ARTÍCULO DE FRANCISCO MARHUENDA, DIRECTOR DE LA RAZÓN
La fuerza de la Corona
ENCUESTA NC REPORT
La semana que cambió la Monarquía Un Monarca de carne y hueso; por Diego Mazón / Don Felipe, un «rey» en el momento más difícil
Un estatuto del siglo XXI para la Corona El mensaje más breve pero el más rotundo; por Manuel Ventero/ Agenda y gastos más claros; por Fernando Rayón
Zarzuela de puertas para dentro De Sabino a Rafael Spottorno; por José Apezarena / Jaime Alfonsín: el apoyo del Príncipe; por Carmen Enríquez
Un país, dos generaciones El hombre de la Transición; por Luis Palacio Bañuelos / El reto de la España en crisis; por Iñigo Sagardoy
El Protagonismo de la Reina Un papel ejemplar; por Bruno Aguilera
Llegó la ola de cambio Cuando no era princesa; por César Vidal
Es posible utilizar diversos criterios para valorar una institución. No existe ninguna regla en la teoría del Estado que establezca con claridad y contundencia que una república es mejor que una monarquía, sino que depende de su capacidad para dar respuesta a las necesidades, anhelos y expectativas de una nación en un momento histórico concreto. Esto explica por qué algunas de las naciones más avanzadas del mundo, en todos los sentidos, son monarquías y otras son repúblicas. Los reyes han adquirido un sentido simbólico y representativo que sitúa a los republicanos como una minoría en esos países. La monarquía ha evolucionado como lo ha hecho la sociedad y hoy es una institución moderna sustentada en la tradición y la historia, pero que responde con eficacia al papel simbólico e institucional que las respectivas constituciones, escritas o no, le tiene reservado.
La monarquía que encarna Don Juan Carlos responde plenamente al papel que le adjudica la Constitución de 1978. A la hora de hacer balance de su reinado, su decisiva actuación el 23–F es importante pero no podemos quedarnos ahí. Nuestra historia reciente hubiera sido muy distinta en un sentido negativo sin su decidido compromiso con la democracia desde los años del franquismo y su papel arbitral como jefe del Estado. Ha tenido un papel clave en la modernización económica y social así como en nuestra proyección internacional. Una decisión muy acertada fue no crear una corte como tuvieron sus antepasados. Una cosa son los cortesanos y otra distinta la cortesía y respeto que merece la institución. Por ello, es legítimo criticar un error pero cabe recordar que un grano no hace granero y que es mucho lo que ha hecho por España con una dedicación y abnegación ejemplar. Las once palabras que pronunció para disculparse forman parte de la Historia y muestran la grandeza de un Rey que siempre ha sabido conectar con el pueblo español. Me gustaría que algunos de los que le han criticado tuvieran la misma grandeza a la hora de reconocer un error humano.
Un buen criterio para analizar el valor de una institución es la utilidad. España podría ser una república, pero nuestra experiencia histórica demuestra que fue un desastre. Es cierto que hay argumentos diversos y contrapuestos, pero los políticos de entonces no supieron encontrar puntos de encuentro con sus rivales y los consensos fueron imposibles. Cada partido o facción se quería imponer sobre el rival y la convivencia fue imposible. La democracia instaurada de la mano de Don Juan Carlos ha demostrado que España se podía situar entre los países más avanzados del Mundo. Con un sistema de derechos y libertades donde todos han tenido cabida.
La monarquía se ha situado al margen de la legítima lucha de partidos. En un país tan complejo como el nuestro y sometido a fuertes tensiones políticas, sociales, económicas y territoriales es un argumento clave para valorar la eficacia de la institución. La arquitectura constitucional configurada por las leyes franquistas otorgaba al Rey un poder casi absoluto al que renunció voluntariamente para encabezar e impulsar la Transición. Con la inestimable ayuda de políticos de todo signo, brillantes juristas, el apoyo internacional y el aliento de una sociedad que quería el cambio político, Don Juan Carlos mantuvo su compromiso democrático de forma inequívoca. No sólo es el mejor rey de la historia de España sino también el mejor jefe de Estado que hemos tenido nunca. Hasta el republicano más fervoroso tiene que reconocerlo.
Lo sucedido con el accidente de caza en Botsuana no perjudica ni al Rey ni a la institución. En primer lugar porque todos hemos visto que tiene una gran humanidad. Los «cortesanos» critican que se haya disculpado e incluso algunos llegan al extremo de negar el error cometido. Son posiciones que nos retrotraen a tiempos históricos felizmente superados. Esas once palabras fueron suficientes y no se necesita ninguna más. La clave para el futuro de la Corona está en la proximidad sin caer en excesos, la ejemplaridad y la eficacia. No tengo ninguna duda de que son las características del reinado de Don Juan Carlos y que lo serán de su sucesor.
