El negocio de la promiscuidad y la cultura anti-familia promueven las relaciones extramaritales
¿Se imagina que para cambiar una rueda, el mecánico le sugiriese destrozar el motor de su coche? ¿O que su médico le recomendase contagiarse de malaria para curar una gripe? Pues eso es lo que proponen quienes promueven la infidelidad para, no sólo satisfacer las fantasías sexuales más truculentas, sino resolver los problemas de la pareja. Quienes están detrás de este engaño son los promotores de la cultura anti-familia y determinadas empresas de contactos, que ganan ingentes cantidades de dinero rompiendo los matrimonios... y que aprovechan el verano para extender sus consignas envenenadas
Anuncios en televisión, cuñas de radio, banners en portales de correo electrónico y en los diarios online más visitados, reportajes en revistas femeninas..., la publicidad de las agencias especializadas en facilitar el contacto entre personas que quieren ser infieles a su pareja, se ha colado en todos los soportes mediáticos españoles. Y lo hacen no sólo con sugestivos mensajes a través del ordenador, sino también con polémicas campañas de publicidad, que utilizan la imagen de personajes famosos cuyos escarceos extramaritales son vox populi. Cada pocos meses, estas agencias dan a conocer el incremento de sus usuarios: ¡50.000 en un mes!, dice una; ¡Ya hay medio millón de infieles en España!,pregona otra. Sin ir más lejos, la pasada semana, aprovechando el imaginario colectivo del amor de verano y con la excusa de los Juegos Olímpicos, varios medios publicaron un reportaje de una agencia que alienta una Olimpiada de la infidelidad, y que engancha a sus usuarios recordando que la vida es breve...
El funcionamiento de estas redes es similar en todos los casos. Sirva de ejemplo un club online (que llamaremosclub XX), especializado en facilitar relaciones extramatrimoniales. Como la mayor parte de sus usuarios son varones (según reconocen varias agencias, en torno al 70% son hombres, aunque las mujeres son más promiscuas), los anuncios emplean imágenes de mujeres atractivas, y frases sugerentes que invitan al placer y aseguran discreción. Una vez en su web, los usuarios del club XX se registran de manera gratuita, rellenan un formulario en el que seleccionan sus gustos sexuales (la oferta incluye prácticas tan brutales que pueden suponer un riesgo para la salud), e inmediatamente pueden entrar en contacto con otros infieles. A los pocos minutos, los nuevos usuarios reciben varios emails con los perfiles más afines a sus gustos, y los usuarios antiguos reciben un correo con la noticia del nuevo ingreso, que tal vez les interese. Eso sí, para leer los mensajes privados que reciben de otros usuarios, ver el perfil de otros infieles y poder concertar una cita, es necesario pasar por caja, con tarifas que van de 50 a 300 euros.
Un negocio millonario
Lo cierto es que el negocio de la infidelidad mueve ingentes cantidades de dinero: según la revista Bloomberg Businessweek, el mercado de las redes online para infieles genera cerca de 450 millones de dólares al año. En España, una de las agencias de contactos más mediáticas ha reconocido que su beneficio ascendió a 40 millones de dólares en 2010.
Así que para que ningún usuario se retire en el momento de abonar la tarifa, en la web del club XX se publican numerosos testimonios. Unos alaban la infidelidad y la promiscuidad (Gracias a XX he encontrado la manera de traicionar varias veces a mi pareja, y siempre con gente distinta, ¡¡es genial!!); otros expresan que ser infiel es una válvula de escape para su sexualidad (Con mi pareja tenía miedo de que mis fantasías sexuales no fueran aceptadas. Gracias a XX he encontrado a muchas personas con las que ser yo mismo y no he arruinado mi convivencia); y otros, dicen que ser infiel, curiosamente, ha salvado su matrimonio (Soy un hombre como otros, con una mujer fantástica. Lamentablemente, la pasión ya no era como antes, pero tener una aventura de vez en cuando la ha reavivado y ahora estamos más unidos que antes).
