Los elogios comenzaron a multiplicarse desde que el libro salió de la imprenta. Primero fue Rupert Murdoch, que señaló la obra como algo que «todo votante» debía leer. Dick Cheney hizo un llamamiento a los ciudadanos para que lo leyeran antes de las elecciones alegando que en sus páginas podía comprobarse cómo Obama no era el típico demócrata, sino que se había ido «muy a la izquierda». A ellos se ha unido también el magnate de la comunicación Donald Tremp, afirmando que es «el mejor libro que he leído sobre cómo Barack está hundiendo nuestro país». Aunque Edward Klein, el autor de «The Amateur», no es conocido en España, sí goza de un gran prestigio en EE UU. Ha sido colaborador de «Vanity Fair», redactor de «Newsweek» y redactor jefe del suplemento del «New York Times», pero, por encima de todo, es el autor de biografías sensacionales como la de Ted Kennedy o Hillary Clinton. La reputación de Klein procede de encontrar material biográfico inédito y revelador y relatarlo con el interés de una novela.
«The Amateur» no decepciona. Relata, por ejemplo, cómo Obama ha adoptado un papel en política exterior más activo que cualquiera de los últimos presidentes, quizá con la excepción de Nixon, que capitaneó la apertura hacia la China comunista y la firma de la paz con Vietnam. Con una diferencia y es que Obama no parece haber tomado una sola decisión adecuada. La razón para sus errores –las equivocaciones típicas de un aficionado– parecen radicar de manera esencial en las personas que representan una auténtica influencia en su vida. Una entrevista con el reverendo Jeremiah Wright, un pastor negro a cuya iglesia asistió Obama hasta 2008, lleva a pensar que la visión política del actual presidente está más cerca de Hugo Chávez que de Bill Clinton. Pero más inquietante aún resulta el retrato de las dos personas que, a juicio de Klein, marcan la política en la Casa Blanca. No son otras que Michelle, la esposa de Obama, y Valerie Jarrett, una política de Chicago encumbrada hasta la posición de asesora presidencial por el mérito de haberle dado un empleo a Michelle cuando era todavía novia del actual presidente. De las consecuencias de esas influencias se puede juzgar cuando se tiene en cuenta que Michelle padece porque la presentadora Oprah Winfrey es más popular que ella. No sorprende que, como narra Klein, Obama haya podido dividir a la familia Kennedy o que su médico dé algunas informaciones sobre él no precisamente tranquilizadoras. En su conjunto, la imagen que deriva del libro es precisa e inquietante. Obama no pasa de ser un político atrevido y carente de preparación para asumir las tareas de la presidencia. Al estar sometido a las peores influencias también sin formación, está causando un daño considerable a Estados Unidos. Sin duda, no es la imagen que le conviene dar a Obama en medio de una campaña igualada.
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