Sed
valientes. Hoy más que nunca estamos obligados a serlo porque nuestras
creencias más insondables, nuestros valores están en seria duda, en grave
peligro.
Como
dice el título de este post: “Sí, hoy más que nunca, tenemos que ser valientes”.
Cuánto
más tiempo pasa, cuando ya llevamos camino recorrido y este blog se ha
consolidado como un vehículo defensor y difusor de nuestra fe, nuestras
creencias, de la Santa Madre Iglesia, porque es profundamente eclesial y sigue
al detalle los dictámenes que emanan del Santo Padre Benedicto XVI, me voy
dando cuenta que éste y las opiniones que pueda verter en el mismo pueden, sin
tener esa pretensión, soliviantar a algunos que no tienen la misma opinión.
Esto
no es nuevo porque me ha sucedido en repetidas ocasiones y de ahí que he
sufrido en propias carnes graves y grandes persecuciones de ciertos estamentos
y personas relativas a los mismos. ¡Bueno, este es el precio que hay que pagar
por ser coherente con uno mismo!
Sed
Valientes, no es una expresión concreta en
un momento determinado, por más que alguno defienda esa visión particular,
sed valientes es una exhortación a nuestras propias conciencias para que
veamos, con absoluta claridad, como estamos actuando, que es lo que se espera
de nosotros. Es una llamada hecha para que cada uno de nosotros, los que estamos
instalados en nuestras casas o en nuestros palcos viendo pasar la vida desde la
comodidad que me da el no vivir en continua persecución simplemente por
defender tu fe o tener opinión propia.
Las
cosas desde aquí se ven muy fáciles. Basta con ejercer nuestro apostolado sin
grandes complicaciones aunque en este mundo “desarrollado” la persecución
también existe porque quieren recluirnos a los cristianos y más concretamente a
los católicos a la esfera de la privacidad quitando todo sentido a la evangelización
que estamos obligados a realizar. El mirar para otro lado, el no implicarte en
defender tus creencias, a la Madre Iglesia en este contexto por temor a perder
no se qué “estatus” o “prebendas” es propio de cristianos vergonzantes o lo que
es lo mismo; cristianos vergonzosos. Un ejemplo: Europa, en su Constitución, ha
eliminado todo vestigio de sus raíces cristianas que fundamentaron su creación
como tal y lo hemos permitido.
Esta
invitación o exhortación no está hecha para los cristianos que viven en Lahore
(Paquistán), Cuba, Etiopía, Egipto, Irak, China o cualquier otro país o pueblo
donde ser discípulo de Cristo se paga con la misma vida. Estos son un ejemplo
de valentía sin necesidad de grandes aspavientos. Solo el levantarse todos los
días y vivir desde la coherencia más profunda la fe ya nos están dando un valor
ejemplarizante y una línea de actuación para ser y vivir nuestras creencias.
Creo
que estamos obligados a conocer la realidad, no la que vemos asomados a la
ventana de nuestra propia comodidad. No, debemos ser conscientes de lo que está
pasando y le está pasando a muchos hermanos nuestros. No podemos vivir
ensoberbecidos en nuestros propios criterios sin querer mirar otros horizontes,
no podemos levantar el dedo acusador contra nadie diciendo lo que nos venga en
gana, de lo que se nos pueda ocurrir en esos momentos de “lucidez” que lo
enturbian todo y decir, sin salir del ámbito geográfico en los que residimos,
que todos los esfuerzos van para nobles cometidos. No dudo que así sea, pero
para que esta invitación a ser valientes no se quede en esa expresión de un momento concreto y sin
ningún tipo de finalidad tenemos que saber, conocer, aprender, investigar y
salir de nuestros agujeros para ver, con nuestros propios ojos, la verdadera
dimensión de la realidad que nos rodea a todos los que profesamos una misma fe,
unas mismas creencias así como a todos los que por razón de su forma de pensar
o de opinar y de actuar son, cuando menos, humillados, vilipendiados y puestos
al escarnio público y en otros países donde no conocen el significado del
respeto a los demás el solo hecho de emitir juicios propios es igual a prisión
e incluso muerte.
Sin
lugar a dudas estamos obligados a ser valientes, estamos obligados a tener
conocimiento de causa para defender en todos los ámbitos que seamos requeridos
nuestra fe, nuestras creencias o nuestros pensamientos, por más que le molesten
y le duelan a unos cuantos que a estas alturas no ven más allá que una miope
visión de “su” limitado y oscuro horizonte.
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