lunes, 27 de agosto de 2012

CUATRO GATOS; POR ALFONSO USSÍA.

La razón



 
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Cuatro gatos; por Alfonso Ussía
Diccionario Inteligente
26 Agosto 12 - - Alfonso Ussía
Trinidad Jiménez ya no es ministra, y el dato no carece de supina importancia. Después de la victoria del Partido Popular en las últimas elecciones me asaltó el temor de que también tuviera en el nuevo Gobierno una mano enchufadora. Pero no. De igual manera lamenté su ausencia con el egoísmo que nos caracteriza a los que tenemos que escribir todos los días. Sin Trinidad Jiménez vuelan menos bobadas por el aire y ello nos dificulta más el hallazgo de una majadería digna de ser comentada. Pero Trinidad Jiménez es inasequible al desaliento. Ahora ha criticado con dureza la decisión de Televisión Española de ofrecer corridas de toros. Su argumento no parece firme ni sólido, sino temblón y líquido. Ha dicho doña Trini que no se justifica el cambio de actitud de los responsables de TVE porque los toros no tienen seguidores. Su asesor de datos y cifras no ha trabajado en demasía. El pasado año, acudieron a las plazas de toros más espectadores que a todos los partidos del Campeonato de Liga de la Primera División. A mí, particularmente, me produce el mismo respeto la opinión de un taurófilo que la de un antitaurino. Pertenezco a la primera subespecie, por aquello del arte en movimiento, la Cultura y la vida del portentoso animal que nace y se cría en las ganaderías y vive como un príncipe bovino cuatro años en las dehesas. Sin la Fiesta, no existirían los toros bravos, y esa realidad no admite discusión alguna. Entiendo a los que no gustan de los toros e interpretan desde el horror la lidia y muerte de tan prodigioso animal. Una muerte brava y clamorosa, más digna que la del matadero después de vivir en una estabulación de engorde con el sólo horizonte de un comedero y un abrevadero. Y renuncio, por no caer pesado, a la importancia cultural que el taurinismo atesora, desde la literatura a la pintura, pasando por la música y la escultura. No obstante, y lo repito, respeto a los que rechazan la Fiesta y detesto a quienes por borrar toda huella de españolidad la prohíben. Quien no guste de ella que no vaya. Quien no guste de los toros, que cambie de canal. Pero que doña Trini no mienta.

El toro bravo mantiene en España, Portugal, México, Colombia, Perú, Ecuador, y hasta en Venezuela, decenas de miles de puestos de trabajo. Y el dinero que se mueve alrededor de la Fiesta se cuenta por miles de millones de euros. Así es por la gran afición que apoya y ayuda al sostenimiento de la Fiesta taurina y el arte de la tauromaquia. Muchos izquierdistas de salón creen que adoptar una postura antitaurina les procura prestigio y respeto ante la sociedad. Han llevado la ideología política hasta el núcleo de un arte reconocido como tal en todo el mundo. Les sobran argumentos inteligentes y nacidos del gusto particular y la reflexión colectiva para manifestar su desacuerdo con la Fiesta. Pero han elegido el camino burdo y soez de la politización, y esa senda no es la adecuada. Doña Trini cree que su antitaurinismo es moderno, edificante y ejemplar, cuando en realidad, es simplemente oportunista. Pero decir que los toros en España no tienen capacidad de convocatoria es de pinocha nariguda. No se entendía que Televisión Española, en un alarde de buenismo absurdo, se comportara con los Toros como un nacionalista catalán o un batasuno vasco. Recuperando sus retransmisiones taurinas, TVE no hace otra cosa que servir al interés público ofreciendo en abierto importantes corridas que no precisan ni de abonos ni de pagos ni de instalaciones complementarias en los televisores. Y si, aparte de los gustos y las lógicas asperezas, la Fiesta de los toros es la española por definición, resultaba un mucho chocante que la Televisión Española por excelencia, la pública de todos, prohibiera la retransmisión de lo que millones de españoles ven, siguen, disfrutan y aplauden.
Esta retroprogresía de señorita Pepis que tan admirablemente representa doña Trini no ha estado acertada en este caso. En lugar de argumentos ha soltado una mentira. Una mentira, por otra parte, tan burda, que nos ha regalado una sonrisa en estos días melancólicos del final de agosto. Pip-pip.

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