Lo de Mas es lo de menos, como el poeta escribió un siglo atrás
En los años de entresiglos –del XIX al XX–, en España se editaban más de ochocientas publicaciones periódicas dedicadas a la Poesía. Muchas de ellas a la poesía satírica y política. En lugar de analfabetos, abundaban los poetas, casi todos dueños de una clara preceptiva literaria, si bien el talento se lo disputaban una veintena de ellos. Uno de los más agudos e inspirados era Carlos Cano, aunque el Sumo Sacerdocio le correspondía, sin discusión ni debate, a Manuel del Palacio. Ignoro a qué Mas se refirió Carlos Cano en este epigrama escrito a principios del siglo XX. «A la mujer de Mas, Blas/ la visita por demás,/ y según propios y ajenos,/ para la mujer de Mas/ lo de Mas es lo de menos».
Aquella España deprimida por la pérdida de sus últimas colonias ultramarinas y sus graves desajustes interiores, se lo tomaba todo con mejor humor. El epigrama de aquel Mas no identificado y que lo pasaba bastante mal con su señora esposa, es adaptable a nuestros días. «Don Arturo pide más/ por delante y por detrás,/ con objetivos obscenos./ ¿Le dirá Rajoy a Mas/ “Mas, lo tuyo es lo menos”?». En aquella España derruída y nada recomendable para salir a la calle y pasear con los niños, se estableció el anarquismo en Cataluña con estimable fuerza y presencia. El objetivo era el Rey, y no dejó de serlo hasta el advenimiento de la nefasta Segunda República. El Rey Alfonso XIII, que tenía bastantes defectos y cometió muchos errores, fue un Rey moderno y con visión de futuro. En su obra «Grandes Contempóraneos», Winston Churchill lo define como un Rey «excesivamente inteligente y preparado para la Política de una nación con treinta millones de reyes». Alfonso XIII era, según me han contado, un conversador agudo y castizo. Tenía que visitar Cataluña en viaje oficial para conocer de cerca las obras de la Exposición Universal de Barcelona. El Primer Ministro se lo desaconsejó: «Tenemos indicios de que los anarquistas van a atentar contra la vida de Vuestra Majestad. Hay que cancelar el viaje». Y El Rey se opuso: «Si he dicho que voy a Barcelona, voy a Barcelona. Además, le tengo más miedo a Gaudí que a los anarquistas». Aquella broma sentó fatal en la burguesía barcelonesa, muy susceptible con Gaudí. «Un Rey que humilla a Gaudí no nos pertenece». Se armó una buena. No obstante, la visita Real constituyó un éxito y el Rey consiguió, no sin esfuerzos, que su frase no tuviera tan involuntaria y exagerada repercusión.
Creo que a Mas hay que tratarlo con sentido del humor, entre otras razones, porque no lo tiene. Como todo fanático, no acierta a distinguir entre una advertencia y una broma. Los catalanes tienen humor, y muy fino. Josep Pla, Dalí, Boadella. Un humor muy abrazado a la raíz de la tierra, y al surrealismo y a la ironía. Pujol tiene un sentido del humor socarrón y cazurro. Mas, no. Si Rajoy recibe a Mas y le pregunta «¿Qué tal van las cosas por Santander?», Mas, en lugar de seguir la broma le respondería muy serio: «Te has equivocado. Yo no tengo nada que ver con Santander. Soy el Presidente de la Generalidad de Cataluña», a lo que Rajoy habría de contestar: «¡Ah, claro, perdona, qué despiste he tenido!».
Porque, con la Constitución en la mano, y sosteniendo los argumentos en las claras, valientes y oportunas palabras del Rey, a Mas no se le puede recibir con normalidad en el Palacio de La Moncloa. Tampoco con descortesía, porque ese Palacio tan gafe es la sede de su Presidente del Gobierno. Pero eso sí. Cuando exponga sus planes de escisión de España, o de fiscalidad propia, o de lo que sea, nada de enfadarse. Se le dice «tururú» y santas pascuas. Lo de Mas es lo de menos, como el poeta escribió un siglo atrás.
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