lunes, 30 de abril de 2012

CARIDAD CRISTIANA; POR JESÚS RODRÍGUEZ ARIAS.


 (PUBLICADO EN INFORMACIÓN EL DOMINGO 29 DE ABRIL DE 2012). 


            Estamos viviendo intensamente y llenos de plenitud el tiempo Pascual, con la plenitud que nos ha dado Jesús al Resucitar de entre los muertos. Él nos ha llenado de vida, Vida Eterna, y todos los sufrimientos han quedado compensados y adquieren otro significado. Los cristianos acogemos todos nuestros pesares, desasosiegos, desesperanzas y la cargamos a nuestra cruz para portarla con alegría porque en ella va impreso nuestro particular camino hacia la salvación.

            Una vez manifestada mi alegría por vivir en esta eterna Pascua de Resurrección quiero haceros partícipes de una serie de reflexiones sobre la caridad en su sentido y término más absoluto, desprendido y desnudo del mismo.

            Que estamos en crisis no hace falta ni decirlo, que estamos padeciendo la crisis tampoco, que vivimos en crisis, eso ya es otra cosa. Porque padecer los estragos que generan las crisis que están instaladas en nuestra Nación, la económica, la de valores, la de creencias, está convirtiéndose en lo más normal del mundo, pero decir que la vivimos puede resultar totalmente contraproducente para nosotros. Quiero creer que la de valores y creencias no nos deben afectarnos, tanto en cuanto, somos personas de fe y Dios hace todos los días que no sucumbamos a las mismas. Todo dependerá de una vida espiritual bien  alimentada con la oración y con la Eucaristía.

            La crisis económica está destruyendo todo por donde pasa. Es como la lava del volcán que destroza todo cuanto coge a su paso. Todos la estamos padeciendo, pero algunos más que otros. No debemos olvidarnos nunca de nuestros hermanos que se han quedado sin trabajo, que en sus casas no entra ningún tipo de ingreso económico, que no pueden vivir de la mínima pensión de los padres, el que los tuviere, y están siendo desalojados de todos sus bienes por no poder hacer frente a ellos. Hay cientos de miles de personas que lo están pasando muy mal, demasiado mal y que a estas alturas su horizonte es tan corto como la ceguera en la que tienen inmersa el alma. Ahí, es donde debe entrar con toda su fuerza el sentido de caridad cristiana que podría llamarse solidaridad para aquellos que no tienen la suerte de creer en un Dios que es Padre y Bueno.

            Por mucho que insulten y menosprecien los “pseudoprogresistas” de la izquierda de este país, que se vuelve a llamar España,a la Iglesia Católica es esta la que sustenta a cientos de miles de personas, aliviándole un poco la pesada carga de la pobreza de recursos económicos que conlleva a un vacío en lo emocional y en lo psicológico. Cáritas está desbordada y, gracias a Dios, son muchas las personas que ayudan para dar lo que otros necesitan más.

            Quiero traer aquí a otra Institución como es la de los Caballeros Hospitalarios de San Juan Bautista que tienen como finalidad principal el ejercicio de la caridad cristiana a los más necesitados, desfavorecidos y marginados por esta sociedad que lleva demasiado instalada en un consumismo, materialismo y un relativismo atroz.

            Dar cobijo a quien no tiene techo, dar de comer y beber al que pasa necesidad, curar y atender al enfermo, vestir al que no tiene para nada, visitar a los presos que también necesitan de una palabra de consuelo, una mano amiga que le ayude a volver a caminar, dar cristiana sepultura al que ha muerto y rezar, rezar mucho para que Dios nos de fuerzas para que sigamos haciendo su voluntad a través de los que más necesitados están,  se ha convertido en una auténtica obligación para todo cristiano, para todo católico que sea mínimamente coherente con sus creencias.

            En tiempo de crisis tenemos que ser muy resolutivos, dejar la pereza y hastío a un lado, y ponernos en marcha porque estamos obligados a socorrer a muchos de nuestros hermanos y estaremos cumpliendo el más grande de los mensajes y de los dictados que nos dejó Jesús Resucitado: El de amarnos los unos a los otros como Él nos amó.




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