domingo, 30 de septiembre de 2012

LA MAZMORRA SAUDÍ NO PUEDE SER LA SOLUCIÓN LABORAL DE UNA ESPAÑOLA".

Internacional | La Gaceta



  • 'La mazmorra saudí no puede ser la solución laboral de una española'
    EL APARTHEID CONTRA LA MUJER

    27 COMENTARIOS XAVIER HORCAJO
    Una azafata narra a LA GACETA su calvario en Arabia Saudí.
  •  Los todopoderosos saudíes son crueles, corruptos y financiadores del fundamentalismo en el mundo entero, pero lo peor lo reservan para la mujer, aunque no sea árabe. Esta denuncia puede ilustrar a alguna incauta que, sin saber dónde se mete, acuda a la llamada para contratar enfermeras españolas que han hecho las autoridades saudíes aprovechando que estamos inmersos en una crisis económica.
    -¿Fue dura su vida en Arabia Saudita?
    -He pasado miedo, mucha incertidumbre. Mi estancia allí casi me destruye como ser humano. Arabia Saudita es un régimen que practica el apartheid contra la mujer, entre otras atrocidades. Es salvaje. Te anula. No comprendo cómo en Europa les ponemos alfombra roja cuando ellos son crueles, injustos, racistas y discriminadores como nadie. Por respeto a los derechos humanos, Europa debería volver la espalda a “Arabia Maldita”, que es como la llamamos muchos españoles que trabajamos allí. Como por ejemplo las “cucas” o las “cucarachas del desierto”: así nos autodenominamos las españolas por culpa del sayón obligatorio.
    -¿Se sintió perseguida?
    -Cumplí allí un año: mi contrato. Salí de “Arabia Maldita” el pasado 15 de septiembre. Fui allá porque necesitaba el dinero. Mi compañía española me dejó tirada y la crisis y un montón de engaños y mentiras me llevaron a Arabia. Me reclutaron en un hotel en Madrid y firmé por un año. En teoría, era seguir con el mismo trabajo, en los mismos aviones, en los que tenía más de 10 años de experiencia. Pero allí me sentí vejada desde el primer minuto. Sentí agobio, persecución, acoso y la verdadera “levedad del ser”, casi del no ser.
    -¿Cuáles son las amenazas reales para una mujer en Arabia?
    -En “Arabia Maldita” hay seis millones de personas consideradas población flotante. De ellas, tal vez un millón sean “kuffar” (es decir, infieles). Desde luego en el “paraíso islámico” estos pueden olvidarse de practicar su fe. Por ejemplo, el Ramadán –el ayuno musulmán que dura un mes– es obligatorio para todos, seas o no musulmán. Si te pillan, por ejemplo, fumando, te arriesgas a ser deportado. O azotado si te pillan comiendo. Si tienes la suerte de vivir allí con tu marido, también hay que ir con cuidado. Muchos han tenido problemas en la calle.
    -Lo peor que ha visto…
    -Lo peor es saber que los derechos humanos les importan un pepino. Nosotras nos topamos con una ejecución, en plena calle. Un tipo vestido de blanco con una espada enorme, a la vista de todos, le cortó la cabeza a otro por ser “desleal” al rey. Eso nos dijeron. Ocurrió en octubre del año pasado y desde entonces es una de mis pesadillas.¡Un horror! En plena calle, en Ryad.
    -Parece que en España y en Europa queremos mirar a otro lado…
    -Me avergüenza la solución que España y Europa dan a este drama. La riqueza petrolera nubla la vista a nuestros líderes políticos, sin excepción. Unos por vender aviones de combate, otros AVE; el caso es que no quieren compromisos con los derechos humanos. Y mientras ellos financian “madrasas”, odio, radicalismo salafista y wahabita, cuando no terrorismo, en medio mundo. En España hemos pagado con sangre esa relación con “Arabia Maldita”. ¡Qué asco!
    -Ahora están juzgando a un combatiente de los derechos humanos, el economista Al Quatani. ¿Allí lo sabe la gente de la calle?
