viernes, 13 de julio de 2012

"TRAS LOS PASOS DE JESÚS": UNA TARDE EN BELÉN.

He dilatado, más de la cuenta, la narración que estaba haciendo de la Peregrinación a Tierra Santa. El trabajo, el calor y el cansancio que produce han hecho que haya dejado aparcado esta serie de "tras los pasos de Jesús" que ahora recupero. Escribir sobre ello me hace revivir momentos únicos.

En el anterior post sobre este tema lo dejé en que aprovechamos la mañana del primer día en Jerusalén para visitar importantes sitios donde la presencia de Jesús es permanente. Al terminar esta volvimos a coger de nuevo el autobús para dirigirnos a Belén, en territorio Palestino, allí teníamos concertado el almuerzo, visita a tiendas de comunidades cristianas que venden sus afamados productos de artesanía, visita al Campo de los Pastores y la Basílica de la Natividad. La tarde se presentaba, como todas, apasionante.

Cuando llegamos a la frontera, los normales controles, el impresionante muro que separa Israel de Palestina y nos encaminamos para almorzar en un restaurante de cristianos árabes. Buena comida típica, sobresaliente el plato de pollo y cordero que todavía recordamos por su exquisitez.

Terminamos de almorzar y nos encaminamos, para hacer tiempo hasta la próxima visita, a las tiendas de prestigiosos artesanos cristianos en medio de los musulmanes. En las  puertas de esta tienda nos encontramos con otro autobús que llevaba otra peregrinación del Camino Neocatecumenal de mi querido San Fernando. Cuando estás en el extranjero te da mucha alegría encontrarte con españoles, pero es verdaderamente cosa de Dios que nos encontráramos con cañaillas. ¡Es verdad cuando dicen que el mundo es un pañuelo!

Terminadas las compras, que fueron numerosas ya que los precios alcanzados y regateados fueron muy ventajosos, nos encaminamos al Campo de los Pastores donde el Ángel del Señor anunció a estos el nacimiento del Niño Dios. 

"Gloria a Dios en el Cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad" (Lc 2, 14).

Visitamos la gruta donde estaban los pastores cuando se produjo el venerado anuncio, el mayor y mejor anuncio que ha  podido recibir cualquier ser humano: ¡El Hijo de Dios ha nacido, id a adoradle! En este sitio meditamos sobre esta gran noticia. Impresiona mucho este venerado rincón.

Antes de encaminarnos a la Basílica de la Natividad, entramos en la Iglesia que está en medio del campo de los pastores. Allí rezamos al Señor.

Terminada esta visita, la tarde iba corriendo tan deprisa que casi no nos dábamos cuenta, nos dirigimos al centro de Belén. La fisonomía de la ciudad cambiaba en cuanto a Jerusalén o cualquier ciudad israelí. En Belén, en zona Palestina, zona árabe y musulmana todo  es distinto. Luce como cualquier  ciudad árabe, luce, a mi humilde entender,  por su falta de limpieza, de orden, luce por su anarquía. Esta impresión, pero a peor, me la lleve de Betania.

Una vez visitamos la Basílica de la Natividad, algo descuidada, nos encaminamos a una de sus Capillas para celebrar nuestra Eucaristía diaria que estuvo presidida por nuestro querido Padre Orta. 

Belén, está Basílica, el celebrar la Santa Misa en este lugar fue un momento muy  importante vivido por D. Manuel Orta que compartimos todos los peregrinos y, de forma más especial, quienes lo conocemos y lo queremos de hace mucho tiempo.

Una vez lleno con el alimento salvífico que es el Cuerpo de Cristo que ha sido depositado en nosotros por medio de la Comunión, nos dirigimos al lugar donde nació el Hijo de Dios, el Niño Jesús. Os puedo decir que otra vez un escalofrío me recorrió todo el cuerpo y que hizo que de inmediato se llenara de una paz inmensa cuando toqué y besé ese Sagrado Lugar. 

En este mismo sitio el Padre Orta hizo una breve meditación de la importancia, que para todo cristiano, tiene este lugar.

Una vez terminada esta visita, otra vez al autobús para dirigirnos a la frontera y posteriormente al hotel. El control perfecto y cuando llegamos al hotel estábamos agotados, pero gozosos. El calor, inmenso calor, que nos había acompañado durante todo el día hacía de nuestros cuerpos unas esponjas de sudor permanente. 

Subimos a nuestras habitaciones, ducha fría para hacer que el cuerpo reaccionara, para ir a cenar. Recuerdo esa cena con nostalgia y muy buenos recuerdos. Nos sentamos juntos el Padre Orta, Alicia, Hetepheres y yo y durante la misma no paramos de reírnos de todas las anécdotas que nos iban sucediendo. La hora máxima para cenar eran las ocho y media de la tarde, lo  pasamos tan bien, nos reímos tanto que tuvo que venir el camarero para pedirnos, que por favor, siguiéramos la conversación en otras dependencias del hotel porque eran las diez menos cuarto y tenían que cerrar. En ese momento pensé en la famosa frase: "¡Qué pronto se nos ha hecho tarde!".

Así terminamos el primer día en Jerusalén, nos encaminamos al nuestras habitaciones para descansar porque el día siguiente se presentaba, aún más, intenso en los cuales visitaríamos lugares donde la presencia de Cristo está permanentemente presente.

Nos dormimos, una noche más, muy cansados y extasiados por todo lo conocido y vivido, por nuestro caminar por esta Tierra Santa "tras los pasos de Jesús".

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