El anafalbetismo de estos simpáticos zotes no tiene fronteras. A las «miembras» de Bibiana Aído, que se lo sigue pasando bomba en Nueva York, han seguido las «soldadas» del senador y portavoz de Defensa del Grupo Socialista Enrique Abad. Las soldadas, las cabas, las alférezas y las tenientas. Además de ingorante, cursi de la paridad. La soldada es el sueldo o el salario. Y soldada es también el haber y los devengos del soldado. Pero no más. Siguiendo la inteligente y culta pregunta del senador Abad, hay a partir de ahora en las Fuerzas Armadas, mandos y mandas. A Catalina de Erauso, la Monja Alférez, que le zurzan. Monja alféreza, de aquí en adelante. «Caba, preséntese inmediatamente ante la tenienta, que le va a meter una paqueta por incumplir sus deberas». Y la caba que va y se lleva la paqueta puesta.
¿Qué se puede hacer con esta gente para que abandone su obsesión por cargarse el idioma? Los «vascos y vascas» de Ibarreche, los «compañeros y compañeras» de comunistas y socialistas, los jóvenes y jóvenas de Carmen Romero, las exigencias de los grupos feministas profesionales y subvencionados que han creado un lenguaje aborrecible. Después, a los académicos se les ocurre criticar la modita progre, y casi los apedrean por la calle. Creo además, que estos asnos –voz muy utilizada por P.G Wodehouse–, son muy poco corteses y señores. La mujer, siempre primero. «Vascas y vascos», «compañeras y compañeros», «miembras y miembros» y «soldadas y soldados». No, hay un roquídeo fondo machista en todos ellos. Y a las feministas profesionales no les parece mal el papel secundario de la mujer, quizá porque no se sienten excesivamente femeninas y esa costumbre de que las mujeres sean objeto de las viejas cortesías masculinas se les antoja un retraso monumental.
La mujer es el eterno enigma, jamás resuelto. Se contaba de Carolina de Mónaco, una belleza espectacular, mimada, acostumbrada al lujo y nada a la miseria, perseguida por centenares de hombres dispuestos a darlo todo por ella. Pues nada. Sentada se hallaba en su mesa en una cena muy absurda que se organiza en Montecarlo –casi todo lo que se organiza en Montecarlo es absurdo, Montecarlo incluido–, cuando se dirigió a ella un tipo chulesco y contundente. «Has engordado como una cerda». Y se enamoró locamente del emisor de tan agradable juicio. Era Philipe Junot, que pocos meses más tarde se convertiría en su primer marido.
Las feministas y los pollinos desean acabar con el concepto de mujer que siempre nos ha acompañado. Son las «tontas y tontos» de la actualidad, que no los «tontos y tontas» como ellos dirían. El femenino del soldado, es la soldado, como el masculino de la psiquiatra es el psiquiatra, no el psiquiatro. Y la cabo, la alférez, la teniente y la comandante. El senador Abad ha recibido puntual respuesta. En las Fuerzas Armadas hay 15.686 mujeres, y el número de soldados extranjeros es de 3.591, sin especificar cuántos son hombres y cuántas son mujeres. Muy cotilla se me antoja este senador, que no ha formulado ninguna pregunta en las anteriores legislaturas al respecto. En las Academias Militares los alumnos son «caballeros» y «damas», no caballeros y caballeras. Y ahí me manifiesto en desacuerdo con la costumbre, por cuando «caballeros» son tan sólo los oficiales de Caballería. Mejor «Señores» y «Damas», entre otros motivos, porque los Ejércitos son la síntesis y la cúspide del señorío. De los Ejércitos y las Ejércitas, burros.
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