sábado, 14 de abril de 2012



Domingo 15 de abril: Fiesta de la Divina Misericordia
Juan Pablo II, apóstol desde el cielo
La devoción a la Divina Misericordia se ha extendido por toda la Iglesia de la mano de Juan Pablo II. Desde el domingo, en Madrid, quedará expuesta, en la catedral de la Almudena, una ampolla con la sangre del Papa Wojtyla. La celebración comenzará a las 17 h., y una hora más tarde, el cardenal Antonio María Rouco presidirá la Eucaristía. Recogemos dos testimonios: uno, de la que fue Secretaria del movimiento apostólico de la Divina Misericordia, quien conoció esta devoción en los funerales de Juan Pablo II; y otro, de una mujer que empezó a interesarse por ella recientemente, al asistir a la veneración de las reliquias de Juan Pablo II en un colegio de la capital
«En momentos de fuerte conmoción espiritual, como la enfermedad, nos recuerda el amor infinito de Dios»
Conozco la espiritualidad de la Divina Misericordia desde hace unos siete años. En los funerales de Juan Pablo II, vi por televisión el cuadro con la imagen de Jesús Divina Misericordia; luego encontré, casualmente, una estampa igual y, a las tres de la tarde, tal como indicaba, recé la corona ante la imagen. Desde entonces, lo hago diariamente. Al cabo de unos meses empecé a colaborar con el padre Diego Martínez, entonces Presidente del movimiento apostólico de la Divina Misericordia, y fui durante tres años Secretaria de dicho movimiento, hasta que un cáncer me apartó bruscamente de toda actividad.
Me proporciona mucho consuelo y me ayuda a comprender muy cercano el cuidado amoroso de Dios en toda circunstancia, junto a la importancia de las obras de misericordia. Es una espiritualidad muy consoladora, porque en momentos de fuerte conmoción espiritual, sea por un grave problema o por la clara conciencia de nuestros pecados, o bien por cualquier otro motivo, nos recuerda el amor infinito que Dios nos tiene y con el que nos acoge cuando nos volvemos a Él. Como dijo Jesús a santa Faustina Kowalska, «mi corazón es la misericordia misma. Ningún alma que se haya acercado a Mí se ha retirado sin consuelo».

Un grupo de personas reza en las calles de Chicago,
en 2011
Esta corona, que se reza con el rosario de la Virgen, encomienda de modo especial a la Divina Misericordia a los agonizantes, y suplica por la conversión de los pecadores. El mismo Jesús manifestó a la santa las gracias extraordinarias que quería derramar sobre la Humanidad doliente a través del rezo de esterosario: «Reza incesantemente esta corona. Quienquiera que la rece recibirá gran misericordia a la hora de la muerte».
¡Qué buena es esta devoción, que anima a acercarse a los sacramentos, en los que se derraman a raudales la gracia y el perdón del amor de Dios! Cuando me diagnosticaron un cáncer, con gran deseo pedí en mi parroquia la Unción de enfermos. Desde ese preciso momento, tuve una paz y calma en mi interior que ya no me abandonaron, y aquello ciertamente no venía de mí.
Hoy, después de los tratamientos, me encuentro muy restablecida, aunque sólo Jesús sabe si definitivamente; pero lo fundamental es que, en esta enfermedad, he comprobado que Dios es fiel y cumple su palabra; que Jesucristo es la única Verdad y la única Vida, porque ¿a quién iremos, si sólo Tú tienes palabras de vida eterna?
María
«Su misericordia es más grande que nuestros pecados»

Mujer en oración en una iglesia de Varsovia
La fiesta de la Divina Misericordia se celebra el primer Domingo después del Domingo de Pascua. Sor María Faustina Kowalska, apóstol de la Divina Misericordia, forma parte del círculo de santos de la Iglesia más conocidos, debido quizás a dos acontecimientos muy cercanos a nosotros: el fallecimiento de Juan Pablo II la víspera del Domingo de la Divina Misericordia y la posterior beatificación, el año pasado, precisamente el día que la Iglesia celebra esa fiesta.
El mensaje de Misericordia es que Dios nos ama -a todos-, no importa cuán grande sean nuestras faltas. ¡Cuántas veces nos cuesta entender este amor misericordioso, y pensamos que un amor así es imposible! Sin embargo, Él quiere que reconozcamos que Su misericordia es más grande que nuestros pecados, para que nos acerquemos a Él con confianza, para que recibamos su Misericordia y la dejemos derramar sobre otros, de tal manera de que todos participemos de Su gozo.
Esta devoción requiere de una total entrega a Dios. ¿Cómo alcanzar esta Misericodia? Pide Su misericordia: Dios quiere que nos acerquemos a Él por medio de la oración constante, arrepentidos de nuestros pecados y pidiéndole que derrame Su misericordia sobre nosotros y sobre el mundo entero. Sé misericordioso: Dios quiere que recibamos Su misericordia y que, por medio de nosotros, se derrame sobre los demás. Confía completamente en Jesús: Dios nos deja saber que las gracias de Su misericordia dependen de nuestra confianza. Mientras más confiemos en Jesús, más recibiremos.
Las prácticas devocionales reveladas a santa Faustina Kowalska nos fueron dadas como instrumentos de misericordia, por medio de los cuales el amor de Dios es derramado sobre todo el mundo, pero no son suficientes por sí solas. No es suficiente que nosotros colguemos la imagen de la Divina Misericordia en nuestros hogares, que recemos la coronilla de la Divina Misericordia todos los días a las 3 de la tarde, y recibamos la Comunión el domingo después de la Pascua -en este día se puede obtener la indulgencia plenaria, en las condiciones acostumbradas-. Nosotros también debemos mostrarnos misericordiosos con nuestro prójimo. ¡Poner la Misericordia en acción no es una opción de la devoción a la Divina Misericordia, sino un requisito!

Fieles en Castelgandolfo escuchan al Papa, junto
al cuadro de la Divina Misericordia, en su fiesta de 2009
¿Cómo irradiamos la misericordia de Dios a nuestro prójimo? Por medio de nuestras acciones, palabras y oraciones. «En estas tres formas -Él le dice a sor Faustina- está contenida la plenitud de la misericordia». Todos hemos sido llamados a practicar estas tres formas de misericordia, pero no todos somos llamados de la misma manera. Tenemos que preguntarle al Señor, Quien comprende nuestras personalidades individuales y nuestra situación, que nos ayude a reconocer las diversas formas con que podemos poner en práctica Su misericordia en nuestra vida diaria.
Pidiendo la misericordia de nuestro Señor, confiando en Su misericordia, y viviendo como personas misericordiosas, nos podemos asegurar que nunca escucharemos decir: Sus corazones están lejos de mí, sino más bien la hermosa promesa de Bienaventurados los misericordiosos, ya que ellos obtendrán Misericordia.
Carmen Calvo

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