jueves, 28 de febrero de 2019

* UNA PEREGRINACIÓN TAN LLENA DE ILUSIÓN



Y la programada Peregrinación a Villaluenga del Rosario programada por la Hermandad de la Redención Salesiana de Jerez de la Frontera se hizo realidad en este jueves 28 de febrero que poco a poco se acaba...

Peregrinación que rima con Ilusión que es en verdad lo que existía en el aire hace mucho tiempo y que hoy se ha visto constatado con hechos, palabras, momentos...

Ilusión de una Hermandad, a partir de hoy muy mía también, que bordó en oro cada instante, Ilusión la de todo un Pueblo como es Villaluenga del Rosario que recibía a brazos abiertos a ese centenar largo de peregrinos venidos desde Jerez de la Frontera, Ilusión la de nuestro alcalde, Alfonso Carlos Moscoso que estuvo ahí en todo momento, Ilusión la del Padre Sergio Moreno, Párroco de Villaluenga que se entregó y  nos entregó una Eucaristía emotiva y llena de hondura espiritual rematado con el canto del himno a la Virgen del Rosario a viva voz que llegó a congelar las emociones en un instante, Ilusión la de los peregrinos que rezumaban Ilusión e Ilusión de una mujer que es jerezana de nacimiento y payoya de sangre como es Ana María Gutiérrez que ha sido el alma máter de una Peregrinación tan llena de Ilusión...

Llegaban sobre las once de la mañana y se dirigían hacia la Iglesia de San Miguel Arcángel donde a las doce del mediodía se celebraría Solemne Eucaristía celebrada por el Padre Sergio Moreno y concelebrada por el Padre D. Mario Pardos, salesiano y consiliario de la esta cofradía del Jueves Santo jerezano. Un Templo que presentaba el aspecto de los grandes días, un Templo abarrotado de fieles, un Templo reluciente en todos los sentidos.

Antes de finalizar la Santa Misa se realizó una ofrenda por parte de la Hermandad a la Santísima Virgen del Rosario, Patrona, Madre y Reina de Villaluenga, así como se hizo entrega de un cuadro que testimoniaba la gratitud de la Redención Salesiana al Pueblo en la persona de su alcalde, Alfonso Carlos Moscoso González.

Terminó este acto religioso con la Foto de Familia a las puertas de la Iglesia con la presencia de los peregrinos, el Padre Sergio Moreno, el alcalde, Alfonso Carlos Moscoso y el hermano mayor, Agustín Llamas. A la Eucaristía asistieron también feligreses de Villaluenga así como representantes de la Hermandad de la Virgen del Rosario y del Hermano Mayor de Jesús Nazareno, Antonio Benítez Román.

Posteriormente los peregrinos se dirigieron al Museo del Queso donde disfrutaron de una cata para terminar en la Caseta Municipal donde hicieron un almuerzo-convivencia.

La tarde discurría en varias vertientes: Visita al Centro de Interpretación de la Literatura, visita a la Ermita del Calvario, pasear por el Pueblo o sentarse tranquilamente en la Alameda y descansar un poco.

En la Ermita del Calvario, cuya visita fue dirigida por el Padre Sergio Moreno, Párroco de Villaluenga del Rosario, en cuyo interior se ofreció el rezo del Ángelus ante el inmenso silencio y esa plácida Paz de encontrarse a las faldas del Caíllo donde este coqueto lugar se ve envuelto ante la majestuosidad del paraje natural que lo rodea.

Esta Peregrinación terminó sobre las seis de la tarde cuando los peregrinos se volvieron a subir a los autobuses donde ponían rumbo a Jerez de la Frontera después de un intenso día lleno de emociones, vivencias, de conocer en profundidad un pequeño-gran Pueblo como es Villaluenga del Rosario.

A título personal, debo decir, que ha supuesto un privilegio y un honor el poder acompañaros en gran parte de esta visita a este bendito Pueblo. Ha sido un inmenso placer el volver a disfrutar de la compañía de Agustín, Ángel, Rafa, Jesús, Domingo así como todos y cada uno de los peregrinos de esta muy querida Hermandad de la Redención Salesiana de Jerez de la Frontera. Ha sido un auténtico placer compartir tanto con mi querida y buena amiga Ana María Gutiérrez Rodríguez  que se desvive por todo y por todos en todos los sentidos.

Sí, termina este jueves 28 de febrero, Día de Andalucía, donde en Villaluenga del Rosario hemos disfrutado con una Peregrinación como la que ha realizado mi querida Hermandad de la Redención Salesiana de Jerez de la Frontera que de principio a fin se ha palpado lo que es la verdadera Ilusión.

Jesús Rodríguez Arias 




RAFA SERNA: NO PASÓ NADA DE NADA

YA SE ANUNCIA LA SEMANA SANTA DE VILLALUENGA


DÍAS PARA DISFRUTAR DE VILLALUENGA


LA CUMBRE; POR PEDRO LUIS LLERA VÁZQUEZ













InfoCatólica


LA CUMBRE


Este artículo se publicó en Marchando Religión bajo el título La cumbre sobre los abusos sexuales.

