Notas del examen
1- Los nervios de los alumnos, su insólito silencio (¿sepulcral?) y hasta algunas lágrimas al repartir los exámenes. La primera lección: la gravedad de mi trabajo, sorprendentemente.
2- Ante las gemelas guapísimas. Qué generosidad la de la naturaleza, Dios mío.
3- Tiempo de fijarte —repican los pies inquietos— en los zapatos de todas, e imaginar con ternura la ilusión con que se los compraron en la zapatería.
4- Qué caras y posturas de pensar profundamente. Las variaciones que se podría haber marcado Rodin de ser profesor de instituto.
5- Perentorias necesidades de clínex, de típpex, de gomas de borrar, de bolígrafos de colores, de calculadores, de folios blancos, de lápices, de sacapuntas…
6- Un alumno me entrega el examen y me dice que ha sido “demasiado fácil”. Venzo la tentación, demasiado fácil, de decirle: “Vale: ya veremos la nota que sacas”. Confieso la excesiva facilidad y le pido disculpas. Las acepta, y posa la mano en mi hombro: “No, no te preocupes”.
7- Nuevo elogio de la clase media. Tengo que comprobarlo, pero sospecho que las peores notas serán de los que entregan primero el examen y también de los últimos. Lo bueno está en el justo medio, como dijo Aristóteles, que era un maestro.
8- El examen es tipo test y los fallos —por cortesía de la casa— no cuentan negativo. A pesar de lo cual le pregunto a una alumna cuando me entrega el examen: “¿Qué tal?”, y replica: “Bueno, las he hecho todas”. “Ah”.
9- La verdadera división de clase se nota al corregir: los fallos de unos te decepcionan y los de otros te reafirman.
10- La autoridad es ese alumno que falla una pregunta y la relees de nuevo, por si no la formulaste bien o qué.
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