domingo, 23 de septiembre de 2012

OTROS AZNARITAS FULMINADOS.

Política | La Gaceta


  • Otros aznaristas fulminados
    LOS MÁS CRÍTICOS, AL OSTRACISMO

    17 COMENTARIOS J. BUSTOS
    Aguirre es la última baja del marianismo, que se ha impuesto sobre posibles rivales sin miramientos.
  • Todos los analistas han coincidido en señalar la dimisión de Aguirre como el penúltimo mutis por el foro popular del aznarismo. En un reflejo argumental del caso Zapatero, quien pasó por Bambi antes que devenir Maquiavelo de León, los politólogos también quieren advertir en Mariano Rajoy un brote de cesarismo que contradice en los últimos tiempos su cacareado perfil gris de registrador de la propiedad metido a gestor, de tecnócrata sin ínfulas. Y lo cierto es que repasando las bajas más sonadas en el PP desde que Rajoy enfiló decididamente la carrera hacia La Moncloa olvidando su condición de primer aznarista, hay que concluir que se equivocaban quienes censuraban en el gallego una incapacidad congénita para ejercer un liderazgo fuerte.
    Crimen y castigos
    Ciertamente, Rajoy no necesita dar puñetazos en la mesa ni voces en la Ejecutiva para deshacerse de posibles rivales internos. Le suele bastar con abusar de los tiempos largos, de los silencios tercos y de la sordera persistente a las críticas de correligionarios descontentos, no digamos ya las de periodistas que inquieren por decisiones tan inexplicables para la base social conservadora como la liberación del etarra Bolinaga. Aguirre negó explícitamente que este extremo de la política antiterrorista influyera en su decisión, pero no es menos cierto que días antes había alzado la voz contra la polémica medida adoptada por el ministro Jorge Fernández.
    Y es que, precisamente, la convicción de que no se están haciendo bien las cosas en materia antiterrorista; el creciente consenso en torno a la falta de firmeza en la defensa de la unidad nacional y la sospecha de un pasteleo bajo cuerda como medio de asegurar la irreversibilidad del fin de ETA son las razones que motivaron en el pasado reciente la desafección de referentes populares tan sensibles como María San Gil o el mismo Ortega Lara. También Jaime Mayor Oreja, arrumbado en encomiendas europeas, o el diputado raso Ignacio Astarloa, que vegeta hoy en FAES, han expresado su desacuerdo con la deriva emprendida por este Ministerio del Interior. Con ostracismo pagó Rajoy sus servicios a los dos pilares de la combativa oposición a la primera legislatura de Zapatero: Ángel Acebes y Eduardo Zaplana, ambos dedicados hoy a la empresa privada. Con el ego ciertamente irreductible del antiguo hombre de hierro de Génova, Francisco Álvarez-Cascos, Rajoy renunció a avenirse para gobernar Asturias, de resultas de lo cual ahora el Principado está en manos socialistas. Para qué hablar de Rodrigo Rato, cuya poderosa sombra se alargaba sobre el Gabinete económico marianista hasta que vino Bankia a depurar el problema. El alumno aventajado de Rato en los Gobiernos de Aznar, Juan Costa, que amagó con presentarse y no dio en el valenciano congreso de la discordia, conoció igualmente su higiénica depuración al ser destinado a la irrelevancia del mero escaño antes de hartarse y huir al mundo empresarial.
    Manuel Pizarro, fichaje flamante del propio Rajoy, pronto chocó con su mentor cuando pretendió imponer una personalidad propia en el grupo parlamentario. Josep Piqué, mimado por Aznar, se fue en 2007 al evidenciarse que en el gallego no iba a tener un aliado. La Justicia le hizo a Rajoy un favor cuando imputó a Jaume Matas... Y así. Ahora, cada cual es libre de seguir considerando al presidente un político blando.

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