Se ha celebrado ya la cumbre sobre los abusos sexuales en el Vaticano: mucho ruido y pocas nueces. ¿Servirá para algo? Lo dudo.
Al final, el encuentro se centró en el tema de los abusos a menores por parte de clérigos. Pero ese asunto, con ser extremadamente grave, no es la raíz del problema.
El verdadero problema es la falta de temor de Dios. El Modernismo, que infecta hoy en día una buena parte de la Iglesia, no cree en Dios. Y si no cree en Dios, desprecia los Mandamientos. Hace ya muchos años que se viene diciendo que los pecados contra el Sexto Mandamiento no son pecados. Se ha oído muchas veces que hay una obsesión por parte de los sectores más tradicionales de la Iglesia con los pecados de bragueta y poca sensibilidad con los pecados sociales. Por eso, la Iglesia Modernista insiste en la fraternidad, en la solidaridad, en el “vamos a cambiar el mundo” y en pelagianadas varias que convierten la Iglesia en una ONG filantrópica, muy próxima a los postulados masónicos que se difunden y se imponen desde organismos internacionales, como la ONU y sus agencias; o como la Unión Europea.
Los masones están contentísimos y hacen declaraciones públicas aplaudiendo a esta nueva iglesia. Y lo hacen, porque esa “nueva iglesia de no sé qué nuevo paradigma” ya no es la verdadera Iglesia, sino que se acerca a pasos agigantados hacia esa religión universal del Gran Arquitecto que ellos llevan siglos planeando. Porque ellos quieren acabar con la verdadera Iglesia de Cristo y con la cultura cristiana para imponer su ideología satánica que pasa por la anticoncepción, por el aborto, por la eutanasia, por la destrucción de la familia cristiana, por una educación adoctrinadora y depravada que acabe con la inocencia y la pureza de los niños. Esa falsa iglesia apóstata desprecia a la Santísima Virgen, negando su propia virginidad y su condición de Madre de Dios. Esa falsa iglesia promueve las comuniones sacrílegas de quienes viven públicamente en pecado mortal o de quienes no profesan la fe de la Iglesia Católica. Esa falsa iglesia modernista desprecia los dogmas, los sacramentos, el credo… Esa pseudo-iglesia neoparadigmática es el compendio de todas las herejías: es una iglesia arriana, que niega la divinidad de Cristo; es una iglesia pelagiana, que desprecia la doctrina católica de la gracia y se cree que puede cambiar el mundo y acabar con el pecado sin ninguna necesidad de Cristo; esa iglesia es puramente inmanentista y nada sabe ni nada predica sobre la vida eterna; esa iglesia niega la existencia del Infierno y la condenación de las almas que mueren en pecado mortal. Esa iglesia, en definitiva, no es la Iglesia Católica, no es la Iglesia de mis padres, no es la Iglesia de San Agustín, de Santo Tomás o de San Francisco de Asís; no es la Iglesia de los Doctores de la Iglesia; no es la Iglesia de los Padres de la Iglesia.
El gran problema de la Iglesia Modernista es el desprecio a la Santa Doctrina de la Iglesia, es la falta de la fe auténtica en Cristo, Nuestro Señor, y en la Santísima Trinidad. El problema de la Iglesia Modernista es que, en nombre de la praxis pastoral, se hace lo contrario de lo que nos enseña la Doctrina. El problema de la Iglesia del Nuevo Paradigma es que se pisotea la liturgia y se desacraliza lo más sagrado: la presencia real del Señor en el Santísimo Sacramento. El problema de esa falsa iglesia es que considera que cumplir los mandamientos es algo ideal e imposible de cumplir, porque no creen en la gracia de Dios, que es la que nos permite vivir en santidad, conforme a los mandamientos y a la Voluntad de Dios. El gran problema es que no se respeta el Sexto Mandamiento y que hay sacerdotes y religiosos (demasiados) que deberían vivir en castidad en virtud de sus votos y, en cambio, llevan vidas depravadas; y en lugar de vivir en pureza, mantienen relaciones sexuales homosexuales o heterosexuales. Son fariseos que dicen una cosa y practican la contraria. Los mandamientos no están derogados. Cristo no vino a abolir los Mandamientos, sino a llevarlos a plenitud. Los verdaderos fariseos son los que prometen castidad y viven en pecado mortal. Y lo que es aún peor: viven en pecado mortal y se atreven a celebrar los sacramentos.
Los abusos sexuales a menores son la punta del iceberg: la forma más pecaminosa y perversa de un mal mucho mayor, que es el de vivir en fornicación e impureza. El Sexto Mandamiento sirve igual para clérigos que para seglares, pero los religiosos y los sacerdotes tienen una obligación por sus votos o promesas de castidad que hace que su pecado sea aún más pernicioso y más repugnante.
La solución a los problemas de la Iglesia pasa por el arrepentimiento y la penitencia; pasa por la conversión del corazón. Pasa por creer la fe de la Iglesia y vivir en santidad. Y pasa por echar de la Iglesia a los apóstatas, a los herejes y a los pervertidos que no se arrepientan y no se conviertan con una vida de oración y penitencia. El tiempo de Cuaresma es un tiempo de gracia que propicia esa conversión tan necesaria. “Francisco, reconstruye mi Iglesia”, le dice el Señor a San Francisco. Esa frase debería resonar hoy en el corazón de la Iglesia. Esa es la gran tarea que tenemos por delante: “¿No ves que amenaza ruina?”.

ARZOBISPO CRECO CATÓLICO UCRANIANO VISITA A BENEDICTO XVI, QUIEN LE ASEGURA QUE ORA CONSTANTEMENTE POR UCRANIA

InfoCatólica


Arzobispo Greco Católico Ucraniano visita a Benedicto XVI, quien le asegura que ora constantemente por Ucrania
El Papa emérito también se mostró interesado por el crecimiento y la vida de la Iglesia Greco Católica Ucraniana tanto en Ucrania como en el mundo y recordó la figura del Cardenal Lubomyr Husar, quien dirigió esa Iglesia cuando fue suprimida por el régimen soviético y se le confiscaron todas sus propiedades.
(Gaudium Press) El Papa emérito Benedicto XVI recibió hace dos días la visita del Arzobispo Mayor de la Iglesia Greco Católica Ucraniana, Mons. Sviatoslav Shevchuk, en su departamento en el monasterio Mater Ecclesiae del Vaticano. El prelado aprovechó la oportunidad para actualizar al Pontífice emérito sobre la Iglesia en Ucrania y regalarle una copia de su nuevo libro titulado «Dime la Verdad».
Según refirió el Arzobispo Mayor, Benedicto XVI quiso conversar de inmediato sobre el conflicto en Ucrania, que calificó como «una gran tragedia» para Europa y le aseguró que diariamente ora por la paz en el país. De igual manera le indicó la necesidad de hacer todo tipo de esfuerzos para prevenir una guerra. Mons. Shevchuk, al reportar sobre este diálogo, afirmó que Ucrania es «la puerta oriental de Europa» y que el país debe contener las agresiones de forma que otros países europeos no pasen a ser víctimas de los ataques.
El Papa emérito también se mostró interesado por el crecimiento y la vida de la Iglesia Greco Católica Ucraniana tanto en Ucrania como en el mundo y recordó la figura del Cardenal Lubomyr Husar, quien dirigió esa Iglesia cuando fue suprimida por el régimen soviético y se le confiscaron todas sus propiedades. Benedicto XVI llamó al Cardenal «un hombre de gran sabiduría».
El Arzobispo Mayor obsequió al Pontífice emérito una copia del libro «Dime la Verdad» y recibió a su vez una medalla conmemorativa de su pontificado. Durante la conversación, el Papa emérito insistió en su oración por la paz y reafirmó que continuaría «acompañando al pueblo ucraniano con sus oraciones».

6 APPS QUE TE AYUDARÁN EN TU VIDA CRISTIANA



Hoy en día es común tener una vida ajetreada y llena de actividades. Para algunos es hasta difícil llegar a Misa o cumplir con el horario de oración que se propuso como meta personal.
¿Sabes que tu teléfono podría ayudarte?
Aquí tienes una breve lista de aplicaciones o apps que te darán una mano:

Laudate:

Es considerada como la aplicación más completa para rezar desde tu dispositivo móvil. En ella se puede encontrar las lecturas de la Misa del día, la Liturgia de las horas, Vía Crucis, etc.
Está disponible para Android y Apple.

Click to Pray:

Esta es la aplicación más novedosa, recibió un nuevo impulso antes de la Jornada Mundial de la Juventud 2019 Panamá. Gracias a esta aplicación podemos conocer las intenciones de oración del Papa y acompañarlo con nuestras plegarias.
Está disponible para Android y Apple. Además, tiene un sitio web.

IBreviary:

Esta aplicación se dedica a ofrecer la Liturgia de las Horas para podar orar con el resto de la Iglesia. Además ofrece, lecturas, oraciones diarias y el Misal completo.
Está disponible para Android y Apple.

