Nací en una Isla, crecí
rodeado de mar, respiré aire salino, disfruté con paseos por la playa de La
Casería y después por Camposoto, lugares donde podía dibujar mis propios
pensamientos. El mar tan vivo siempre con el envolvente sonido que hace que en
nuestros corazones se mitiguen los malos augurios que se aprisionan con
invisibles cadenas para dejarte sobrellevar por la tranquilidad y el sosiego.
Soy un enamorado del mar, de la mar, porque tengo alma de marinero.
La vida, y sus momentos, hizo
buscara otros lugares. Me fascinó Cantabria que como la provincia de Cádiz
tiene mar, campo y montaña. Siempre llevaré en la retina de mi memoria los
esplendorosos verdes de los praos, las montañas que se muestran de este color
tan lleno de esperanza, las de roca caliza del desfiladero de La Hermida que da
lugar a los Picos de Europa. También esta noble tierra del norte tiene mar y en
Santander adquiere la clase que destila esta ciudad. Mar Cantábrico tan bravío
y lleno de vida.
En esta parte del propio sendero existencial intento hacer lo que siempre fui dejando “para mañana”. Por ejemplo, nunca había viajado en el catamarán que atraviesa aguas de la Bahía desde El Puerto Santa María a Cádiz. Fue Hetepheres la que me dijo que lo hiciéramos y la verdad es que os debo confesar que fue un trayecto lleno de encanto. Verse en medio de un mar tan azul me transportó a las aguas del Adriático. Un azul rotundo, algo de viento y oleaje era un goce para el espíritu de quienes somos y amamos la mar.
El campo lo conocí muy bien en
los años que estuve en Chiclana de la Frontera, años en los que se unieron
estudios y trabajos en labores agrarias. Años que me enseñaron que el
itinerario de la vida no es fácil ni por asomo. La campiña pude disfrutarla en
Jerez de la Frontera, mi segunda casa. Ciudad a la que siempre estaré
agradecido, en la que tengo amigos que son hermanos del alma…
Hoy por hoy no descarto volver
más adelante a gozar del verdor de Cantabria y del norte de España, pero lo que
ahora necesitamos es comenzar una nueva etapa en nuestra tierra, antes fue en
Jerez y ahora, si Dios lo quiere, en San Fernando, La Isla de León. Esperamos
que a medio plazo se pueda cumplir este sueño y disfrutar de una ciudad única
rodeada por el mar.
Para algunos la vida es un
transatlántico, para otros un velero que está en continuo movimiento por el
oleaje. Algunas veces el mar esta recio y otras en plácida calma. Hay que saber
estar preparado para todo y dejar que Dios guíe el timón a su antojo porque con
Él siempre se llega a buen puerto.
Dar las gracias a San Fernando
Información y Aurora Marín Astorga por su confianza. Con este artículo me
despido hasta el próximo mes de septiembre. Tan solo desearos un feliz mes de
agosto.
Jesús Rodríguez Arias
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