martes, 26 de febrero de 2019

EN LA DUDA, SALUDA; POR ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ



Me encantaría contribuir al acervo del refranero español con un pequeño refrán de elaboración casera: "En la duda, saluda". Ya lo escribí otra vez. Me parece un buen consejo de sentido común. A veces, sobre todo en los pueblos grandes, no sabes si saludar o no porque, o no te han presentado pero te has cruzado con alguien cien mil veces, o porque te lo presentaron hace tanto que la formalidad ha caducado como si fuese un yogurt, pero tú, tan conservador, le tienes manía a cualquier tipo de fechas de caducidad.

En el Marco de Jerez ¿quizá todo se complica un poco más? Hasta aquí llega la influencia británica en plan las novelas de Jane Austen y sus miniadas variaciones sociales. El caso es que a veces dos que se cruzan dudan si saludarse o no, como dos pistoleros del salvaje oeste que se estudian antes de desenfundar, en una pura guerra de nervios. Hay mucha prevención en el ambiente a que te dejen con el saludo en el aire, pues los hay profesionales de volver la cara. Para estas situaciones propongo mi particular refrán popular: "En la duda, saluda", porque, si el otro te vuelve la cara, el error entonces no es tuyo, que diría Jorge Luis Borges. Y si el otro no sabía qué hacer, le resuelves las dudas y te lo agradece. Al menos, la mayoría de las veces, entre gente normal. Es cortar el nudo gordiano de la vida social de provincias.

Pero todavía encuentras casos irreductibles que ni aunque te adelantes. Admiro su honradez probable. Como todo en la vida suele ser mutuo, deben de pensar que soy gilipollas, sonriéndoles, yo, si no se lo merecen. Y tienen razón en eso. O puede pasar que hayan descubierto que soy un hipócrita y que uno, saludos a media distancia los que sean menester, pero pararme a charlar, quita, quita, que llego tarde… O ni eso, sino que me esnobeen, que es lo que les queda.

En estos casos extremos, reconozco que mi refrán falla, y que lo ideal sería recuperar y adaptar otro inglés: "Si alguien te deja el saludo colgado una vez, la culpa es suya; pero si te lo deja colgado una segunda vez, la culpa es tuya". Sería más equitativo. El problema es que se me olvidan quienes son los irreductibles insaludables; me los vuelvo a cruzar; me suenan sus caras vagamente; y, ea, los saludo de nuevo. Sólo cuando veo que tienen el cuello más versátil que el de la niña del exorcista, caigo en la cuenta de quienes eran. Se creerán que me estoy cachondeando, encima.

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