    -Yo lo supe por la BBC, donde dicen que Al Quatani es un luchador por los derechos humanos. No sé cuál ha sido su condena, pero seguro que está en la cárcel. Allí cuesta mucho saber este tipo de cosas. Otras en cambio las airean y resulta odioso. Figúrense: los saudíes votan en la ONU la condena al dictador sirio Asad por atentar contra los derechos humanos. Menudo sarcasmo.
    -Debe ser una terrible sensación de soledad: mujer y en Arabia…
    -Aterricé en el Marriott de Jeddaa. No imaginas: “No women” en el gimnasio. Sales a la calle con tu abaya y la Policía religiosa –los “motawa”– te paran y te reprenden porque, al caminar, del sayón sobresalen los dedos de tus pies. Tú estás a 45 grados y ellos te montan un lío por llevar sandalias. Vas a comprar y sólo en los vestidores de las tiendas de lujo tipo Cartier (“Women only”) te puedes quitar la abaya. Es odioso. Ir a comer es discriminatorio para la mujer incluso en los McDonald’s, Pizza Hut, o los Starbucks, donde se practica el apartheid. Y a todo Occidente les parece simplemente una ominosa circunstancia cultural. No impide los negocios ni el respeto a semejante corrupción moral. Hombres aquí, mujeres allí. Hay restaurantes sólo para hombres, incluso los de horarios diferenciados. En Arabia hay hasta entradas diferenciadas para mujeres en muchísimas casas. Lo mismo ocurre en el transporte público, los hospitales, bancos o edificios del Estado.
    -¿Se sintió ofendida?
    -El primer shock es la abaya. El sayón que te tienes que poner, sí o sí, nada más llegar. Ocho horas de vuelo, dos para cambiar de avión y cuando haces los trámites del contrato, los análisis de sangre que deben incluir los resultados conforme no tienes sida, ni hepatitis B, certificados penales, de salud y un montón de cosas más. Consigues el permiso de residencia, porque sin eso no puedes poseer nada, ni un móvil. Nada más llegar te hacen una foto horrible, ya sabes: cara de miedo, sayón, y esa foto te persigue todo el tiempo que pases allí. Esa vas a ser tú. Tu personalidad se queda en España: en Arabia los saudíes no deben mirarte ni dirigirte la palabra.
    -¿Te acostumbras al miedo?
    -Las “cucas” o cucarachas pasamos mucho miedo. Allí las mujeres tiene un guardián personal, sea su padre, hermano o marido. Las casan forzadas, no votan, no pueden conducir (es una singularidad del país única en el mundo) y para firmar un documento público las tienen que identificar dos testigos varones. ¡Hay que verlo, eh! Las solteras que trabajan no tienen cabida. La enorme represión hace que muchos saudíes jueguen a llamar de noche a números de teléfono al azar, para conseguir un: “ Helloooooo?”, de una voz femenina desconocida. Si picas y descuelgas por puro hábito, estás perdida. El tipo te volverá a llamar una y otra vez, o dejará mensajes. En un país donde los delitos de sexo están a la orden del día.
    -Describe una sensación de desprecio total…
    -Los saudíes son tremendamente racistas. Es un signo del wahabismo. Especialmente lo son con los islámicos chiitas, con los filipinos musulmanes o con los africanos. A veces les tratan peor que a los “kuffar”, que somos nosotros, los infieles. Doy gracias a Dios por haber vuelto. He aguantado psicológicamente en esa cárcel, a la que me llevó la necesidad y la crisis de aquí. Recuerdo cómo lo celebramos cuando el Ministerio de Asuntos Islámicos exigió a los imanes que dejaran de rogar los viernes por la destrucción de los cristianos y de los judíos. Por eso dicen que el rey Abdullah, el custodio de los santos lugares, es un reformista.


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