martes, 28 de agosto de 2012

EL CIENTO POR UNO; POR ÓSCAR GONZÁLEZ ESPARRAGOSA -SACERDOTE-.

Diario de Cádiz


TRIBUNA LIBRE

El ciento por uno

ÓSCAR GONZÁLEZ / ESPARRAGOSA / SACERDOTE | ACTUALIZADO 28.08.2012 - 01:00
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HACE doce años comenzaba mi ministerio como párroco de san José de los extramuros de Cádiz. Se me enviaba a continuar la labor que, antes de mí, habían desempeñado figuras señeras de la Iglesia gaditana: Camilo García, Juan Antonio Paredes, Luis López, y el añorado Francisco Vallejo, de feliz memoria. Pastores ejemplares que habían dejado muy alto el listón de la generosidad en la entrega. Sólo la seguridad en el auxilio de Dios me invitaba a adentrarme confiadamente en el nuevo ministerio. 

Y han pasado doce años. Años intensos, felices, fecundos. Años en los que he tenido la oportunidad de compartir la vida cotidiana de una comunidad ejemplar y de un barrio amable y muy activo. El tiempo me ha brindado la oportunidad de participar en infinidad de vivencias de la feligresía: el casamiento de muchas parejas, el bautismo de los hijos, el camino de maduración humana y cristiana de niños y jóvenes, las vicisitudes alegres y amargas de las familias, el sufrimiento de los enfermos, y el desgarro de la marcha, de este mundo, de los seres queridos. Con la comunidad parroquial de San José he compartido, día a día, durante doce años, la fe en Jesucristo, el esfuerzo por conocer y dar a conocer su Evangelio, el compromiso por hacer posible un mundo mejor, el empeño en ayudar a los hermanos más necesitados, y la Mesa de la Eucaristía, que ha estrechado nuestra comunión en torno a Jesús Resucitado, y ha encendido nuestros corazones en el fuego de su amor. ¡Cuántos motivos para dar gracias a Dios! 

A las parroquias suele suceder como a los iceberg: lo que resulta más perceptible es sólo una pequeña parte de su volumen, la labor del párroco. Sin embargo, ésta sólo puede hacerse patente gracias a un volumen muchísimo mayor, que lo sustenta: el trabajo oculto de muchos hombres y mujeres, de todas las edades, apasionados por el Evangelio de Jesucristo, que trabajan por la extensión del Reinado de Dios en los corazones de las personas. Reinado de Vida y de gracia, de amor, justicia y paz. 

Llegado al final de mi encargo, quisiera que mi sentida gratitud llegara a todos aquellos con quienes la Providencia me concedió compartir estos maravillosos años: compañeros sacerdotes, comunidades religiosas y fieles cristianos laicos. También pido públicamente perdón por todas las deficiencias y equivocaciones con las que he podido defraudar a quienes se acercaron a mí. 

Prometió el Señor devolver el ciento por uno a quienes, por amor a Él y al Evangelio, abandonaran tierra, familia y bienes. Jamás hubiera podido imaginar de qué manera tan espléndida cumple el Señor sus promesas. Hoy cuento por cientos las familias que me acogen como a uno más de los suyos, los hermanos y hermanas que Dios me ha procurado, y la incontable riqueza de vida que los años de sacerdocio han ido atesorando en mi corazón. ¡El ciento por uno! 

¡Gracias, querida comunidad parroquial! ¡Gracias, barrio de San José! ¡Os llevaré siempre en el corazón! ¡Dios os bendiga!

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