Rezando Voy:

Quizás necesitas una guía más fresca para poder rezar, sin mencionar que gracias a esta aplicación uno puede sentirse en comunidad. Contiene lecturas diarias, cánticos, reflexiones y preguntas para ayudarnos a profundizar en nuestra oración.
Está disponible para Android Apple.

Compendios del Catecismo:

Si estás interesado en las bases de tu fe y quieres tenerlas a la mano para poder responder preguntas con respecto a la Iglesia, estos son tus aplicativos. Con ellos podrás tener de forma resumida y de manera ligera los artículos del Catecismo de la Iglesia Católica.
Está disponible para Android y Apple.

Mass Times:

¿Apurado para llegar a Misa? ¿Crees que no podrás llegar a tu parroquia? ¿Necesitas encontrar una iglesia cercana para no perderte de tu alimento espiritual? Esta aplicación podrá ayudarte a encontrar la iglesia más cercana, sus horarios de confesión y de Misa, en todo el mundo.
Está disponible para Android y Apple.
¿Conoces alguna más que podría ayudar a los demás en su vida espiritual? Compártela en los comentarios.

MI RAFA SERNA; POR ANTONIO BURGOS













ABC.es

Hoy le pongo a Andalucía el nombre de Rafa Serna. ¿Será por verde y blanco? Verde de óle, óle, óle Betis olé de su himno del centenario del Glorioso. Verde de la cera del último tramo de cirios de su Hermandad de la Macarena, donde más que a la Virgen de la Esperanza, le rezaba, ¿qué digo le rezaba?, le hablaba a su Señor de la Sentencia. Verde de su Rocío de Sevilla, de coro y tamboril, de antiguas salidas tras misa de alba en las que su suegro, Pepín Lirola, llevaba con su chaquetilla corta impolutamente blanca la dorada vara de hermano mayor. Verde de la humedad del invierno en los muros de su Costanilla. Verde de la sombra de los pinos del camino de chumberas y lirios peregrinos de ese mismo Rocío bajo los que transcurría la historia de amor de su primer gran éxito como compositor, cuando María del Monte vendió más de 1.200.000 copias de su "Cántame". Verde de los ojos verdes de su canción eterna, "Se te nota en la mirada".

Se le notaba en la mirada a Rafa Serna, cada vez que nos veíamos, que no nos encontrábamos nosotros, sino que éramos continuadores de una antiquísima amistad de cuatro familias de comerciantes sevillanos, de la Alcaicería, de la calle Lineros, del Salvador, de la Avenida: los Mesa, los Lirola, los Bono y los Burgos. Nos unía un pasado de sastrerías y zapaterías. La familia materna de Rafa vendía zapatos en las Tres B, que eran en realidad las dos B de Betis Balompié, a las que el gancho comercial había ampliado a las de Bueno, Bonito y Barato. La familia política de Rafa, la de Pepe Mesa, el abuelo de Magdalena Lirola Mesa, vendía ropa hecha en la Alcaicería, y eran de Pasión. Y, ay, sevillistas, cosas del destino: allí, en la Alcaicería, no pudo poner Rafa, al casarse con Magdalena, la B de su óle, óle, Betis olé.

Por eso con Rafa a mí se me ha muerto parte de mi pasado familiar de mostrador, calzador y Zafarrancho Vilima; de capotes de agua colgados en la Alcaicería; de los zapatos de aquel rinconcito de las columnas de los soportales del Salvador. Y sé, porque me obsequió con el regalo inmenso de su amistad y de su confianza, que ya está en las marismas azules del cielo, como los buenos rocieros, el que en el centenario de la coronación de la Patrona de Almonte dio en la ermita ese pregón y escribió música y letra de esa Cantata de las Marismas única que a tantos hizo llorar. Como nos hace llorar ahora saber que Rafa era tan gloriosamente bético que ha convertido en verdes, en verdes campos del Edén, esas marismas azules del cielo donde llevan los caminos desde El Salvador. No "me pongo mi sombrero": me lo quito ante ti, Rafa.

Me hizo su cirineo literario cuando estaba escribiendo su irrepetible pregón, que no sabíamos entonces que lo iba a dar cuando acababa de saber que ya tenía papeleta de sitio con La Canina. ¡Así le habló a su Señor de la Sentencia aquella mañana del pregón! Era como un anticipo a cuenta de las cosas que ahora le estará diciendo cara a cara, en un cielo de plumas de los viejos armaos que hicieron también el recorrido definitivo, a los sones de "Abelardo", en una tarde de Jueves Santo ya eterna. Rafa se daba tan poco importancia en la magnitud de su arte, que como un novillero sin caballos, como su hijo Rafita entonces, se me abría de capa en cada folio nuevo del pregón que iba escribiendo. Raro era el día que no me llamaba:

-- A ver, Antonio, qué te parece esto.

Y me leía un emocionante poema de su pregón. Le decía:

-- Ahí te interrumpen con aplausos lo menos dos veces.

Hasta en un autobús turístico colorado de dos pisos, en un puente de Tosantos con mis nietos en Londres, junto a la noria del Támesis, he escuchado en mi teléfono la voz ilusionada de Rafa que me llamaba para leerme los últimos versos que para el pregón había escrito aquella noche. Siempre con una sonrisa. Siempre con una entrega a los demás. Siempre con un pellizco de gracia, de arte, de inspiración. Siempre con toda Sevilla en su alma. Hizo realidad todos sus sueños de artista, no sin lucha, no sin amarguras. Su colega de pregón Alberto García Reyes lo ha dicho mejor que yo: "Monumento de sevillanía". Y como estamos en el día que estamos, como se nos ha ido para siempre a las marismas azules el poeta, el músico, el pregonero, el amigo, no sé si se me nota en la mirada llena de tristeza que hoy le pongo a Andalucía el nombre de Rafa Serna.

