domingo, 22 de abril de 2012

SÍ, ES NECESARIO IR A MEDJUGORJE.


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    Iglesia | La Gaceta
    Miles de peregrinos conmemoraron los treinta años de la Virgen María en Medjugorje
    CRÓNICA EN PRIMERA PERSONA DE UNA PEREGRINACIÓN

    Sí, es necesario ir a Medjugorje

    22 ABR 2012 | PACO SEGARRA
    Es noche cerrada en Medjugorje. El peregrino persigue con los ojos entornados algunas volutas de humo que escapan, lentas, del cigarrillo y piensa en retirarse a dormir.
  • Es noche cerrada en Medjugorje. El peregrino ha terminado la cena -densa sopa de verduras, ensalada de col y zanahoria, filetes de pollo empanados, fruta y media botella de un vino tinto croata que apenas se deja beber-. El peregrino persigue con los ojos entornados algunas volutas de humo que escapan, lentas, del cigarrillo y piensa en retirarse a dormir.
    "¿Quién quiere subir al monte de las apariciones?". Es la voz de un joven del grupo. Ha entreabierto la puerta de la pensión, la puerta que da al porche donde están fumando unos cuantos huéspedes que escuchan las historias de Goran Rasevic, el veterano de guerra que organiza peregrinaciones.
    -Vicka, la vidente, está muy enferma. Ella reza por los enfermos. Acepta el sufrimiento por los enfermos. Estuvo en coma mucho tiempo. Solo se despertaba cuando se le aparecía la Virgen. Luego volvía al coma.
    Goran Rasevic apura la copa de orujo de nueces y apura otro cigarrillo. Vicka, la vidente, es prima de su mujer, Sandra. Él nació en Sarajevo, donde el infierno se hizo presente en la tierra hace apenas veinte años.
    -¿Quién quiere subir al monte de las apariciones?
    El mismo joven de antes insiste. Se han apuntado cinco o seis, jóvenes todos. Los jóvenes suelen tener el ímpetu, la luz y la fuerza, aunque en estos tiempos Satanás está empeñado en pervertirlos desde la más tierna infancia y el mundo -el mundo es enemigo del hombre, con el demonio y la carne- los arrastra en una corriente infecta de innumerables esclavitudes. Pero, ahora, estos jóvenes han decidido subir al Podbrdo, el monte de las apariciones de Medjugorje. Vence la somnolencia el peregrino y dice que sí, que él también subirá.
    Vencer la somnolencia es vencer la pereza. Y esto es muy importante. Y de esto hablaremos más tarde, cuando hayamos bajado del monte.
    Es noche cerrada y todo está oscuro. No se ve el mínimo camino, se sienten las piedras cortadas a cuchillo, infinitas, hiriendo los pies. Un mar de piedra embravecido, solido oleaje gris, marrón, negro. Tropieza el peregrino, se tambalea, mueve los brazos como un molino de viento loco, quijotesco. Y allí, un poco por delante, recogida en oración, los ojos bajos, el paso delicado, andando en paz sobre las olas pétreas -y esto es literalmente así, como lo cuento-, una joven peregrina asciende al Podbrdo. El peregrino, Pedro hundido bajo las aguas por no confiar en la palabra del Señor, hace el esfuerzo supremo: cierra los ojos, junta las palmas de las manos y reza en silencio. Relaja el paso. Y sube. Sube con facilidad. Sube deslizándose como la peregrina joven por encima de ese mar de granito. No hay hueco para poner los pies, no se ve el hueco porque es noche cerrada. Pero el peregrino camina sobre las aguas.
    Quitarnos las corazas. Se llega a la estatua de la Virgen cuando aparece la luna entre nubes deshilachadas. Hay un silencio transparente. El peregrino ha llegado también y se sienta sobre una piedra. Andar sobre las aguas sin miedo. Dios habla bajito y regala sus dones a todo el mundo. Pero solo se dan cuenta los que callan y ayunan. Ayunar de uno mismo es el principio del ayuno. Un gesto, una simple intención -vencer la pereza o querer vencerla tan solo- y Dios os abrirá la puerta del Paraíso... Oh, de repente, la mano de la Virgen se extiende hacia el peregrino, como diciéndole: "¡Ven!". No, no puede ser. Ahora, no. El peregrino acababa de recitar mentalmente: "Hágase tu voluntad". Pero se da cuenta de que no quiere hacer la voluntad de Dios. No quiere, no puede. Suda angustiado. Ni siquiera puede unirse a Cristo en Getsemaní.
    Ni quiere. No se hundió subiendo al monte. Se hunde ahora: tan lleno está todavía de sí mismo, de su pequeño mundo, de sus vanidades, de sus ¡ay! obras. La misma mano de la Virgen se extiende hacia el peregrino para salvarle del mar en que se ahoga... ¡Ah, era eso! Salvarme de mi mismo, ponerme en pie, seguir a Cristo. La mano de la Virgen... Lo ha entendido. No era él -torpe, loco molino quijotesco, egoísta- quien subía por aquel mar rocoso tan fácilmente. No era él -humillado cobarde que se negó a morir cuando se lo pidieron- quien se deslizaba ahora monte abajo casi sin tocar las piedras. No era él: fue siempre Cristo que lo llevaba en brazos.
    Al llegar abajo, la falsa seguridad del pobre asfalto de la carretera. El mundo siempre da falsas seguridades. Pero por primera vez el peregrino las reconoce como tales: falsas, inconsistentes -"El Cielo es sólido" diría C. S. Lewis-. Y decide poner su vida en manos de la Virgen, o sea, en manos de Su Hijo. No añora ya su vida pasada, no teme el futuro, se apaga la nostalgia del mundo. “Fiat”, le dice un coche italiano destartalado.
    Sí, hay que ir a Medjugorje. Como había que correr en pos del Nazareno de haber nacido en aquella Palestina romana. Hay que ir a Medjugorje para que nos quiten las corazas y nos vacíen, de golpe, de nuestros queridísimos egos. Es un tratamiento de choque que solo precisa de un ligero gesto, de una intención liviana, casi sincera. Dios hace el resto.
    En el porche de la pensión, Josep, el poeta, abraza a un jovencito que acaba de confesarse después de años sin hacerlo.
    -Me alegro mucho -dice el poeta emocionado.
    El padre Miguel, el confesor, reza el breviario a la luz de la luna, paseando solo entre viñedos. Una mujer divorciada se confiesa también, al final de la calle, bajo aquella única farola, con el padre José. Goran fuma y dice que mañana el desayuno será a las seis de la mañana, que hay que ir a escuchar el testimonio de Vicka, la vidente.
    El peregrino bebe despacio una cerveza de la afamada marca "Karlovaçko" y también fuma en el porche, en compañía de los buenos, y alaba al Señor con todos los ángeles del Cielo y todos los monjes de la tierra. Del Podbrdo, oscuro y misterioso, descienden pequeñas lucecitas...

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