Don Felipe ha demostrado estos días, una vez más, su capacidad y preparación. Lo ha hecho con calidez y proximidad, con rigor y altura. Es lo que se espera de un futuro rey. Una cuestión importante y urgente es la elaboración de una ley de la jefatura del Estado que regule determinados aspectos que afectan al Rey, al Príncipe de Asturias y al resto de miembros de la familia. Es fundamental para el futuro de la institución.
La monarquía que encarna Don Juan Carlos responde plenamente al papel que le adjudica la Constitución de 1978. A la hora de hacer balance de su reinado, su decisiva actuación el 23–F es importante pero no podemos quedarnos ahí. Nuestra historia reciente hubiera sido muy distinta en un sentido negativo sin su decidido compromiso con la democracia desde los años del franquismo y su papel arbitral como jefe del Estado. Ha tenido un papel clave en la modernización económica y social así como en nuestra proyección internacional. Una decisión muy acertada fue no crear una corte como tuvieron sus antepasados. Una cosa son los cortesanos y otra distinta la cortesía y respeto que merece la institución. Por ello, es legítimo criticar un error pero cabe recordar que un grano no hace granero y que es mucho lo que ha hecho por España con una dedicación y abnegación ejemplar. Las once palabras que pronunció para disculparse forman parte de la Historia y muestran la grandeza de un Rey que siempre ha sabido conectar con el pueblo español. Me gustaría que algunos de los que le han criticado tuvieran la misma grandeza a la hora de reconocer un error humano.
Un buen criterio para analizar el valor de una institución es la utilidad. España podría ser una república, pero nuestra experiencia histórica demuestra que fue un desastre. Es cierto que hay argumentos diversos y contrapuestos, pero los políticos de entonces no supieron encontrar puntos de encuentro con sus rivales y los consensos fueron imposibles. Cada partido o facción se quería imponer sobre el rival y la convivencia fue imposible. La democracia instaurada de la mano de Don Juan Carlos ha demostrado que España se podía situar entre los países más avanzados del Mundo. Con un sistema de derechos y libertades donde todos han tenido cabida.
La monarquía se ha situado al margen de la legítima lucha de partidos. En un país tan complejo como el nuestro y sometido a fuertes tensiones políticas, sociales, económicas y territoriales es un argumento clave para valorar la eficacia de la institución. La arquitectura constitucional configurada por las leyes franquistas otorgaba al Rey un poder casi absoluto al que renunció voluntariamente para encabezar e impulsar la Transición. Con la inestimable ayuda de políticos de todo signo, brillantes juristas, el apoyo internacional y el aliento de una sociedad que quería el cambio político, Don Juan Carlos mantuvo su compromiso democrático de forma inequívoca. No sólo es el mejor rey de la historia de España sino también el mejor jefe de Estado que hemos tenido nunca. Hasta el republicano más fervoroso tiene que reconocerlo.
Lo sucedido con el accidente de caza en Botsuana no perjudica ni al Rey ni a la institución. En primer lugar porque todos hemos visto que tiene una gran humanidad. Los «cortesanos» critican que se haya disculpado e incluso algunos llegan al extremo de negar el error cometido. Son posiciones que nos retrotraen a tiempos históricos felizmente superados. Esas once palabras fueron suficientes y no se necesita ninguna más. La clave para el futuro de la Corona está en la proximidad sin caer en excesos, la ejemplaridad y la eficacia. No tengo ninguna duda de que son las características del reinado de Don Juan Carlos y que lo serán de su sucesor.
Don Felipe ha demostrado estos días, una vez más, su capacidad y preparación. Lo ha hecho con calidez y proximidad, con rigor y altura. Es lo que se espera de un futuro rey. Una cuestión importante y urgente es la elaboración de una ley de la jefatura del Estado que regule determinados aspectos que afectan al Rey, al Príncipe de Asturias y al resto de miembros de la familia. Es fundamental para el futuro de la institución.
ENCUESTA NC REPORT
La semana que cambió la Monarquía
>> Un Monarca de carne y hueso; por Diego Mazón >> Don Felipe, un «rey» en el momento más difícil
Un estatuto del siglo XXI para la Corona
>> El mensaje más breve pero el más rotundo; por Manuel Ventero >> La ley necesaria; por Fernando Rayón
Zarzuela de puertas para dentro
>> De Sabino a Rafael Spottorno; por José Apezarena >> Jaime Alfonsín: el apoyo del Príncipe; por Carmen Enríquez
Un país, dos generaciones
>> El hombre de la Transición; por Luis Palacio Bañuelos >> El reto de la España en crisis; por Iñigo Sagardoy
El Protagonismo de la Reina
Un papel ejemplar; por Bruno Aguilera
Llegó la ola de cambio
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Zarzuela de puertas para dentro
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El Protagonismo de la Reina
Un papel ejemplar; por Bruno Aguilera
Llegó la ola de cambio
Cuando no era princesa; por César Vidal
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