Esta semana "desde mi ventana" no va a relatar, ni describir, situaciones de diversas índoles que han sucedido en este "nuestro" mundo. No va hablar de política, ni de economía, ni de informaciones diversas porque, simple y llanamente, durante los últimos cinco días he estado "quitado" del mundo, apartado de intereses, insidias, maledicencias, malas o peores noticias e informaciones por doquier.
¡No! Esta semana decidí abrir mi ventana de par en par para que entrara la refulgente luz del sol, aunque estuviera oculto por mil nubes y lloviera agua fina con cierta persistencia, para que entrara un aire puro que nos limpiara de tantas impurezas, tantas falsedades e hipocresías, tanta tristeza, desesperación.
Como he dicho, una y otra vez, estoy en proceso de recuperación de la última crisis de mi enfermedad digestiva. Tras pasar unos días de baja obligada, de un estado medio inconsciente, de fuerte medicación y descanso permanente, pedí el alta voluntaria y nos dispusimos a disfrutar de unos días de vacaciones, cogidos con muchas anterioridad, en un pequeño pueblo de la Provincia de Cádiz: Villaluenga del Rosario.
No era la primera vez que estábamos allí. Ya lo conocíamos y sabíamos, a ciencia cierta, de sus bondades.
Nos alojamos en un apartamento del hotel "La Posada" de la cadena TUGASA, perteneciente a la Diputación Provincial de Cádiz. Debo reconocer y hacer constar mi felicitación, mi admiración y mi afecto personal a todo el personal que se dedica que los huéspedes nos encontremos, no como sino, en casa. Mi especial agradecimiento y reconocimiento a su directora: Mª Jesús y a Berna Barea.
Antes de encaminarnos a este bello y querido pueblo visitamos Zahara de la Sierra. Pueblo muy bonito y recoleto, con un castillo, del que solo queda en pie la Torre del Homenaje, en lo alto de este y que visitamos. Os lo confieso, para mí supuso una dura prueba porque un cansancio atroz hizo de mi un "trapo", pero aún así, poco a poco, pude llegar a la cima y entrar dentro de dicha Torre.
Cuando llegamos al coche me encontraba casi extenuado, pusimos dirección a Villaluenga. Antes de llegar paramos en el cruce que lleva al pueblo donde nos dirigíamos o a Grazalema, por el desvío de la carretera que lleva a Ronda. Es un camino más largo, pero evitamos los precipicios y las curvas de la tradicional y antigua carretera de la Sierra. En esa confluencia está el Mesón "Los Alamillos" donde se come muy bien y a buen precio. Repusimos las fuerzas necesarias y sobre las cuatro de la tarde pusimos la "directa" hacia nuestra segunda casa: "Villaluenga del Rosario.
Puedo deciros que desde que llegamos sentí como éramos recibidos con los brazos abiertos, cosa que pudimos experimentar con el paso de los días.
La tarde la aprovechamos para instalarnos, darnos una vuelta, departir con algún vecino, leer, jugar al "monopoly", cenar y acostarnos. Vimos un poco la tele, creo que ese fue el único día que encendimos el aparato.
El miércoles amaneció nublado y con una lluvia fina. Eso, para nosotros, no fue impedimento para que saliéramos a darnos una caminata por los alrededores del pueblo. Después nos acercamos a la farmacia, conversamos con el farmacéutico, fuimos a una tienda de las de "toda la vida" y estuvimos hablando con su dueña y varias señoras sobre el horario de Misa. Ellas nos indicaron que el pasado viernes empezaba la Novena por su Patrona, María Santísima del Rosario, y cuando hablaban de la Madre de Dios lo hacían con un cariño, con un amor puro y lleno de profundo sentido devocional.
Respirar un aire tan puro, que entraba sin permiso en nuestros hastiados pulmones, era un privilegio que sabíamos degustar, ver tan frondosa vegetación que permanecían plantadas en las soberanas cumbres que resguardaban esta pequeña localidad se convertía en una estampa típica de las tarjetas de Navidad, esas que se están perdiendo por culpa de los correos electrónicos y mensajes varios de la telefonía móvil, ver a los animales sueltos, a sus anchas, por los diferente parajes respetando a los nobles caminantes que aman, quieren y admiran la Madre Naturaleza, la grandiosa Obra Creadora de Dios, anima a nuestro espíritu al sosiego, a la tranquilidad.
Cada mañana, al empezar el día, me sentaba frente al ventanal que daba a las céntricas calles de Villaluenga y detrás de éstas: La montaña, la Sierra de Cádiz. Perdida la mirada en el infinito de los caminos serpenteantes que podía vislumbrar, rezaba, ofrecía el día, mis pensamientos, obras, mi vida a María Santísima y a Dios Padre Bueno. Puedo decir que era mi mejor complemento vitamínico. Dios me daba, de nuevo, fuerzas, ilusión, ganas de vivir. Y así día tras día...
Como hemos estado unos días, y el sentido de hospitalidad entre los "payoyos", que así es como llaman a los habitantes del lugar, fuimos conociendo y entablando amistad con muchos de ellos. Llegamos a ser, a considerarnos, como parte de ellos y así nos lo demostraron. Nos saludaban, nos paraban, hablaban con nosotros las cosas, los casos, sobre la gente, el pueblo, de todo, como si fuéramos parte de ellos.
Menos al Alcalde, fuimos conociendo a todas las "fuerzas vivas" así como a la gente que habita este precioso lugar en plena Sierra de Cádiz.
Aparte del Mesón de "Los Alamillos", almorzamos en el Restaurante "La Velada" así como el restaurante "Los Llanos" del hotel "La Posada". Sitio muy recomendable si se quiere comer muy bien, a buen precio y con una gran calidad.
Nos hemos ido con mucha tristeza porque hemos encontrado el lugar donde tenemos nuestro sitio, donde se vive a otro ritmo, donde el estrés es cosa de la ciudad y donde todo lo superfluo que nos rodea allí no llega.
¡Volveremos! ¡Sí, volveremos! Porque hemos tenido tiempo hasta de mirar alguna que otra casa porque queremos instalar allí nuestra segunda residencia. Hemos hecho números y creo que nos salen las cuentas.
En fín, termina una semana que habrá pasado de todo en el mundo, en España, en nuestras ciudades y nuestras vidas. Termina el plazo y los que se sentían amenazados habrán podido comprobar, en primera persona, que en ningún momento hubo "piratas ni mucho menos abordajes". Creo que muchos miedos se esquivarían si se confiara más en las personas y en la palabra dada. El temor de perder "el cortijo particular" hace que no creamos al otro y nos sintamos falsamente amenazados.
Os puedo decir, no me quiero poner muy doctrinal, que cuando uno se va conociendo, va sabiendo cuales son los límites, las limitaciones, y el Señor pone en el camino lo largamente buscado, ya los temores se vuelven inútiles y los miedos desaparecen.
Ansío la hora que, salvados los formalismos, nos convirtamos en payoyos los fines de semana y fiestas de guardar. Ansío la hora de volver, ver y disfrutar de ese pequeño pueblo que está al abrigo de las montañas y que se llama: Villaluenga del Rosario.
Buena semana y el próximo domingo nos volvemos a encontrar en esta particular tribuna que es "desde mi ventana".
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