Sección - Marinero en tierra
Petición
pública de perdón
Algo está cambiando en la cultura política de nuestro pueblo
cuando en poco tiempo varios personajes públicos se han visto forzados a pedir
perdón. Recordemos la escena del pasado Abril en la que Don Juan Carlos, a la
salida de la clínica en la que había sido intervenido, pedía públicamente
perdón diciendo: “lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a ocurrir”.
En menos de una semana hemos asistido a tres nuevas
peticiones. Después de la sentencia que condenaba a Nova Caixa Galicia por engañar
a un cliente al que vendió preferentes, José Mª Castellano y César
González-Bueno, nuevos directivos de la entidad, ofrecieron una rueda de prensa
para decir: “Pedimos perdón por el error de haber comercializado preferentes
entre nuestros clientes particulares sin suficientes conocimientos
financieros”.
Tres días más tarde comparecía en el Congreso Luis María
Linde, nuevo gobernador del Banco de España. Reconoció que la institución no
sólo ha tenido una actuación negligente en sus funciones supervisoras y
controladoras, sino que ha tenido actuaciones imprudentes en las fusiones, las
previsiones y la gestión de la credibilidad. A su juicio: “se actuó con poca
decisión, de modo insuficiente e inadecuado”.
El pasado día 17, la diputada Andrea Fabra Fernández dirigía
un escrito al presidente de las Cortes pidiendo perdón: “por mi inapropiada
expresión proferida durante el pleno del pasado 11 de Julio…cometí un error del
que no me siento honrada y por el que recurro a la benevolencia de la Cámara…”.
Estas declaraciones son algo más que respuestas pragmáticas
a una opinión pública descontenta, a una ciudadanía desmoralizada y a una
sociedad desilusionada. Los asesores están cambiando de estrategia: en lugar de
maquillar las responsabilidades o construir globos sonda con los que entretener
la opinión pública, ahora toca dar la cara, reconocer las culpas y pedir
perdón. No es fácil convencer a las autoridades políticas, económicas o
financieras que sin perdón no hay relato político creíble. Se terminó la fiesta
de la prepotencia, la soberbia y la arrogancia.
Para que esto evite la desmoralización cívica y la
desafección política no sólo hace falta arrepentirse de errores cometidos y
hacer propósito de enmienda. También hace falta reponer, restituir y, si fuera
el caso, restaurar un orden moral dañado. Un orden que no es grande por los
errores que soporta sino por la apalabrada fragilidad de quienes lo mantienen.
Agustín DOMINGO MORATALLA
Para el viernes 20 de Julio de 2012, en LAS PROVINCIAS.
GRUPO VOCENTO
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