Divertidos y muy interesantes estos Juegos Olímpicos de Londres. Los más vistos de la Historia
Oportunísimos los Juegos Olímpicos en un verano dominado por la crisis económica. Los veraneantes, para no gastar, han seguido masivamente las jornadas de clasificación del tiro con arco. Se lo oí ayer a dos ilustres habituales de Comillas en el Corro de Campíos. «He visto toda la clasificación de tiro con arco, y efectivamente, el mejor es el kubzeko Polionov». Su compañero de fatigas no coincidía. «No te olvides del Gambros, el chipriota». Toda crisis económica tiene también sus ventajas, y una de ellas es que los españoles, al fin, hemos sentido el aliciente de seguir con notable expectación las pruebas del tiro con arco, aunque algunos han elegido el «waterpolo», que es también divertidísimo.
Lo del «waterpolo» es impresionante. Los jugadores no hacen pie, y van de un lado al otro de la piscina con el único objetivo de meter un balón en la portería contraria. Como el balonmano, pero en el agua y con menor vibración atlética. La familia Méndez Cabarrús se lo pasó de cine viendo el Croacia-Afganistán de «waterpolo», acontecimiento que me perdí porque en mi casa, para ahorrar, seguimos muy de cerca y con enorme pasión la halterofilia femenina, que ganó la búlgara Puchulova, que tiene un gran futuro, pero no con los hombres. No hay varón en el mundo que se atreva a susurrarle cariños a Puchulova, a la que le deseo lo mejor, por otra parte. Mis amigos, los Sagasta-Moranchel, aprovecharon el día lluvioso y desapacible para seguir los treintaydosavos de final de Ping-Pong, también llamado Tenis de Mesa. Según me han contado mientras tomaban pipas y cacahuetes lo del chino Jei Lin es impresionante. Ella, nacida Balmesó Calaff, no había salido de su asombro cuando me lo narraba: «Alucinante, verdaderamente alucinante». Gracias a la halterofilia femenina, me quedó algo de dinero para cenar, y en el restaurante «La Rabia», que es el mío, seguí las incidencias de la gimnasia femenina. Las japonesas muy pequeñas, pero fuertes. Pero pequeñísimas. Me recordaron a un querido y ya fallecido pariente de muy breve elevación sobre el suelo. Tenía un precioso campo en los alrededores de Toledo, y los jefes de un circo ambulante le pidieron permiso para establecer en sus tierras y por una noche, su campamento. Mi pariente les autorizó a ello con una condición. Que los guardas de la finca y sus familias pudieran asistir gratuitamente a la espectacular función. Así, que llegó el número de los liliputienses, y al aparecer en el anillo mágico, en la pista de los milagros, el Guarda mayor gritó decepcionado: «Qué putienses ni que putiensas, “nanos” como don Pedro!». Y estalló una ovación de muy complicada aceptación para mi consanguíneo. Pues lo de las gimnastas japoneses se me antojó terrible. Tan niñas y tan musculosas, no han podido desarrollarse de esa manera si no ha sido mediante la vejación y la esclavitud. Y ahí falla el espíritu olímpico y el buenismo de los Juegos. Una cosa es la preparación y el entrenamiento y otra muy diferente la tortura a los menores. Y a esas niñas las han torturado para alcanzar ese nivel de fuerza, ligereza y maestría. Me repugnó el espectáculo.
Hoy, cuando escribo, tengo regata de vela, piragüismo y halterofilia masculina. Quién me iba a decir años atrás que estaría todo un día pendiente de unos barquitos veleros, unas piraguas y unos brutos levantando pesas. Pero así son los Juegos Olímpicos. El próximo viernes se celebrará una competición apasionante. Las chicas corren, después nadan, más tarde se montan en una bicicleta, se sacan de no se sabe donde unas carabinas, disparan cinco veces, se montan en la bici de nuevo y llegan a la meta. No me lo pienso perder. Aquí hay una gran afición por ese deporte y estamos todos pendientes de la llegada del viernes.
Divertidos y muy interesantes estos Juegos Olímpicos de Londres.
Los más vistos de la Historia.
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