Mar en calma
La situación que atravesamos y su principal consecuencia, el paro, continúan amenazando nuestra recuperación y, lo que es más grave, nuestra esperanza. Pero pese a la incertidumbre extendida y a los miedos que acechan, somos más los que creemos en buscar soluciones, remando, que en buscar culpables, acusando. De todas formas lo de depurar responsabilidades parece una misión imposible, ya que quienes tuvieron que decidir si tomar o no las medidas necesarias en momentos críticos dicen haber actuado correctamente. Vamos, que todos se lavan las manos y las duras consecuencias de ajustes, recortes, deudas… resultan no ser consecuencia de equivocación alguna. Pese a que muchos españoles quisieran que las negligencias fueran juzgadas y penadas, observamos, no exentos de impotencia, que aquí nadie es responsable de nada. Y como hay que mirar al futuro, reconstruir valores perdidos, recuperar el bienestar social y frenar, dicho sea de paso, la constante y preocupante emigración de profesionales a otros países que sí ofrecen garantías laborales, hay que remar. Pero para encontrar una motivación en ello, son necesarios pasos que tranquilicen a la sociedad y la animen a volver a confiar. Algunos de esos pasos son prescindir de las indemnizaciones millonarias de altos cargos mientras que los funcionarios, por ejemplo, ven mermadas de nuevo sus cuentas. Y también, por qué no, restaurar la democracia en el castigado País Vasco, del que doscientas mil personas tuvieron que exiliarse.
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