domingo, 8 de abril de 2012

ÚLTIMAS TARDES EN EL CAFÉ GIJÓN.

Cultura | La Gaceta


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    El Café de Gijón. | J. Maqueda.

    Últimas tardes en el café Gijón

    07 ABR 2012 | JAVIER BERENGUER
    A punto de cumplir 125 años, el célebre café se enfrenta a un posible cierre.
  • La vida cultural de la Europa moderna se incubó en lugares aparentemente insospechados: los salones -de los del XVII a los de Proust- y los cafés que trajeron la revolución o la vanguardia. Toda Europa puede estudiarse a través de sus cafés, como han hechoSteiner o Patrick Maurièsde A Brasileira a Els Quatre Gats o -ya en Madrid- lugares como el Gran Café Gijón, Pombo o El León de Oro: sitios ideales para tramar una toma del poder, filosofar sobre el mundo, hacerse un hueco en el Parnaso o, simplemente, ver pasar la tarde sin hacer nada útil.
    Las ciudades se renuevan, para bien o para mal: de los cafés históricos de Madrid no queda nada o casi nada… Su local fue ocupado por franquicias como Vips o Starbucks, donde las tertulias de antaño han dado paso a individuos solipsistas con cascos e iPad, aunque seguramente la literatura siga haciendo su camino. Dólar, Roma, California, Balmoral: bares, cafeterías americanas o cafés, esas son páginas ya perdidas en el tiempo.
    La terraza
    Ahora es el Café Gijón el que puede sucumbir. No han faltado nostálgicos que han pedido su rescate en Twitter y en Facebook. ¿La razón del posible cierre? La terraza, que acompaña al café desde su fundación: explotada por la empresa tras ganar la concesión en 2000, el plazo expira y el consistorio tiene ofertas económicas más sustanciosas: por supuesto, por mucho que quisiera, tampoco puede saltarse la ley en honor a la historia literaria del país, escrita no poco sobre los veladores de mármol del Gijón.
    Ese sería un triste fin ahora que el Gijón está a punto de cumplir 125 años. Con solo tres cambios de propiedad, a finales del XIX y comienzos del XX, comenzó siendo lugar de moda para gentes como losCanalejas, Ramón y Cajal, Galdós… a los que se irían incorporando los hermanos Baroja, Benavente, Valle-Inclán o, después, Gregorio Marañón. Quizá el 27 pasó poco por allí, pero fue justamente al terminar la Guerra Civil cuando el Gijón volvió por sus fueros: acogió el nacimiento de la repeinada Juventud Creadora, con los Gerardo Diego, Pepe García Nieto, Ramón de Garciasol… y, por supuesto, no dejaría de inspirar al asiduo Camilo José Cela en La colmena y otras obras. También albergaría a los pintores de la escuela pictórica madrileña, de los años cuarenta en adelante y, en los últimos tiempos, ha dado cobijo más bien a las gentes del teatro, encabezadas por el bronco Fernando Fernán Gómez.
    Al fin, el Café Gijón terminaría por ser género literario propio con libros como las Crónicas del Café Gijón, de Marino Gómez-Santos o, más famosamente, La noche que llegué al Café Gijón, de Francisco Umbral. E incluso instituyó un premio literario homónimo para competir con el Nadal. En fin, como dejó dicho Umbral, el Gijón era “el capullo del meollo del bollo”. E incluso en los últimos años, poco dados a la socialización cultural a la antigua, el ir y venir de los turistas no ha impedido que siga habiendo tertulias, aunque -ciertamente- nada es lo que fue. Ahora, el Gijón y sus cuarenta empleados lo que esperan es un gesto del ayuntamiento de Ana Botella: vale con perder la terraza actual, sí, pero que al menos les dejen a módico precio mantener otra terraza al lado de la antigua…
    Puede que fuese una noche de sábado
    La primera noche que entré en el Café Gijón”, recuerda Francisco Umbral, “puede que fuese una noche de sábado”. Con este simple gesto, Umbral reelaboraría la leyenda para -ya en los años setenta- causar polémica con los académicos a propósito de la elisión de la preposición “en” en el libro La noche que llegué al Café Gijón: más allá de polémicas, el libro relata con singular viveza un café donde “la colisión de gentes era ya cataclismática, todo el mundo saludaba a todo el mundo, los camareros pasaban repetidos por los espejos”… y, oh soledad del artista joven, “yo no conocía a nadie”.

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