La Iglesia tiene necesidad de la Acción Católica
La Acción Católica aparece formalmente a mediados del siglo XIX, pero su esencia -ser cauce del apostolado seglar- está presente ya desde los orígenes del cristianismo. En la Solemnidad de Pentecostés, la Iglesia celebra el Día del Apostolado Seglar y de la Acción Católica. Escribe el presidente de la Acción Católica General de Madrid
Noticia digital (27-V-2012)
La Iglesia necesita a la Acción Católica: así nos lo dejó dicho el Beato Juan Pablo II. Más recientemente, nos recordaba el Santo Padre Benedicto XVI: «La Iglesia, hoy, necesita una Acción Católica comprometida para hacer sentir en el mundo el buen olor de Cristo». Este año, el cardenal Rouco escribe en su Carta con motivo del día de Pentecostés: «Os animo a que, participando en la Acción Católica y en las diversas asociaciones, según su carisma, colaboréis en la nueva evangelización a la que todos hemos sido convocados por el Señor resucitado».
Pero, ¿qué es esta asociación que Papas y obispos consideran una necesidad de la Iglesia? En realidad, la AC ha existido siempre en la Iglesia, aunque no con la forma y características actuales. Se puede decir que, desde el principio, el mismo Cristo y los apóstoles estuvieron asistidos por discípulos muy comprometidos que, sin abandonar su vida familiar y profesional, colaboraron con las tareas apostólicas y vivieron fuertemente la comunión con la Iglesia. Ésta es la característica esencial de la AC, que aparece formalmente a mediados del siglo XIX, se consolida a principios del siglo XX y adquiere su forma y estructura definitiva en el documento del Concilio Vaticano II Apostolicam actuositatem.
Los miembros de la AC son laicos, comprometidos con el fin apostólico de la Iglesia, en estrecha colaboración con sus pastores y que manifiestan su comunión con ella, trabajando de forma organizada y poniendo sus capacidades y conocimientos al servicio de la evangelización. Para conseguirlo, se fundamentan en un afán de formación permanente, que les conforme con Cristo, una participación activa y frecuente en los sacramentos y la oración, especialmente la litúrgica, y en unas actividades apostólicas derivadas de las necesidades de la Iglesia local y de la parroquia en las que se insertan de forma organizada. Son los laicos de la diócesis, como los definirá el documentoCristianos laicos, Iglesia en el mundo, de la Conferencia Episcopal Española. Pero lo que distingue a los miembros de la AC es un profundo y generoso amor a la Iglesia, santa y pecadora a la vez, que lleva a sus miembros a ofrecerse con disponibilidad abnegada a su servicio en todas las etapas de su vida, como niños, jóvenes o adultos.
Es un instrumento que, si no existiera en la Iglesia, tendría que crearse, y en especial ante el reto de la nueva evangelización. Es la propuesta para tantos cristianos que no se sienten atraídos por ningún carisma asociativo especial, pero que desean servir eficazmente a la Iglesia en unión a sus pastores. En España, la AC ha pasado numerosas vicisitudes, pero se presenta hoy renovada en su modalidad general y se ofrece a la Iglesia en esta hermosa tarea de servir a las diócesis y parroquias para que el Evangelio de Cristo llegue a todos. En Madrid, la AC colabora activamente con nuestro pastor y se prepara para la Misión Madrid, a la que todos sus miembros están llamados.
Francisco Ayuga
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