sábado, 22 de septiembre de 2012

CARDENAL CAÑIZARES EN LA IGLESIA DE MONTSERRAT DE ROMA: "DICHOSOS LOS PUEBLOS Y NACIONES QUE CONFÍAN EN DIOS".


Revista Ecclesia.

canizares 
El Cardenal D. Antonio Cañizares Llovera, Prefecto de la Congregación para el Culto y la Disciplina de los Sacramentos, presidió en la iglesia de Nuestra Señora de Montserrat de Roma, la Eucaristía que con motivo de los doscientos años de la Independencia de los países centroamericanos organizaron los embajadores de Honduras, -decano del Cuerpo Diplomático ante el Vaticano -Costa Rica, El Salvador, Guatemala y Nicaragua. Concelebraron con el Purpurado 15 sacerdotes centroamericanos y españoles.
Entre los participantes que afluyeron a la Iglesia española de Roma se encontraba el Embajador de España cerca de la Santa Sede, D. Eduardo Gutiérrez Sáenz de Buruaga y varios otros embajadores acreditados ante el Vaticano.
El Decano del Cuerpo Diplomático y Embajador de Honduras D. Alejandro Emilio Valladares Lanza, agradeció  en nombre de sus colegas centroamericanos la presencia del cardenal y de los demás participantes recordando la relación entre sus países y la Fe católica desde el inicio de su vida como naciones independientes.
El Cardenal Antonio Cañizares en su homilía destacó la importancia de conmemorar la fecha de la independencia con un acto religioso y destacó la importancia de la devoción a la Virgen en las tierras cetroamericanas.
En su Homilía el Cardenal señaló que: “La Virgen Guadalupana como señaló Juan Pablo II en Méjico sigue siendo aun hoy el gran signo de la cercanía de Cristo, alimentando a todos los hombres, a todos los pueblos en entrar en comunión con él para tener acceso a Dios que es amor, rico en misericordia y piedad, atento a todos lo que le invocan y ponen en el su confianza. 
La Virgen de Guadalupe señala el camino de futuro y esperanza para los pueblos de Centroamérica y de todo el continente americano. Es luz que ilumina el camino hacia el futuro esperanzador de vuestros pueblos. Que Ella, la Virgen María, Nuestra Señora de Guadalupe, indique a la Iglesia y a vuestros naciones los caminos mejores que hay que recorrer para hacer presente, anunciar y llevar de nuevo el Evangelio que trae la paz, el consuelo y la alegría para todas las gentes, como aconteció en la escena  del Evangelio de la Visitación y como nos muestra  su ternura de Madre de Dios y madre nuestra, la Guadalupana.

Que Ella ayude a vuestros pueblos  y a todos, a llevar la alegría profunda que Ella llevó en su seno, el fruto bendito de su vientre: Jesús. Que  nos de fuerzas para tratar de llevar la honda alegría de haber conocido a Dios, -amor y misericordia- en su Hijo Jesucristo, rostro humano suyo; que nos ayude a transparentar en todo, esa presencia de la alegría liberadora y el consuelo de Dios con nosotros. Esto es posible, si como henos leído en el Evangelio- al igual que María- creemos y confiamos plenamente en Dios. “Dichosa Tu que has creído porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá” le dice su Prima Isabel. Dichosos nosotros si nos fiamos de Dios, si creemos en El. Dichosos los pueblos y naciones que  confían en Dios,  porque entonces se manifestará la alegría y el consuelo de Dios en la tribulación, que es es el saber y el comprender que nos ama sin límite alguno, infinitamente, en un verdadero derroche de gracia y de generosidad en su Hijo Jesucristo. No sabemos hermanos, lo que tenemos con la Fe, que es lo más grande, lo más importante, para cada hombre, para cada pueblo, la mayor de las riquezas  que se puede haber recibido. El camino del futuro es el camino de la Fe y de la Confianza en Dios y su genuina misericordia que vemos en María. La esperanza de un futuro nuevo está en seguir la senda de la fe que nos enseña  y aviva la Virgen, concretamente en su tan entrañable advocación de Madre nuestra de Guadalupe.
Andando ese camino, el camino de la Fe, somos capaces de ver las maravillas de  la gracia  de Dios, y aprendemos que no hay alegría más jubilosa para el hombre, para el mundo, para todos los pueblos  que la de la gracia y la del amor, su bondad y su ternura que ha vertido en Jesucristo.
Toda la angustia que existe en el mundo está amparada por una infinita misericordia y está superada siempre y en todo momento por la benevolencia, el amor y la salvación de Dios, que en María, nos hace buscar y comprobar su inenarrable ternura para con nosotros.
!Virgen de Guadalupe ruega por nosotros, ruega por todos los pueblos del mundo, ruega por todos los pueblos de América!”.
Por José Alberto Rugeles

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