Sección - Marinero en tierra
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Dentro de unos días, los populares en la Comunidad
Valenciana celebrarán un congreso importante para su historia como formación
política. Su importancia no estará sólo en la cantidad de compromisos
personales, cálculos estratégicos de las agrupaciones y guiños a la Ejecutiva
Nacional para transmitir la consigna de un partido fuerte y cohesionado. Con
las baterías de recortes que se están poniendo en marcha y el apretado
calendario de movilizaciones que se están preparando, el partido debería
renovar su narrativa para responder de una manera coherente a las expectativas
de sociedades líquidas y vulnerables.
La renovación de una narrativa política es una tarea
complicada. Se consigue cuando se está en la oposición y se destroza cuando se
está en el gobierno. A finales de los noventa los populares construyeron una
narrativa atractiva con la que consiguieron destronar un lermismo que parecía
imbatible. No sólo se ganó porque la oposición estaba llena de familias que
perseguían el porvenir sino porque se consiguió canalizar inquietudes de la
sociedad civil, de colectivos profesionales, de ciudadanos independientes y de
votantes descontentos.
Durante estos años de gobierno, los populares no sólo han
conseguido mantener sus mayorías sino que las han incrementado
cuantitativamente. Unos atribuyen este éxito a los sucesivos descalabros de los
fugaces líderes de la oposición, otros a liderazgos personales indiscutibles en
determinadas agrupaciones. Pero el éxito político es fugaz y despiadado, sobre
todo si no se ha construido una narrativa ideológica potente que vertebre
personas y grupos, emociones y razones, votos y argumentos, tradiciones e
ilusiones.
En tiempos turbulentos no habría que despreciar las mejores
ideas ni los mejores profesionales. Algo complicado en la renovación
generacional de un partido que se ha ido descapitalizando de ideas, de
profesionales, de ejemplaridades políticas y de argumentaciones coherentes. Si
Robert Michels levantara la cabeza vería cómo la ley de hierro de las
oligarquías se ha cumplido de una manera implacable.
Convertido en maquinaria electoral despiadada y seducido por
el tuiteo de las redes, el partido se ha llenado de estimación sin
discrepancia, en pura marca que administran peritos de apariencias. Como
maquinaria y marca, le ha dado la espalda al sufrimiento de muchos militantes
que creían en valores, que confiaban en tradiciones y que soñaban con un
proyecto de sociedad abierta. ¿Dónde quedaron los valores del humanismo
cristiano, del regionalismo liberal, del tradicionalismo valencianista o del
liberalismo social?
Agustín DOMINGO MORATALLA
Para el viernes 27 de Abril de 2012, en LAS PROVINCIAS.
GRUPO VOCENTO
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