¿QUO VADIS, EUROPA?; RAFAEL SÁNCHEZ SAUS



Es sabido hasta qué punto los cristianos tuvieron parte en la reconstrucción material y espiritual de la Europa arrasada tras el final de la II Guerra Mundial. En aquellos años durísimos Europa pudo emerger no sólo como un conjunto de naciones definidas por la historia, también como un ideal de vida en común afirmado en sus hondas raíces cristianas, en la democracia y en la necesidad de desterrar para siempre los conflictos que por dos veces la habían llevado al borde de la aniquilación.
El pasado fin de semana, en el curso de la reunión sostenida en París por la plataforma prepolítica One of Us, uno de los ponentes hablaba de una doble imaginación de Europa, bien arraigada a lo largo de los siglos: la que busca la universalidad y el cosmopolitismo, y la que, por el contrario, enaltece el valor de lo pequeño y del propio terruño. En estos tiempos de globalización económica y cultural, esta última tendencia ha encontrado en la vigencia de la nación como ámbito idóneo para la expresión de la comunidad de ciudadanos que debe ser el Estado, un instrumento de enorme fuerza sentimental y política que oponer a la primera. Hoy Europa no se debate como hace ochenta años entre las ansias de dominio de ideologías criminales, pero no deja de tener problemas acuciantes que amenazan su futuro, desde la brutal crisis demográfica a la inmigración incontrolada o el islamismo, todos ellos ligados entre sí. En las elecciones europeas del 26 de mayo van a chocar dos formas muy distintas de enfocar y resolver estos problemas, hoy tan irreconciliables que pueden acabar destruyendo la posibilidad de un futuro común. Me pregunto si no será de nuevo el destino providencial de los cristianos el favorecer un diálogo entre las partes sobre la base de la común raíz judeocristiana de ambas imaginaciones en disputa. Pero esa raíz común, tan deteriorada por décadas de prevalencia del relativismo y las ideologías destructivas, debe ser reconstruida mediante la afirmación de los valores que, precisamente, One of Us ha proclamado en su manifiesto fundador: familia, vida, dignidad de todo ser humano, libertad de pensamiento, expresión y educación. En suma, promoción de "la vida humana en todas sus dimensiones, devolviendo la fuerza a los principios e ideales que dieron lugar al nacimiento y a la continuación de la civilización europea". Qué inmensa e inaplazable tarea.

AGENDA COFRADE DEL DÍA ANDALUCÍA EN JEREZ

Jerez Cofrade

Floren Iniesta
El histórico traslado del Señor de la Bondad y Misericordia a San Juan de Dios y el Vía-Crucis de Ntro. Padre Jesús Cautivo marcarán el pulso de un día festivo en el que también se sucederán excursiones, cultos y la presentación del cartel de La Extaltación.

Jueves 28 (Día de Andalucía)
• A partir de las 8:00, desde el Centro Pastoral Santa Ángela de la Cruz, peregrinación de la Hermandad de Pasión al Convento de Santa Ángela de la Cruz de Sevilla.

• A partir de las 9:00, desde el Santuario de María Auxiliadora, peregrinación de la Hermandad de la Redención a Villaluenga del Rosario.

• A las 12:00, en la Parroquia de Ntra. Sra. de las Viñas, presentación del cartel de la Semana Santa de la Hermandad de la Exaltación, obra de José Javier Jiménez.

La misma contará con la actuación de la Agrupación Musical ‘La Sentencia’.

• A partir de las 17:00, desde el Santuario Diocesano San Juan Grande, traslado de la imagen del Señor de la Bondad y Misericordia a la Parroquia de San Juan de Dios.

Irá acompañada por la Agrupación Musical San Juan y recorrerá el siguiente itinerario: Calle Hermandad del Rocío de Jerez, Avenida de San Juan Bosco, Calle Tablao, Avenida del Mosto, Calle Toneleros, Granadina, Avenida del Mosto, Granadina, Cartagenera, Alván, Catavino, Viticultor, Granadina y Parroquia de San Juan de Dios (19:00).

• A partir de las 18:00, desde la Capilla del Santísimo Cristo del Amor, Solemne Vía Crucis de Ntro. Padre Jesús Cautivo, en cuyo desarrollo se rezarán las estaciones por el interior del Convento de Santa María de Gracia, a las puertas del de Santa Ángela de la Cruz y en la Basílica de la Merced, donde también tendrá lugar una eucaristía.

El mismo contará con el acompañamiento de un Quinteto de Viento-Metal de la Agrupación Musical ‘Ntra. Sra. de Valme’ de Dos Hermanas (Sevilla) y transitará por el siguiente itinerario: Capilla del Santísimo Cristo del Amor, Calle San Juan, Santa María de Gracia, Plaza Ponce de León, Luis de Isasi, Plaza Belén, Plaza San Lucas, Calle Cabezas, Plaza del Mercado, Calle Cordobeses, Muro, Plaza Santa Isabel de Hungría, Calle Merced, Basílica de Ntra. Sra. de la Merced (llegada a las 19:15 y salida a las 20:30), Calle Merced, Plaza Santiago, Calle Ancha, Frías, Plaza Mirabal de Ramón Chabeli, Plaza Mendoza, Calle Chancillería, Plaza San Juan, Calle San Juan y Capilla del Santísimo Cristo del Amor (22:00).

• A partir de las 19:30, en la Iglesia Conventual de Santo Domingo, cultos semanales de la Archicofradía del Rosario de los Montañeses.

• A las 20:00, misa de acción de gracias por el traslado del Señor de la Bondad y Misericordia a la Parroquia de San Juan de Dios.

• A partir de las 20:00, en la Iglesia de San Dionisio, misa y cultos semanales de la Agrupación Parroquial de la Pastora.

• A las 20:30, en la Iglesia de San Juan de los Caballeros, cultos semanales de la Hermandad de la Vera-Cruz.

• A las 20:30, en la Iglesia Conventual de Capuchinos, misa de hermandad de La Sagrada Mortaja.

• A las 20:30, en la Capilla del Sagrario de la Parroquia de Santiago, cultos semanales de la Hermandad Sacramental de Santiago.

• A partir de las 20:45, en la Parroquia de Santiago, cuarto día del Quinario, con carácter de Conferencias Cuaresmales, de la Hermandad Sacramental de Santiago en honor del Santísimo Cristo de las Almas. Ocupará la Sagrada Cátedra el Rvdo. Sr. D. José Carlos Mellado González.

EL REMEDIO PARA EL RESENTEMIENTO Y LA ENVIDIA



La lucha contra el resentimientoy la envidia será mucho más eficaz si se cuenta con la ayuda de Dios, que clarifica nuestra inteligencia, favorece la objetividad y potencia la voluntad.


Por: Francisco Ugarte Corcuera | Fuente: Catholic.net 



Resentimiento y envidia, obstáculos para la felicidad

La persona humana tiene una fuerte inclinación a girar en torno a si, a convertir el yo en el centro de sus pensamientos y en el punto de referencia de sus acciones. A esta inclinación se le llama egocentrismo y es la antítesis, el polo opuesto, del olvido propio, de ese vivir hacia afuera de uno mismo, hacia los demás. Es un hecho de experiencia que el egocentrismo genera tristeza, infelicidad. No es difícil comprobarlo; basta ponerse a pensar en sí mismo, con enfoque egoísta, para sentir el decaimiento interior. Quien vive excesivamente pendiente de sí, concentrado en su propio yo, suele perder la visión objetiva de las cosas y se vuelve hipersensible y vulnerable. Todo le afecta mucho más, de lo bueno que la vida le ofrece. "Una de las cosas que entristece más al hombre es la egolatría, origen muchas veces de sufrimientos inútiles, producidos por una excesiva preocupación por lo personal, exagerando en demasía su importancia (70)

El egocentrismo se manifiesta de varias maneras. Dos de ellas constituyen grandes obstáculos para la felicidad y merecen tratarse con cierto detenimiento para comprenderlas, detectarlas en la vida personal y resolverlas oportunamente. Se trata, en concreto, del resentimiento y la envidia.

