tiempo. Nos obtenga todo esto la Bienaventurada Virgen María, modelo de acogida libre y obediente a la divina llamada, Madre de cada vocación en la Iglesia. 

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