La necesidad de cuidar la relación conyugal durante las vacaciones
Lo dicen las cifras y lo ratifican quienes han pasado por esta dolorosa experiencia: después del verano es cuando se producen más separaciones y divorcios. El motivo es que, según explican los expertos, las vacaciones permiten pasar más tiempo juntos y, por tanto, dan pie a que se produzcan más tensiones y se piense que «ya no tenemos nada en común» con nuestro cónyuge. Pero a la tortilla divorcista se le puede dar la vuelta: estos días de mayor cercanía permiten detectar y subsanar las diferencias que la rutina haya hecho nacer entre los esposos, y trazar un plan para combatirlas. Como las bicicletas de la novela, los matrimonios también son para el verano
Agosto de 2010, durante la Peregrinación Europea de Jóvenes a Santiago de Compostela. Una adolescente plantea a un catequista su opinión sobre las crisis matrimoniales:
- Yo creo que estar casado es como comprarse un cuadro. Cuando eres novio, quieres el cuadro en casa porque te encanta. Pero, después de un montón de años, te cansas de verlo todos los días y quieres deshacerte de él porque ya no te gusta, o cambiarlo por otro que se acople más a tus nuevos gustos.
El catequista mide sus palabras y responde:
- Bueno, si una vez que tienes el cuadro en casa te dedicas a estudiarlo, a profundizar en sus detalles, a analizar sus ángulos y matices, el estilo pictórico al que pertenece y cómo esa obra refleja de algún modo al pintor, entonces nunca te cansarás, y si eso ocurre, podrá gustarte de nuevo. Pero si te dedicas a visitar galerías y museos, quizá encuentres otro que te parezca mejor, aunque no lo sea. Aplicado al matrimonio, si te casas y te dedicas a recrearte en tu cónyuge y a estar pendiente de sus gustos, si cuidas de él y te dejas cuidar, si te formas para entender mejor sus reacciones, y si te relacionas con frecuencia con Dios Creador, nunca te cansarás de tu pareja. Si, por el contrario, descuidas tu matrimonio y te dedicas a otras actividades, o a coquetear con otros, quizá el matrimonio se rompa...
Al oír la respuesta, la joven dice, sollozando, que sus padres se han separado hace poco, y que ojalá ella hubiese sabido hablarle así a su madre, el día en que ésta le explicó por qué se separaba de su padre.
La anécdota muestra la dura realidad que viven miles de familias cada año: la ruptura se presenta como la única salida lógica para un matrimonio que lleva demasiado tiempo descuidando su relación de pareja. Algo que se intensifica tras las vacaciones de verano: en septiembre, se comienzan a tramitar casi el 30% de las rupturas, y algunos despachos de abogados presentan ofertas y precios especiales para el que denominan Mes del divorcio.
Don Andrés Valdés, máster en Ciencias de la Familia, fundador de la consultora Valora Family y director de los cursos de Experto Familiar del Instituto CEU de Estudios para la Familia, explica que, «durante el curso, vivimos tan deprisa que no nos damos cuenta de que nuestro matrimonio va mal. En verano, al pasar más tiempo juntos y tener más tiempo libre, afloran esas diferencias, que a veces se han gestado durante años, y caes en la cuenta de que tu vida conyugal no alcanza ni los umbrales mínimos de felicidad».
Pero ser consciente de los problemas no aboca a la ruptura: «La vida desgasta, y la vida de familia desgasta, sobre todo, a la pareja. Eso es lo normal. A quien camina todos los días se le gastan las suelas del zapato. Lo anómalo es tener un agujero en la suela y seguir andando como si nada, en lugar de cuidar el calzado y llevarlo a reparar, porque eso sólo puede generar heridas dolorosas. Y en el matrimonio, tus heridas son también de tu pareja».
Por eso, ante los primeros síntomas, hay que actuar cuanto antes, y, aunque haya pasado mucho tiempo, no hay que dar la batalla por perdida. «Todo el mundo se casa enamorado -explica don Andrés-, y cuando las parejas se rompen, es porque su proyecto común se ha desdibujado. Pero un divorcio es siempre un fracaso para cada cónyuge y para el resto de la familia, y por eso merece la pena esforzarse mucho en volver a dar color a ese proyecto, en cualquier etapa del matrimonio, e incluso aunque parezca muy difícil recuperarse».
Ser amable no es igual que ser educado
Para eso, la mejor solución es ser realista: «Lo de volverte a enamorar de tu pareja suena bonito, pero es absurdo. Enamorarse es un sentimiento, y, como todo sentimiento, es involuntario. Lo que funciona es ser fiel a tu compromiso de querer a la otra persona, y ayudar a que el otro te quiera como se comprometió a quererte. Eso es lo que hace feliz a la pareja: querer y ser querido, y eso se consigue, sobre todo, haciéndote amable, que no es ser educado, sino ser fácil de amar». Y cita algunas formas de lograrlo: «Si, cuando tú te miras al espejo, te ves cara de perro, tu cónyuge te verá igual, así que lo primero es cambiar la cara y, a veces, el aspecto descuidado. Además, en el amor cuentan muchísimo los detalles: preparar el desayuno, ser generoso con las exigencias del otro, proponer planes que sean del agrado del otro, ser cariñoso, ser humilde, cuidar la intimidad... Hay que hablar y comunicarse, pero también ser conscientes de que el 80% de nuestra comunicación es no verbal. Y, sobre todo, lo más efectivo es buscar ayuda en los profesionales que ayudamos a las parejas para que no vivan soportándose, sino siendo felices».
