Revista Ecclesia.
TEXTO ÍNTEGRO EN ESPAÑOL DE LA CATEQUESIS
Queridos hermanos y hermanas: Hoy se celebra la memora litúrgica de San Alfonso María Ligorio, Obispo y Doctor de Iglesia, fundador de la Congregación del Santísimo Redentor, redentoristas, patrono de los estudiosos de teología moral y de los confesores. San Alfonso es uno de los santos más populares del siglo XVIII, por su estilo sencillo e inmediato y por su doctrina sobre el sacramento de la Penitencia: en un período de gran rigorismo, fruto de la influencia jansenista, él recomendaba a los confesores de administrar este Sacramento manifestando el abrazo gozoso de Dios Padre que en su misericordia infinita no se cansa de recibir al hijo arrepentido.
La celebración de hoy nos ofrece la ocasión para detenernos en las enseñanzas de San Alfonso sobre la oración, más que nunca preciosas llenas de inspiración espiritual. Data del año 1759 su tratado El gran medio de la Oración, que él consideraba el más útil entre todos sus escritos. En efecto, describe a la oración como «el medio necesario y seguro para obtener la salvación y todas las gracias de las cuales tenemos necesidad para conseguirla» (introducción). En esta frase está sintetizado el modo Alfonsiano de entender la oración.
Antes que nada, diciendo que es un medio, nos llama con el fin de alcanzar: Dios nos ha creado por amor, para podernos donar la vida en plenitud; pero esta meta, la vida en plenitud, a causa del pecado se ha, por así decirlo, alejado, todos lo sabemos, y solo la gracia de Dios la puede hacer accesible. Para explicar esta verdad basilar y hacer comprender con rapidez cómo sea real para el hombre el peligro de “perderse”, San Alfonso había acuñado una famosa máxima muy elementar que dice: «Quien ora se salva, quien no ora se condena». Como comentario de esta frase lapidaria, añadía: «Sin oración cosa muy difícil es que nos podamos salvar; tan difícil que, es del todo imposible… con la oración, la salvación es segura y fácil» (II, Conclusión). Y aún dice: «Pensemos que, si no rezamos, ninguna excusa podremos alegar, porque Dios a todos da la gracia de orar… si no nos salvamos, culpa nuestra será. Y la causa de nuestra infinita desgracia será una sola: que no hemos rezado» (ibíd.). Diciendo por lo tanto que la oración es un medio necesario, San Alfonso quería hacer comprender que en cada situación de la vida no se puede prescindir de orar, en especial en el momento de la prueba y en las dificultades. Siempre debemos llamar confiadamente a la puerta del Señor, sabiendo que en todo Él cuida de sus hijos, de nosotros. Por esto, estamos invitados a no temer de acudir a Él y presentarle confiados nuestras peticiones, con la certeza de obtener aquello de lo cual tenemos necesidad.
Queridos amigos, esta es la cuestión central: ¿Qué cosa es verdaderamente necesario en mi vida? Respondamos con san Alfonso: «La salud y todas las gracias que para ella se necesitan» (ibíd.), naturalmente entendiendo no solo la salud del cuerpo, sino sobre todo también aquella del alma, que Jesús nos dona. Más que de cualquier otra cosa tenemos necesidad de su presencia liberadora que hace verdaderamente humano, y por ello colmado de gozo nuestro existir. Y solo mediante la oración podemos recibirlo a Él, su Gracia, que, iluminándonos en cada situación, nos hace discernir el verdadero bien y, fortificándonos, hace eficaz también nuestra voluntad, es decir la hace capaz de actuar el bien conocido. Muchas veces reconocemos el bien, pero no somos capaces de hacerlo. Con la oración, lo conseguimos. El discípulo del Señor sabe de estar siempre expuesto a la tentación y para vencerla no deja de pedir ayuda a Dios en la oración.
San Alfonso reporta el ejemplo de San Felipe Neri, muy interesante, que «Imitemos a San Felipe, el cual apenas despertaba por la mañana decía al Señor: Señor, no dejéis hoy de la mano a Felipe, porque si no, este Felipe os va a hacer alguna trastada» (III, 3). Grande realista, pide a Dios de posar su mano sobre él. También nosotros, conscientes de nuestra debilidad, debemos pedir el auxilio de Dios con humildad, confiando en la riqueza de su misericordia. En otro pasaje dice San Alfonso: «Nosotros somos pobres de todo, pero si pedimos ya no somos pobres… Si nosotros somos pobres, Dios es rico» (II, 4). Y, sobre la huella de San Agustín, invita a cada cristiano a no tener temor de procurarse de Dios, con las oraciones, aquella fuerza que no tiene, y que le es necesaria para hacer el bien, con la certeza de que el Señor no niega su ayuda a quien le reza con humildad (cfr. III, 3).
Queridos amigos, San Alfonso nos recuerda que la relación con Dios es esencial en nuestra vida: sin la relación de Dios falta la relación fundamental y la relación de Dios se realiza en el hablar con Dios, en oración personal cotidiana y con la participación en los Sacramentos, y así esta relación puede crecer en nosotros; puede crecer en nosotros la presencia divina que dirige nuestro camino, lo ilumina y lo hace seguro y sereno, también en medio de las dificultades y peligros. Gracias.
(Traducción: Patricia L. Jáuregui Romero – Radio Vaticano)
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