El veneno del resentimiento

El resentimiento es frecuentemente el principal obstáculo para ser feliz (71), porque amarga la vida. Para Max Scheler "el resentimiento es una autointoxicación psíquica" (72) un envenamiento de nuestro interior, que depende de nosotros mismos y que suele aparecer como reacción a un estímulo negativo en forma de ofensa o agresión. Evidentemente no toda ofensa produce un resentimiento, pero a todo resentimiento precede una ofensa.

La ofensa que causa resentimientos puede presentarse como acción de alguien contra mí, puede captarse en forma de omisión, o como atribuible a las circunstancias (la situación socioeconómica personal, algún defecto físico, enfermedades que se padecen y no se aceptan, etcétera). En cualquier caso, el estímulo que provoca la reacción de resentimiento puede juzgarse con objetividad, con exageración, o ser incluso producto de la imaginación. Estas variantes muestran en qué medida el resentimiento depende del modo como se juzgan las ofensas recibidas —con objetividad, exageradamente o de forma imaginaria — y explican el que
muchos resentimientos sean gratuitos, porque dependen de la propia subjetividad que aparta de la realidad, exagerando o imaginando situaciones o hechos que no se han producido o no estaban en la intención de nadie originar.

La respuesta personal

El resentimiento es un efecto reactivo ante la agresión, de tono negativo. Consiste en la respuesta ante la ofensa. Esta respuesta depende de cada quien, porque la libertad nos confiere el poder de orientar nuestras reacciones. Covey advierte que "no es lo que los otros hacen ni nuestros propios errores lo que más nos daña; es nuestra respuesta. Si perseguimos a la víbora venenosa que nos ha mordido, lo único que conseguiremos será provocar que el veneno se extienda por todo nuestro cuerpo. Es mucho mejor tomar medidas inmediatas para extraer el veneno". (73) Esta alternativa se presenta ante cada agresión: o nos concentramos en quien nos ofendió (y entonces seguirá actuando el veneno) o lo eliminamos mediante una respuesta adecuada, sin permitir que permanezca en nuestro interior.

La dificultad para configurar la respuesta conveniente radica en que el resentimiento se sitúa en el nivel emocional de la personalidad, porque en esencia es un sentimiento, una pasión, un movimiento que se experimenta sensiblemente. Quien está resentido se siente herido u ofendido por alguien o algo que influye contra su persona. Y es bien sabido que el manejo de los sentimientos no es tarea fácil. Unas veces no somos conscientes de ellos —con lo que pueden estar actuando dentro de nosotros sin que nos demos cuenta—, mientras que otras el resentimiento que-


La intervención de la inteligencia y de la voluntad

Estas dificultades pueden mitigarse si hacemos buen uso de nuestra capacidad de pensar. El conocimiento propio y la reflexión nos permiten ir conectando las manifestaciones de nuestros resentimientos con sus causas y, en esta medida, nos vamos encontrando en condiciones de encauzarlos. Si al analizar los agravios recibidos nos esforzamos por comprender la forma de actuar del ofensor y por descubrir los atenuantes de su modo de proceder, en muchos casos nuestra reacción negativa desaparecerá por debilitamiento del estímulo. Nuestra inteligencia puede influir así, indirectamente — Aristóteles hablaba de un dominio político y no despótico de lo racional sobre lo sensible—, para evitar o eliminar los resentimientos, modificando las disposiciones afectivas.

Otro recurso con que contamos para echar fuera de nosotros el agravio, sin retenerlo, incluso en los casos de ofensas reales, es nuestra voluntad, por su capacidad de autodeterminarse. Cuando recibimos una agresión que nos duele, podemos decidir no retenerla para que no se convierta en resentimiento. Eleanor Roosevelt solía decir:

«Nadie puede herirte sin tu consentimiento». Marañón advertía que "el hombre fuerte reacciona con directa energía ante la agresión y automáticamente expulsa, como un cuerpo extraño, el agravio de su conciencia. Esta elasticidad salvadora no existe en el resentido"(74). Si, en cambio, la voluntad es débil, la ofensa se retiene y el sentimiento permanece dentro del sujeto, se vuelve a experimentar una y otra vez, aunque el tiempo transcurra. En esto precisamente consiste el resentimiento: "es un volver a vivir la emoción misma: un volver a sentir, un resentir" .

La lucha contra el resentimiento será mucho más eficaz si se cuenta con la ayuda de Dios, que clarifica nuestra inteligencia, favoreciendo la objetividad en el conocimiento y la capacidad de comprensión; y que potencia nuestra voluntad y fortalece nuestro carácter, para que no se doblegue ante la presión de los agravios.

«Sentirse» y resentirse

La forma de reaccionar ante los estímulos suele estar muy relacionada con los rasgos temperamentales. Por ejemplo, el emotivo siente más una agresión que el no emotivo; el secundario suele retener más la reacción ante el estímulo ofensivo que el primario; el que es activo cuenta con más recursos para dar salida al impacto recibido por la ofensa que el no activo. También la cultura y la educación, junto con el factor genético, influyen en la manera de reaccionar y, por tanto, en el modo como el resentimiento se origina y manifiesta.

Hay un modo de reaccionar ante las ofensas caracterizado sobre todo por su pasividad; consiste sencillamente en retraerse o distanciarse de quien ha cometido la agresión, en ocasiones incluso retirándole la palabra. Los mexicanos solemos calificarlo con el verbo sentirse. Peñalosa explica que "sentirse es verbo reflexivo que conjugamos todo el día, y que no es fácil hallarle digna explicación filológica, por la sencilla razón de que «sentirse» es verbo que registra más el alma mexicana que la gramática española. Estar sentido con alguien es lo mismo que estar dolido, triste, enojado por algún desaire que nos hicieron.

Muchas veces real y, muchas más, aparente" (76). Cabe señalar que Cervantes, en El Quijote, utiliza este verbo, con este sentido "mexicano", en más de una ocasión (77).

En cambio, cuando el sentimiento de susceptibilidad que se guarda incluye el afán de reivindicación, de venganza, se trata entonces propiamente de un resentimiento, en el sentido completo del término. El resentido no sólo siente la ofensa que le infligieron, sino que la conserva unida a un sentimiento de rencor, de hostilidad hacia las personas causantes del daño, que le impulsa a la revancha.
Alguien afirmaba con acierto que "el resentimiento es un veneno que me tomo yo, esperando que le haga daño al otro". Y es que puede ocurrir que aquél contra quien va dirigido el rencor ni siquiera se entere, mientras que quien lo experimenta se está carcomiendo por dentro. Un veneno tiene efectos destructivos para el organismo y el resentimiento lo que produce es frustración, tristeza, amargura en el alma. Es uno de los peores enemigos de la felicidad, porque impide enfocar la vida positivamente y aleja de Dios y de los demás.