Este verano puede ser la ocasión perfecta para hacer que su matrimonio sea lo que está llamado a ser: un matrimonio realmente feliz.
José Antonio Méndez
10 pistas para detectar si tenemos problemas
Aunque cada matrimonio es diferente, la mayoría de las crisis de pareja suelen tener elementos comunes, como los problemas que surgen en el tiempo estival, o la llamada crisis de los 40 años, esa que nace cuando los esposos llevan varios años de relación, pero han estado más ocupados en la crianza de los hijos que en cuidarse el uno al otro. Por eso, el Foro de la Familia ha editado un documento con los 12 síntomas, 10 causas y 17 soluciones para esta llamada crisis del término medio. Para saber si usted debe dedicar este verano a cuidar su matrimonio de forma más esmerada, antes de que sigan creciendo los problemas, resumimos las 10 causas que llevan a la crisis:
1º) Dar por terminados los objetivos que ambos tenían en común, cuando todavía queda tanto por hacer conjuntamente.
2º) Perder el norte de las convicciones, virtudes y valores que les daban seguridad, y sustituirlos por actitudes materialistas que llevan a ver la vida con otros enfoques.
3º) Creer que las tareas familiares conllevan responsabilidades pesadísimas e imposibles de sobrellevar, y que el matrimonio se ha vuelto una carga más.
4º) Aparecen cambios físicos, biológicos, psicológicos, religiosos, económicos y sociales que hacen creer que han desaparecido las cosas importantes que tenían en común la pareja. Y éstos derivan en malestares pasajeros o depresiones.
5º) No estar preparados para el síndrome del nido vacío, y sentirse solos.
6º) Que uno de los miembros de la pareja luche para cumplir los objetivos de vida en común, mientras que la otra persona se acomode a quedarse atrás.
7º) Aparece la desilusión con uno mismo por los proyectos juveniles que no se han realizado; el cansancio, porque las responsabilidades de familia, trabajo, obligaciones sociales, etc. piden un esfuerzo continuado y se hacen cada vez más costosas; y el desengaño por ver que la pareja no quiere luchar por los objetivos que se propusieron.
8º) Buscar nuevas experiencias, muy atrevidas o de alto riesgo matrimonial, para evitar la sensación de tiempo perdido o aburrimiento, incluido coquetear con otras personas, incluso más jóvenes, para seguir sintiéndose atractivo.
9º) Practicar deportes de alto riesgo, un exagerado cambio de imagen o grandes inversiones económicas, como comprar coches deportivos, por llamar la atención.
10º) Cambios profundos en la vida económica, física o social de la pareja; pasar por una situación social inestable o peligrosa; modificar el carácter por una excesiva preocupación por la salud, o una pérdida de interés por el trabajo, etc.
Formarse bien, para amarse mejor
«Casarse religiosamente no se reduce a realizar una bella ceremonia en el marco solemne de un templo. Implica toda una actitud ante la vida: la decisión de sumergir la vida familiar en la corriente de creatividad espiritual que procede de Cristo resucitado, de su voluntad de transfigurar la vida humana mediante la participación comunitaria en una vida de auténtico amor». Son palabras del sacerdote y filósofo don Alfonso López Quintás, recogidas en el libro El descubrimiento del amor auténtico. Claves para orientar la afectividad, que acaba de publicar la BAC. Se trata de un libro de apenas 100 páginas, en las que el autor profundiza en el método para trabajar (sobre todo con jóvenes, pero no sólo) la formación afectiva, en el que viene trabajando desde hace años. «Mi propósito -explica el autor- no se limita a exponer la doctrina de la Iglesia sobre el amor y el matrimonio; quiero colaborar con todo lector que busque sinceramente la verdad de su vida a través de la reflexión filosófica y antropológica».
En opinión de López Quintás, la clave del éxito reside en conseguir que los propios implicados sean los protagonistas del proceso, que sean ellos mismos quienes vayan descubriendo, a partir de reflexiones y ejemplos, cuál es el camino que les permitirá el correcto desarrollo de su afectividad: «Lo decisivo, lo verdaderamente formativo, es ayudarles a que descubran, en primer lugar, el proceso de desarrollo del ser humano; en segundo lugar, los ocho niveles de realidad en que podemos vivir; y en tercer lugar, algunas claves certeras de orientación de la afectividad». Y, como explica en el prólogo, «lo que descubrimos nos persuade, nos impulsa a vivirlo interiormente. Y al persuadirnos nos transforma. Esta transformación nos permite adquirir un conocimiento preciso de realidades más sutiles y fecundas. Este círculo virtuoso impulsa nuestro ascenso a la madurez ética y modela gradualmente la figura de nuestro ser personal».
Quizás lo que más puede descolocar, en el mejor sentido, es cómo las distintas realidades conllevan distintos modos de comportarnos: «Millones de personas, sobre todo jóvenes, dan por hecho que la libertad y las normas se oponen. Ni siquiera sospechan que esto debemos analizarlo en cada uno de los niveles de realidad. La libertad de maniobra consiste en elegir, en cada instante, lo que más nos gusta, aunque no sea especialmente valioso. Lo agradable es un valor, sin la menor duda, pero aunque sea intenso, se halla bastante abajo en la escala de valores. En cambio, la libertad creativa no atiende sólo a nuestro bienestar particular; procura el bien que se nos da a través de distintas formas de encuentro». El descubrimiento del amor auténtico. Claves para orientar la afectividad es un trabajo imprescindible para aquellas personas que se preocupan por el proceso de crecimiento y maduración personal, terreno en el que la afectividad requiere una atención lo más esmerada posible.
Amparo Latre
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