Centenares de hogares españoles acogen o adoptan a niños con algún tipo de malformación congénita
MADRID- «El 90 % de los padres que tienen un hijo con síndrome de Down adoptaría a otro niño si tuviera posibilidades». Lo asegura Felio Vilarubias, presidente de la Fundación Talita, una entidad que acompaña a más de 300 niños con discapacidad. Seis familias de esta entidad forman parte de ella porque adoptaron niños con síndrome de Down.
El 95 por ciento de las mujeres aborta cuando conoce que su bebé viene con esta discapacidad, lo que ha provocado que, desde 1980, el número de nacimientos de estos niños se haya reducido a la mitad en España. Ellos forman parte del 90 por ciento de los diagnósticos por malformación que terminan en aborto. Pero, para muchas otras personas, una anomalía física, psíquica o sensorial no es una traba para acoger o adoptar a un niño.
En España, más de 30.000 niños viven en instituciones que se encuentran tuteladas por el Estado. De ellos, aproximadamente 11.000 lo hace en acogimientos residenciales, es decir, a la espera de que el Estado les asigne una familia. Un seis por ciento de ellos sufre algún tipo de discapacidad o anomalía que requiere una especial atención. Y esto complica que puedan disfrutar de un final feliz en una familia de adopción.
La protección de los menores depende de cada comunidad autónoma. Las instituciones u organizaciones de personas con discapacidad no disponen de cifras claras sobre el número de niños con una discapacidad adoptados o acogidos en nuestro país. Las números son dispares y han variado con el fin de los años de bonanza económica. En Andalucía, la cifra de niños acogidos rondaba los 200 sólo en el año 2006. Madrid se situaba en torno a los 70 niños con discapacidad en régimen de acogida. La materialización de la adopción ya es harina de otro costal.
De cualquier forma, la cifra de nacimientos de pequeños con defectos congénitos ha pasado de los 8.488 entre 1980-85 a apenas un millar en 2009, es decir, en 29 años han dejado de nacer unos 7.000 niños con defectos congénitos. De esto se colige que también ha disminuido el número de niños con anomalías físicas, psíquicas o sensoriales que pasan a depender de la tutela estatal. Esta considerable reducción se debe, en gran parte, a la despenalización del aborto en el supuesto de «grave tara» del hijo que se espera. Uno de los tres supuestos de la ley de 1985.
Numerosas organizaciones de personas con discapacidad aplauden el anuncio de Ruiz-Garllardón, por ejemplo, desde CERMI (Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad). Luis Cayo, su presidente, explica a LA RAZÓN que tanto la ley de 1985 como la posterior de 2010 incurrían, en sus articulados, en una clara discriminación de las personas con discapacidad.
Reciben, por tanto, con agrado este anuncio porque, en palabras de Cayo, «era ética, política y jurídicamente inadmisible». Resume en pocas palabras el sentir de muchos hijos, padres, tíos y abuelos al afirmar que «los discapacitados son seres humanos con los mismos derechos y obligaciones que los demás ciudadanos, por tanto, no caben distingos por razones de discapacidad».
Apoyo de las entidades de adopción
Mientras que en España la discapacidad frena a muchos padres a adoptar, en Francia las principales organizaciones que gestionan acogidas dan prioridad a estos casos. En España esta conciencia está calando cada vez más, como constata la asociación Familias para la Acogida, que se ocupa con especial empeño de encontrar para estos niños el hogar adecuado. Meniños es otra entidad que vela por que todos los menores puedan crecer en un entorno familiar y redobla los esfuerzos para que estos pequeños disfruten de su derecho a crecer en familia.
En primera persona
Estrella Ferrón/ Madre adoptiva de un niño down
«A mi hijo down, lo miras y lo quieres»
Estrella y su marido Eduardo son padres de cuatro hijos biológicos y uno adoptado, Juan, que además tiene síndrome de Down. Alejandro es el miembro más reciente de los García-Ferrón, un niño acogido. Esta familia numerosa es diferente desde la llegada de Juan a sus vidas porque «se aprende a valorar más al ser humano. Él no llegará a estudiar Económicas pero es una persona tan valiosa como cualquier otra», afirma Estrella. Ella comprende el miedo que se siente ante la llegada de un hijo con discapacidad, porque también lo sintió al aventurarse con la adopción de Juan, pero sabe que, además del miedo, lo que más paraliza es el desconocimiento. Porque ama la vida aplaude la decisión del ministro con un escueto pero sincero «es algo buenísimo». Juan, que prácticamente necesita atención las 24 horas del día, es «lo mejor que nos ha pasado, y lo decimos todos». Estrella reconoce que, a veces, el cansancio físico hace estragos, pero para ella no importa «porque como Juan me abraza no me ha abrazado nadie en mi vida».
En primera persona
Águeda Fernández/ Madre adoptiva de dos niños con discapacidad mental
«Quien no lo ha vivido no sabe lo bello que es»
Águeda y su marido Rafael son padres de 9 hijos: 7 biológicos y 2 adoptados. En el primer embarazo, el feto fue diagnosticado con una «enfermedad rara» degenerativa. Los médicos no dieron al bebé tres meses de vida. Ahora Esther tiene 31 años y es maestra. Después de este milagro, como lo califica la madre, y cansada de escuchar consejos desalentadores de quienes «no han vivido esta experiencia», el matrimonio tomó en dos ocasiones la decisión de adoptar niños con discapacidad mental. «Siempre digo a las madres –Águeda es enfermera en Obstetricia– que los pronósticos médicos en casos de malformaciones en el feto suelen ser erróneos. Y aunque así fuera, ¿qué mayor alegría que ver crecer a un hijo con alguna discapacidad?».
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