Banalizar para enganchar
Esta última paradoja tiene explicación. Mientras que hasta hace no mucho la infidelidad se intentaba mantener oculta, al darse por sentado que era un mal para el matrimonio, ahora, como explica el psicólogo colombiano don Jesús Ramón Gómez, autor de obras como El laberinto del amor, «la infidelidad es promovida por la cultura del consumismo y sustentada por los ostentadores del relativismo. Para los grupos feministas, es una forma derevancha contra las actuaciones del hombre, mientras que se hace presente cada vez con mayor fuerza en novelas, series y películas». Y para muestra, un botón: en un reciente debate televisado, emitido en el late night del sábado, una terapeuta familiar afirmaba que «ser infiel puede salvar a una pareja y, además, mejora la autoestima». La estrategia es sencilla: quien busca ser infiel es que ya tiene un problema de pareja, pero al banalizar la infidelidad y presentarla como un bien, se invierte la percepción del mal cometido y más personas son capaces de adentrarse en esta senda. Curiosamente, quienes alteran esa percepción son aquellos que se lucran con estas relaciones...
La ilusión de una mentira
Eso sí, como explica el psicólogo, no estamos sólo ante un cambio cultural, sino que «se trata de un asunto que se ha presentado durante toda la Historia, y cuyas implicaciones afectan seriamente a la pareja». Las imágenes literarias cuasi cómicas del amante en el armario o la del marido cornudo esconden una realidad nada alegre. Como explica Gómez, «la infidelidad genera, en quien la ejerce, una ilusión de valer más, mientras que la persona afectada ve disminuir su autoestima; implica un manejo deshonesto de las relaciones, mentira, deslealtad y vivir en una realidad ficticia; afecta a la confianza en el sexo contrario y en la relación que se establece a futuro con el sexo opuesto; y repercute en los hijos y parientes cercanos, pues es reiterado que quien actúa de manera desleal con su pareja suele tener antecedentes familiares».
Sin confianza, no hay pareja
Tampoco es cierto que la infidelidad ayude al matrimonio. Según la Academia Americana de Abogados Matrimoniales (AAML), en el 68% de los divorcios, algún miembro de la pareja había iniciado una relación extramarital por la Red; y en el 33%, uno de los dos entraba en chats de contenido sexual. Dinamitada la confianza que exige el amor, es cuestión de tiempo que la pareja se derrumbe. Además, la infidelidad suele ir de la mano de la pornografía, que tampoco es buena aliada del matrimonio: un estudio publicado por el Family North Caroline Magazine revela que el porno hace que aumente la infidelidad en un 300%, y la AAML confirma que, en el 56% de las rupturas, uno de los cónyuges era adicto a la pornografía.
Comprometerse para ser feliz
Desenmascarado el engaño de la infidelidad, el sacerdote y doctor en Teología Moral don Pedro Trevijano, que ha dedicado años al estudio de las relaciones humanas, en su obra Orientación cristiana de la sexualidad (ed. Voz de Papel), explica que «la fidelidad es una exigencia del amor. Las motivaciones que estimulan a los esposos a no faltar a sus promesas tienen sus raíces en el amor. La fidelidad es indiscutiblemente un bien para el matrimonio y la familia, pero es un bien que hay que conquistar cada día. Supone el respeto a la palabra dada y el convencimiento de que siempre que nos comprometemos a algo, y luego no lo cumplimos, provoca sufrimiento. La infidelidad es lo contrario del amor, porque procede del engaño y provoca la desdicha».
Además, Trevijano pone en evidencia que «el ser humano es capaz del compromiso permanente, y, de hecho, millones de matrimonios, la mayoría, son fieles y perseverantes hasta la muerte». Porque mientras la infidelidad genera dolor, el compromiso es garantía de felicidad: «La fidelidad que ata al marido y a la mujer es un lazo amoroso que supone generosidad, entrega, paciencia, buen humor, y capacidad de perdón y de sacrificio, porque requiere que los dos superen los malentendidos y conflictos. Mientras la infidelidad piensa que se puede reconsiderar cualquier decisión, la auténtica libertad supone una capacidad de tomar decisiones responsables y definitivas, es decir, supone la fidelidad». Por algo, infidelidad suena tan parecido a infelicidad...
José Antonio Méndez
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