(PUBLICADO EN INFORMACIÓN EL DOMINGO 29 DE ABRIL DE 2012).
Estamos
viviendo intensamente y llenos de plenitud el tiempo Pascual, con la plenitud
que nos ha dado Jesús al Resucitar de entre los muertos. Él nos ha llenado de
vida, Vida Eterna, y todos los sufrimientos han quedado compensados y adquieren
otro significado. Los cristianos acogemos todos nuestros pesares, desasosiegos,
desesperanzas y la cargamos a nuestra cruz para portarla con alegría porque en
ella va impreso nuestro particular camino hacia la salvación.
Una
vez manifestada mi alegría por vivir en esta eterna Pascua de Resurrección
quiero haceros partícipes de una serie de reflexiones sobre la caridad en su
sentido y término más absoluto, desprendido y desnudo del mismo.
Que
estamos en crisis no hace falta ni decirlo, que estamos padeciendo la crisis
tampoco, que vivimos en crisis, eso ya es otra cosa. Porque padecer los
estragos que generan las crisis que están instaladas en nuestra Nación, la
económica, la de valores, la de creencias, está convirtiéndose en lo más normal
del mundo, pero decir que la vivimos puede resultar totalmente contraproducente
para nosotros. Quiero creer que la de valores y creencias no nos deben
afectarnos, tanto en cuanto, somos personas de fe y Dios hace todos los días
que no sucumbamos a las mismas. Todo dependerá de una vida espiritual bien alimentada con la oración y con la
Eucaristía.
La
crisis económica está destruyendo todo por donde pasa. Es como la lava del
volcán que destroza todo cuanto coge a su paso. Todos la estamos padeciendo,
pero algunos más que otros. No debemos olvidarnos nunca de nuestros hermanos
que se han quedado sin trabajo, que en sus casas no entra ningún tipo de
ingreso económico, que no pueden vivir de la mínima pensión de los padres, el
que los tuviere, y están siendo desalojados de todos sus bienes por no poder
hacer frente a ellos. Hay cientos de miles de personas que lo están pasando muy
mal, demasiado mal y que a estas alturas su horizonte es tan corto como la
ceguera en la que tienen inmersa el alma. Ahí, es donde debe entrar con toda su
fuerza el sentido de caridad cristiana que podría llamarse solidaridad para
aquellos que no tienen la suerte de creer en un Dios que es Padre y Bueno.
Por
mucho que insulten y menosprecien los “pseudoprogresistas” de la izquierda de
este país, que se vuelve a llamar España,a la Iglesia Católica es esta la que
sustenta a cientos de miles de personas, aliviándole un poco la pesada carga de
la pobreza de recursos económicos que conlleva a un vacío en lo emocional y en
lo psicológico. Cáritas está desbordada y, gracias a Dios, son muchas las
personas que ayudan para dar lo que otros necesitan más.
Quiero
traer aquí a otra Institución como es la de los Caballeros Hospitalarios de San
Juan Bautista que tienen como finalidad principal el ejercicio de la caridad
cristiana a los más necesitados, desfavorecidos y marginados por esta sociedad
que lleva demasiado instalada en un consumismo, materialismo y un relativismo
atroz.
Dar
cobijo a quien no tiene techo, dar de comer y beber al que pasa necesidad,
curar y atender al enfermo, vestir al que no tiene para nada, visitar a los
presos que también necesitan de una palabra de consuelo, una mano amiga que le
ayude a volver a caminar, dar cristiana sepultura al que ha muerto y rezar,
rezar mucho para que Dios nos de fuerzas para que sigamos haciendo su voluntad
a través de los que más necesitados están,
se ha convertido en una auténtica obligación para todo cristiano, para
todo católico que sea mínimamente coherente con sus creencias.
En
tiempo de crisis tenemos que ser muy resolutivos, dejar la pereza y hastío a un
lado, y ponernos en marcha porque estamos obligados a socorrer a muchos de
nuestros hermanos y estaremos cumpliendo el más grande de los mensajes y de los
dictados que nos dejó Jesús Resucitado: El de amarnos los unos a los otros como
Él nos amó.
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