Algunas personas tienen una especial propensión al resentimiento: reaccionan desproporcionadamente ante estímulos de poca entidad o acumulan rencores infundados. El origen de esta inclinación suele estar en el egocentrismo, con su tendencia a girar en tomo a sí mismo, a convertir el propio yo en el centro de los pensamientos y en el punto de referencia de todas las acciones. Las personas egocéntricas se toman muy vulnerables por vivir concentradas en su propia subjetividad y "son inevitablemente infelices y desgraciadas. Sólo quien se olvida de sí, y se entrega a Dios y a los demás, puede ser dichoso en la tierra, con una felicidad que es preparación y anticipo del cielo" (78). El olvido propio es, también, el mejor antídoto contra el resentimiento, porque reduce considerablemente la resonancia subjetiva de los agravios y evita retenerlos.

El remedio del perdón

En el Antiguo Testamento prevalecía la ley del Talión, inspirada en la estricta justicia: «ojo por ojo, diente por diente». Jesucristo viene a perfeccionar la Antigua Ley e introduce una modificación fundamental que consiste en vincular la justicia a la misericordia, más aún, en subordinar la justicia al amor, lo cual resulta tremendamente revolucionario. A partir de Él, las ofensas recibidas deberán perdonarse, porque el perdón se convierte en parte esencial del amor.

La misericordia que Jesús practica y exige a los suyos choca, no sólo con el sentir de su época, sino con el de todos los tiempos: "Habéis oído que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian y rogad por los que os persiguen y calumnian(79). "Al que te golpee en una mejilla, presentarle la otra; al que te quite el manto, déjalo llevarse también la túnica"(80). Estas exigencias del amor superan la natural capacidad humana, por eso Jesús invita a los suyos a una meta que no tiene límites, porque sólo desde ahí podrán intentar lo que les está pidiendo: "Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso (81).

Qué es perdonar

A diferencia del resentimiento, el perdón no es un sentimiento. Perdonar no equivale a dejar de sentir. Hay quienes consideran que están incapacitados para perdonar ciertos agravios porque no pueden eliminar sus efectos: no pueden dejar de experimentar la herida, ni el odio, ni el afán de venganza. De aquí suelen derivarse complicaciones en el ámbito de la conciencia moral, especialmente si se tiene en cuenta que Dios espera que perdonemos para perdonarnos El. La incapacidad para dejar de sentir el resentimiento, en el nivel emocional, puede ser, efectivamente, insuperable, al menos en el corto plazo. Sin embargo, si se comprende que el perdón se sitúa en un nivel distinto al del resentimiento, esto es, en el nivel de la voluntad, se descubrirá el camino que apunta a la solución.

El perdón es un acto de la voluntad porque consiste en una decisión. Al perdonar opto por cancelar la deuda moral que el otro ha contraído conmigo al ofenderme y, por tanto, lo libero en cuanto deudor. No se trata, evidentemente, de suprimir la ofensa cometida y hacer que nunca haya existido, porque carecemos de ese poder. Sólo Dios puede borrar la acción ofensiva y conseguir que el ofensor regrese a la situación en que se encontraba antes de cometerla. Pero nosotros, cuando perdonamos realmente, desearíamos que el otro quedara completamente eximido de la mala acción que cometió. Por eso, como señala Leonardo Polo, "perdonar implica pedir a Dios que perdone, pues sólo así la ofensa es aniquilada.(82)

Perdonar y olvidar

Si bien el acto de perdonar consiste en una decisión, la acción de olvidar, en cambio, tiene lugar en el ámbito de la memoria, que no responde directamente a los mandatos de la voluntad. Yo puedo decidir olvidar una ofensa, pero no lo consigo. La ofensa sigue ahí, en el archivo de la memoria, a pesar del mandato voluntario. Lo primero que esto me dice es que olvidar no es lo mismo que perdonar. El perdón puede ser compatible con el recuerdo de la ofensa. Una señal elocuente de que se ha perdonado, aunque no se haya podido olvidar, es que el recuerdo de la ofensa no afecta en el modo de conducirse con el perdonado, a quien tratamos como si hubiéramos olvidado. El verdadero perdón exige obrar de este modo, porque el verdadero amor "no lleva cuentas del mal"(83) .

En cambio, la expresión «perdono pero no olvido» significa que, en el fondo, no quiero olvidar la ofensa, que equivale a no querer perdonar. ¿Por qué? Cuando se perdona, se cancela la deuda del ofensor, lo cual es incompatible con la intención de retenerla, de no querer olvidarla. En consecuencia, si bien no podemos identificar el perdón con el hecho de olvidar el agravio, sí se puede afirmar que perdonar es querer olvidar.

Por qué perdonar

Cuando perdonamos, nos liberamos de la esclavitud producida por el odio y el resentimiento para recobrar la felicidad que había quedado bloqueada por esos sentimientos. También tiene mucho sentido perdonar en función de las relaciones con los demás. Si no se perdona, el amor se enfría o puede incluso convertirse en odio; y la amistad puede perderse para siempre.

Además de estos motivos humanos para perdonar, existen razones sobrenaturales, que posibilitan perdonar ciertas situaciones extremas donde los argumentos humanos resultan insuficientes. Dios nos ha hecho libres y, por tanto, capaces de amarle u ofenderle mediante el pecado. Si optamos por ofenderle, El nos ofrece el perdón si nos arrepentimos, pero ha establecido para ello una condición: que antes perdonemos nosotros al prójimo que nos ha agraviado. Así lo repetimos en la oración que Jesucristo nos enseñó: "Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden". Cabría preguntarse por qué Dios condiciona su perdón a que perdonemos y, aún más, nos exige que perdonemos a nuestros enemigos incondicionalmente, es decir, aunque éstos no quieran rectificar.

Lógicamente Dios no pretende dificultarnos el camino y siempre quiere lo mejor para nosotros. Él desea profundamente perdonarnos, pero su perdón no puede penetrar en nosotros si no modificamos nuestras disposiciones. "Al negarse a perdonar a nuestros hermanos y hermanas, el corazón se cierra, su dureza lo hace impermeable al amor misericordioso del Padre (84).

Además de esa ocasión en que enseñó el Padrenuestro, Jesús insistió muchas otras veces en la necesidad del perdón. Cuando Pedro le pregunta si debe perdonar hasta siete veces, le contesta que hasta setenta veces siete (85) porque el perdón no tiene límites; pidió perdonar incluso a los enemigos, (86) a los que devuelven mal por bien(87). Para el cristiano, estas enseñanzas constituyen una razón poderosa a favor del perdón, pues están dictadas por el Maestro.

Pero Jesús, que es el modelo a seguir, no sóio predicó el perdón sino que lo practicó innumerables veces. En su vida encontramos abundantes hechos en los que se pone de manifiesto su facilidad para perdonar, lo cual es probablemente la nota que mejor expresa el amor que hay en su corazón. Mientras los escribas y fariseos acusan a una mujer sorprendida en adulterio, Jesús la perdona y le indica que no peque más(88);cuando le llevan a un paralítico en una camilla para que lo cure, antes le perdona sus pecados(89); cuando Pedro lo niega por tres veces, a pesar de la advertencia, Jesús lo mira, lo hace reaccionar(90). y no solamente lo perdona, sino que le devuelve toda la confianza, dejándolo al frente de la Iglesia. Y el momento culminante del perdón de Jesús tiene lugar en la Cruz, cuando eleva su oración por aquellos que lo están martirizando: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen (91).

