En mi último artículo señalaba las repercusiones que el nombramiento de Paul Ryan puede tener para la carrera presidencial en Estados Unidos y subrayaba los peligros que entraña para Romney. De entrada hay que decir que la práctica totalidad de los analistas coincide en señalar que a Romney le iría mucho mejor con otras alternativas. Un negro como Colin Powell, un hispano como Marcos Rubio o una mujer como Condoleeza Rice –que, por añadidura, no es blanca– hubieran significado combinaciones casi invencibles. Incluso en el terreno de los anglos, Ryan ocupaba, como mucho, un tercer lugar en las quinielas. Partiendo de esa base, surge la pregunta de cuáles son las causas para su designación. Todo parece indicar que el candidato republicano a la presidencia ha optado por Ryan sobre la base de un análisis muy audaz del panorama electoral y, a la vez, peligroso. En lugar de cortejar a las minorías, Romney va a intentar hacerse con estados del medio oeste dudosos o en manos de los demócratas como Ohio, Wisconsin, Iowa e incluso quizá Pennsylvania y Michigan. Igualmente, el candidato republicano pretende recaudar las mayores cantidades de dinero para poder competir con alguien con el respaldo de tantos fondos como Obama. En ese sentido, la superioridad de Obama sobre McCain fue verdaderamente dramática. En ambas áreas, Ryan constituye una baza importante, ya que es de Wisconsin y, de manera muy especial, resulta conocida su extraordinaria habilidad para conseguir donaciones procedentes de acaudalados norteamericanos hartos de pagar impuestos. Por añadidura, Ryan ha sido capaz de humillar públicamente a Obama al frente de la comisión de presupuestos del Congreso. Añádase a esto su imagen de juventud y de buen padre de familia y un cierto atractivo personal. Con todo y aun reconociendo sus méritos, la realidad es que Ryan es una espada de dos filos. Objetivamente, puede ser de gran ayuda a Romney, pero, a la vez, se ha convertido en su talón de Aquiles. Si los norteamericanos llegan a la conclusión de que no se puede tolerar la situación económica actual con un paro del ocho por ciento y una deuda descomunal, Romney puede llegar a la Casa Blanca. Si, por el contrario, los votantes consideran que las cifras de paro –maquilladas por los demócratas aunque sin llegar a la desvergüenza de Caldera y ZP en España– indican una mejora; que resultaría intolerable acabar con instituciones como el Medicare que atiende sanitariamente a los ancianos; que no se puede colocar en el camino a la Casa Blanca –a cuatro u ocho años vista– a alguien como Ryan e incluso si el actual presidente decide colocar a su lado como vicepresidenta a Hillary Clinton –que absorbería el voto femenino como una esponja el agua–, entonces… ah, entonces lo más probable es que Obama disfrute de un segundo mandato.
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