El sevillano, El Juli y Miguel Ángel Perera salen a hombros en la tercera de San Sebastián de los Reyes
San Sebastián de los Reyes (Madrid). Tercera de feria. Toros de Victoriano del Río, muy terciados de presentación y anovillados. Noble, flojo pero con recorrido el 1º; codicioso, de largo viaje y a punto de rajarse el 2º; manso y descontrolado, se deja y a menos, el 3º; manejable y protestón, el 4º; el 5º, derrotón y malo; y el 6º, codicioso y repetidor. Casi lleno.
Morante de la Puebla, de verde y oro, media estocada, trece descabellos (pitos); estocada corta (dos orejas).
El Juli, de marino y oro, media estocada, descabello (dos orejas); pinchazo, media (saludos). Miguel Ángel Perera, de grosella y oro, pinchazo, estocada (oreja); aviso, estocada trasera, segundo aviso, descabello (oreja).
A la segunda verónica de Morante al cuarto pocos recordaban que poco quiso saber de su primero. Cuando el recital fue sumando lances, cada vez más hondos, más lentos hasta llegar al mismo centro del ruedo... Entonces, sólo entonces, había merecido la pena peregrinar y olvidar la frustración inicial. La cosa no quedó ahí y dibujó Morante un quite por chicuelinas que sólo a él pertenecen. Ceñidas, sí, y toreadas y vibrantes, porque lo llena todo. Y lo viste y lo envuelve. No sabíamos cuánto podía durar. Morante es un misterio. De ahí tener alerta todos los sentidos. En cualquier momento se podía acabar, consumir, evaporar o devolver el enfado en décimas de segundo. Eso es Morante, gloria y desesperación. Pero Morante alargó el deleite en el comienzo de faena a dos manos y Morante quiso por la derecha a pesar de que el toro protestaba. Tiró el sevillano del animal, arrancó derechazos y cuando lo cosió con el de pecho en ese monumento a la torería estaba la plaza entregada. Normal. Hubo muletazos soberbios, de uno en uno y al natural, vertical Morante y profundo, encajado. Ligado por el derecho, sorprendente siempre. Costó cuadrarle para la muerte, una estocada corta y dos orejas que no tienen peso si comparamos con el poso de su toreo. No abandona la memoria ni tras la fuerza del tiempo. Todo y nada. O nada (primero) y todo (cuarto).
El Juli salió más motivado, si cabe y sobre todo esta temporada con el quinto. Pero el toro de Victoriano del Río, tan justito de presentación como toda la corrida, fue malo a rabiar. Comenzó por derrotón y acabó orientado y con peligro. Expuso Juli. Se imagina fácil. Con el segundo, con el que se llevó un derrote fuerte, vimos varias versiones de El Juli. Más reposado por momentos, disfrutando del viaje del toro, que tuvo codicia, largura y motor. Hubo un cambio de muleta por la espalda y llegó el natural por encima de todos los naturales, tan lento, tan largo, tan bello... Reunió en la faena muletazos así con otros más embarullados y una sobredosis de circulares. Media espada. Dos orejas. Triunfo asegurado.
Perera anduvo muy hábil con el descontrolado tercero, que la armó de salida, en varas y persiguió a los banderilleros como el diablo. Le cambió los terrenos pronto Miguel Ángel, se lo llevó al otro extremo, en frente toriles, y allí fue cimentando una faena, en la que el toro se entregó en los primeros compases para apagarse después.
Repitió el toro, inagotable, en la muleta de un firme Perera. Se dilató con la espada. Pero logró sumar un trofeo más y salir a hombros de la plaza.
Tarde buena. Toro pequeño. Y plaza casi llena.
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