La consideración de que el pecado es una ofensa a Dios, que la ofensa adquiere dimensiones infinitas por ser Dios el ofendido, y que a pesar de ello Dios perdona nuestros pecados cuando ponemos lo que está de nuestra parte, nos permite percibir la desproporción que existe entre ese perdón divino y el perdón humano. Por eso, también aquellas ofensas que parecerían imperdonables, por su magnitud, por recaer sobre personas inocentes o por las consecuencias que de ellas se derivan, habrán de ser perdonadas porque “no hay límite ni medida en este perdón, esencialmente divino” (92). De ahí que, para perdonar radicalmente, se necesite el auxilio de Dios.

Perdonar es la manifestación más alta del amor y, en consecuencia, es lo que más transforma el corazón humano. Por eso, cada vez que perdonamos se opera en nosotros una conversión interior, una verdadera metamorfosis, al grado que San Juan Crisóstomo llega a exclamar que “nada nos asemeja tanto a Dios como estar dispuestos al perdón" (93), con lo que se puede concluir que perdonar es el principal remedio contra el resentimiento.

El problema de la envidia

Lo mismo que el resentimiento, la envidia "es un serio obstáculo para la felicidad" (94) e incluye el agravante de que resulta difícil reconocerla en uno mismo: muy pocas veces escuchamos a alguien decir que es envidioso, cuando no tiene inconveniente en declararse ante los demás como ambicioso, desordenado, soberbio o destemplado. En un mundo competitivo como el nuestro, la propensión a la envidia se agudiza considerablemente. Tomás de Aquino explica que la envidia posee como característica específica el entristecerse del bien ajeno, en cuanto que se mira como un factor que disminuye la propia excelencia o felicidad (95). Analicemos cada una de estas nociones.

La tristeza de la envidia

La tristeza aparece como efecto inmediato y directo de la envidia. Si la alegría deriva de la posesión de un bien, la tristeza es causada por la relación con el mal. Cuando alguien pierde un ser querido, fracasa en un proyecto profesional o padece una grave enfermedad, se siente triste por esos sucesos adversos. Experimentar la tristeza en estos casos es algo natural, porque la carencia de ese bien para sí mismo, que se ve como un mal, es evidente, aunque quepa la posibilidad de sobreponerse a ella y, sin dejar de sentir el dolor que la origina, encauzarla dándole un sentido. En cambio, la envidia consiste en entristecerse del bien ajeno. Nos encontramos, pues, ante una situación distinta y un tanto sorprendente: lo que causa la tristeza no es un mal, sino un bien. Esto ya no es natural, porque lo que el bien suele provocar naturalmente es alegría. Si el resultado, en cambio, es la tristeza, no se ve cómo pueda justificarse la reacción. Más aún: lo anormal de tal respuesta ante el bien hace que resulte vergonzosa esa reacción y que instintivamente se intente ocultar. Esto explica la dificultad para que alguien se reconozca como envidioso: no es fácil justificar la tristeza ante la presencia del bien. Y entonces se intenta disimular, aunque no siempre se consiga. Los niños, que no tienen doblez, no pueden ocultarla y la suelen manifestar con toda naturalidad: todos hemos presenciado la reacción violenta del niño que arrebata a otro un juguete, o las lágrimas de la niña ante el regalo que su hermana acaba de recibir.

¿Por qué el bien del otro me produce tristeza? La respuesta no está en el bien en sí, sino en mi modo de percibirlo o de juzgarlo: es algo de lo que carezco y que, en el fondo, no acepto. La no aceptación de mi carencia me lleva a mirar ese bien ajeno con retorcimiento, que se traduce en inconformidad con quien lo posee. Si yo aceptara con paz mis limitaciones y estuviera identificado con lo que soy y tengo, el bien de los demás no me inquietaría, más aún, me alegraría. Y en este caso, al alegrarme de los méritos de los demás, estaría actuando conforme al querer de Dios (96).

Por tanto, el origen de la envidia radica en el egocentrismo, que toma cuerpo en forma de comparación(97). El propio sujeto se convierte en el término de referencia de los valores que descubre en los demás y, en lugar de mirarlos objetivamente, como cualidades que los harían dignos de admiración, los contempla en función de sí mismo y de manera negativa, como algo de lo que carece. Esta desviación en él enfoque, provocada por la comparación, produce tristeza por su efecto egocéntrico —la alegría depende de nuestra capacidad de salir de nosotros mismos— y porque concentra la atención en lo negativo: la carencia personal de esos valores. Si fuéramos capaces de descubrir lo bueno que hay en los demás, sin compararnos y con una disposición generosa, abierta al bien del prójimo, no habría reacciones de envidia.

Un defecto en el modo de mirar

La envidia, como se ve, adolece de un defecto en el modo de mirar el bien de los otros. El mismo origen etimológico de la palabra hace referencia a esta manera equivocada de orientar la mirada: procede del latín invidia, que significa mirar con malos ojos, esto es, con mirada retorcida que interpreta negativamente lo positivo por excelencia: el bien. Y este mirar torcidamente el bien de los demás puede consistir también en mirarlo más de la cuenta, lo cual provoca, por añadidura, un entorpecimiento para valorar el bien propio. Séneca decía que «quien mira demasiado las cosas ajenas no goza con las propias». En cambio, quien sabe con-formarse con lo que tiene o, mejor aún, agradecerlo, puede disfrutarlo sin que el bien de los otros le perturbe.

Si damos un paso más y nos preguntamos por qué el envidioso se siente afectado negativamente al descubrir el bien ajeno, la respuesta la encontramos en la última parte de lo que Tomás de Aquino afirma: porque mira ese bien como un factor que disminuye su propia excelencia o felicidad. Esto lo entiende fácilmente quien vive comparándose con los demás y de alguna manera cifra su valía personal en salir favorecido de esas comparaciones. Si yo valgo porque soy mejor que el otro, porque tengo más cosas que él o porque lo supero en uno u otro aspecto, entonces dejaré de valer en cuanto me vea superado. Cada elemento positivo que surja en el otro me disminuirá y, en consecuencia, me entristecerá.

Manifestaciones de envidia


Aunque cueste mucho reconocerse envidioso e incluso se intente disimularlo, hay algunas manifestaciones que revelan la envidia a quien es buen observador. Todas ellas pretenden reducir de alguna manera el bien ajeno, para compensar el efecto peyorativo que provoca en el que envidia. Tal vez la más evidente sea la crítica negativa, que pretende subrayar deficiencias que quitan valor al envidiado. También la difamación, que consiste en propagar hechos peyorativos que disminuyen la fama de la otra persona- De manera más sutil, el silencio o la aparente indiferencia ante los méritos de los demás pueden revelar una envidia que se intenta ocultar. O una especie de resistencia o bloqueo que impide contemplar con apertura y visión positiva lo que los demás hacen, sus logros, su valía personal, puede Ser también una manifestación sutil de este problema. Otros recursos, como la burla o la ironía ante las cualidades o los buenos resultados del otro, frecuentemente llevan la intención de relativizar sus méritos y quitarles brillo, por la envidia que producen. Al envidioso le cuesta elogiar y, cuando no le queda más remedio que hacerlo por la evidencia de los hechos, se siente obligado a añadir un complemento reductivo al elogio: fulano es muy inteligente, pero no muy culto; mengano tiene mucho prestigio profesional, pero es egoísta; y así sucesivamente. O, en el mejor de los casos, dirá: hay que reconocer que es un buen arquitecto o un médico competente, si no hay más salida que aceptarlo.

