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RAFAEL SÁNCHEZ SAUS | ACTUALIZADO 26.04.2012 - 01:00
La ordalía
PULCRO, mesocrático, bonachón, el aspecto del ex consejero es el del gerente de bodega jerezana que, como máximo horizonte vital, estaba llamado a ser si el PSOE no se hubiera cruzado en su camino. En su porte discreto, en el hombre modesto hecho a sí mismo, en su propio ser y llamarse Antonio Fernández, nada anuncia al señorito capaz de repartir casi 900 millones de los contribuyentes al rebujito de amigos, parientes y amigos de parientes en que el régimen andaluz ha parado desde hace mucho tiempo. "¿Cómo podría yo haber evitado esto?", dicen que dijo a la, imagino, ya curada de espantos juez Alaya. Quien pregunta no parece haber sido nunca consejero omnipotente, sino un buenazo al que los pícaros obreros robaban el vino de la bodega. La pregunta ya la están respondiendo otros por él.
Primero, los cincuenta cargos del PSOE gaditano, paisanos y amigos de toda la vida de Fernández, que piensan que no tenía que haber evitado nada porque aquí no ha pasado nada. Todo es un montaje de la "derecha más recalcitrante" y el pobre Fernández un "represaliado político" contra cuya "inocencia y dignidad" se atenta. Desde Sevilla, a resguardo del levante y sus conocidos efectos, la consejera y portavoz de la Junta, Mar Moreno, hila un poco más fino y no le importa dejar tirado a Fernández para intentar salvar a los grandes jefes. Tan fino hila que ha recuperado la ordalía como prueba judicial. Notable adelanto de la Andalucía cavernaria que se nos prepara.
Las famosas ordalías, prohibidas ya en el siglo XII pero mantenidas en la práctica por el entusiasmo del mismo pueblo soberano que hoy rige el destino de las naciones, eran pruebas rituales usadas desde épocas primitivas para establecer la verdad en los juicios. Hablamos, como saben, de la prueba del fuego, del agua hirviendo, el hierro candente y otros refinamientos semejantes. El que la superaba, y había quien la superaba, era declarado inocente de inmediato. La prueba ritual que el gobierno andaluz cree haber superado, medio abrasado pero vivo, es la de las últimas elecciones, pues sólo eso explica que la consejera Moreno pueda decir que "este es un caso del pasado que no puede afectar ni al presente gobierno ni afectará al futuro gobierno de Andalucía". Ese pasado es tan próximo que no hay prescripción posible, pero la prueba salvadora ha tenido la mágica virtud de hacerlo remoto, sin consecuencias. En eso están: ¡qué ganas de poner en la fachada el azulejo de "hasta aquí llegó la riada del 2012"! Pero, ay, las aguas siguen subiendo y hay jueces que no saben de ordalías.
Primero, los cincuenta cargos del PSOE gaditano, paisanos y amigos de toda la vida de Fernández, que piensan que no tenía que haber evitado nada porque aquí no ha pasado nada. Todo es un montaje de la "derecha más recalcitrante" y el pobre Fernández un "represaliado político" contra cuya "inocencia y dignidad" se atenta. Desde Sevilla, a resguardo del levante y sus conocidos efectos, la consejera y portavoz de la Junta, Mar Moreno, hila un poco más fino y no le importa dejar tirado a Fernández para intentar salvar a los grandes jefes. Tan fino hila que ha recuperado la ordalía como prueba judicial. Notable adelanto de la Andalucía cavernaria que se nos prepara.
Las famosas ordalías, prohibidas ya en el siglo XII pero mantenidas en la práctica por el entusiasmo del mismo pueblo soberano que hoy rige el destino de las naciones, eran pruebas rituales usadas desde épocas primitivas para establecer la verdad en los juicios. Hablamos, como saben, de la prueba del fuego, del agua hirviendo, el hierro candente y otros refinamientos semejantes. El que la superaba, y había quien la superaba, era declarado inocente de inmediato. La prueba ritual que el gobierno andaluz cree haber superado, medio abrasado pero vivo, es la de las últimas elecciones, pues sólo eso explica que la consejera Moreno pueda decir que "este es un caso del pasado que no puede afectar ni al presente gobierno ni afectará al futuro gobierno de Andalucía". Ese pasado es tan próximo que no hay prescripción posible, pero la prueba salvadora ha tenido la mágica virtud de hacerlo remoto, sin consecuencias. En eso están: ¡qué ganas de poner en la fachada el azulejo de "hasta aquí llegó la riada del 2012"! Pero, ay, las aguas siguen subiendo y hay jueces que no saben de ordalías.
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