La envidia suele tener también manifestaciones corporales. Como el ser humano forma una unidad, no sólo lo físico repercute en lo psíquico —como la salud en el estado de ánimo—, sino también a la inversa: las emociones pueden producir efectos fisiológicos. Y así como la vergüenza ruboriza el rostro, el sentimiento de envidia parece generar una reducción de la circulación sanguínea, que se refleja en 1a palidez de la cara. Por eso se habla de la pálida envidia o de la envidia lívida.

Quevedo decía que «la envidia va tan flaca y amarilla porque muerde y no come». Hay, finalmente, una versión peculiar de la envidia, que manifiesta con mucha evidencia su malicia y consiste en alegrarse con el mal ajeno, disfrutando pausadamente cada una de las desgracias que ocurren al otro.

Especial inclinación a la envidia


Aunque cualquier persona pueda sentir envidia, hay quienes poseen una especial propensión. Tomas de Aquino dice que suelen ser envidiosos los ambiciosos de honor, los pusilánimes y los viejos98. Dejando de lado a estos últimos, cuya inclinación a la envidia puede originarse en la falta de aceptación ante las limitaciones impuestas por la edad, veamos los otros dos casos. El pusilánime, de ánimo pequeño, suele padecer un sentimiento de inferioridad que le lleva a sentirse agredido por todo lo que le resulta superior y, en esa medida, se considera disminuido. Ese sentimiento suele vincularse a la inseguridad provocada por diversos factores, entre ellos: los fracasos no resueltos interiormente, la falta de resultados en el cumplimiento de las obligaciones o en las metas propuestas, algún defecto físico no asimilado, etcétera.

La solución en este punto está, por una parte, en aceptar las propias limitaciones y, por la otra, en hacerse consciente de los propios valores y capacidades, que suelen ser más de los que se admiten, para empeñarse en sacarles el máximo partido, en función del desarrollo personal y del servicio a los demás.

El ambicioso de honor también está especialmente expuesto a la envidia por su egocentrismo y su vanidad. Posee un afán desordenado por destacar en todo y no soporta que alguien lo supere. Cuando esto ocurre, siente que le usurpan un derecho que considera exclusivo, y la reacción de envidia no se hace esperar. El efecto final es la tristeza, que puede convertirse en frustración o incluso en resentimiento acompañado de una reacción violenta de venganza.

Naturaleza de la envidia

De acuerdo a la estructura y constitución de la persona humana, cabe distinguir en la envidia varias dimensiones. En primer lugar, es un sentimiento, una pasión, como lo advierte García Hoz: "En el panorama psicológico ocupa la envidia un lugar entre los sentimientos superiores (...); es una tendencia de aversión contra el que, por el mero hecho de su superioridad nos afecta desagradablemente; es fundamental esta conciencia de la propia inferioridad (99).

La pasión de la envidia puede traspasar el nivel racional de la persona, haciéndole perder el dominio de sí misma, y conducirle a reacciones violentas y descontroladas, como se ve en diversos pasajes de la Sagrada Escritura: por envidia, Caín mató a su hermano Abel (100), Esaú aborreció a Jacob (101), José fue vendido por sus hermanos (102) Saúl intentó asesinar a David, (103)Jesús fue condenado a muerte (104).

La envidia es también un acto de la voluntad, dotado - por ser voluntario- de libertad y, como va en contra del orden establecido por Dios, "la envidia es un pecado capital. Manifiesta la tristeza experimentada ante el bien del prójimo y el deseo desordenado de poseerlo, aunque sea en forma indebida (105). Desde el punto de vista moral, hay que diferenciar entre un acto libre de la voluntad y el mero sentimiento como tendencia emocional. Esto último, si no se consiente —si la voluntad lo rechaza y procura contrarrestar la mala inclinación (106)— no es pecado. Finalmente, cuando los actos libres se repiten en sucesivas ocasiones, suelen dar origen a hábitos que, si son malos, se denominan vicios. Así, la envidia se convierte en vicio si el acto se reitera una y otra vez. Cuando al vicio se une la pasión, las consecuencias pueden ser imprevisibles. "La envidia es a la vez un vicio y una pasión; el primero se contrapone a la virtud y el segundo recae sobre el plano afectivo, pero como algo que embarga tanto, que tiene tanta fuerza por su contenido, que siendo algo emocional es capaz de traspasar el nivel intelectual y provocar en éste una ceguera de sus facultades (107). Por tanto, la envidia no sólo va contra la felicidad del envidioso que la padece, sino en algunos casos también contra los envidiados.

La emulación es la otra cara de la envidia y, si cabe, su vertiente positiva. Emular es imitar, con competitividad sana, triunfos y ejemplos positivos observados en otras personas. Responde a un sentimiento noble y auténtico de superación. No va en contra de la felicidad. Por eso, en el lenguaje coloquial se le suele llamar envidia sana o envidia buena: lleva a la propia persona, gracias a un esfuerzo de su voluntad —estimulada por el triunfo ajeno—, a empresas humanas de altura. En el orden sobrenatural, cabe incluso hablar de santa envidia (108).

Soluciones a la envidia

Después de ver con tanta claridad la gravedad de la envidia — "no hay nada más implacable y cruel que la envidia (109), decía Schopenhauer — y el serio obstáculo que supone para la felicidad, ¿qué medios pueden ayudar a superarla? La solución estará en todo aquello que favorezca la capacidad de «alegrarse del bien ajeno», que es precisamente lo contrario a la envidia.

Las disposiciones adecuadas serían las siguientes:

1) Aceptarse a sí mismo, incluyendo defectos y cualidades, para aceptar a los demás con sus valores y sus logros.
2) No compararse egocéntricamente con los demás, ni hacer depender de ellos el juicio sobre sí; compararse, en cambio, positivamente, con la intención de superarse (emulación).
3) Cultivar el olvido propio y el servicio al prójimo, para ganar en humildad y valorar a quienes nos rodean.
4) Fomentar la magnanimidad, la grandeza de espíritu, para erradicar todo sentimiento de inferioridad.
5) Amar a los demás, de manera que su progreso, sus cualidades y sus éxitos sean vistos como un motivo de alegría propio.
6) Saberse amado por Dios, teniendo en cuenta que la persona humana es "la única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma (110)

 
Referencia:
Resentimiento al perdón Una puerta a la felicidad:
Tema 3 libro Pag 37 38 39 40 y 41 42,43,44,45,46,47, 48, 49, 50,51,52,53, 54, 55,56