Por los comentarios de las buenas gentes, artículos en la prensa y opiniones en las tertulias-coñazo, deduzco, con alivio, que al Rey, lo que no se le perdona, es que haya viajado hasta Botswana a matar un elefante. Es decir, que el protagonista principal de este asunto es el elefante presumiblemente difunto. Se han oído frases de rotunda ridiculez: «Quien es capaz de matar un elefante, puede matar a una persona». Todo esto es consecuencia de los reportajes de «La Dos». Las mentalidades buenistas y ecologistas-sandías-sostenibles lo simplifican todo. Un malvado Rey se desahoga matando a un inocente y bondadoso elefante, ejemplar esposo de una elefanta y responsable padre de los elefantitos.
Hay que recordar al inolvidado Félix Rodríguez de la Fuente con los lobos. El lobo se convirtió en un héroe nacional, una víctima de los cazadores y los ganaderos. El lobo es un animal prodigioso, pero no puede ser considerado un cánido educado y cortés. De sus groserías saben mucho los pastores. Llega el lobo y para comerse una oveja mata a treinta de ellas. Si el pastor reacciona y le sopla al lobo en el codillo, el asesino es el pastor, no el amable lobo. Duero arriba el lobo se puede cazar con el consabido permiso. Duero abajo, matar a un lobo equivale a pasar en la cárcel más tiempo que el asesino de Sandra Palo o de Marta del Castillo. Y en Ávila, Segovia, Madrid y Guadalajara, los lobos campan a sus anchas y se lo pasan muy bien.
El cazador es un amante de la naturaleza. Hay caza porque existen los cazadores, del mismo modo que el toro bravo vive en las dehesas porque hay corridas de toros. Cuidar un campo es carísimo, y a los propietarios de fincas cazaderas les sale por un ojo de la cara mantener el número y la calidad de sus reses. La caza no es sólo una industria –decenas de miles de personas en España viven de la explotación cinegética–, sino un bellísimo deporte siempre que los cazadores cumplan con la ética que exige la naturaleza.
En África matan a los elefantes, porque de no hacerlo, muy pronto entrarán en manada en los supermercados y se llevarán todo por delante, y además, sin pagar. El elefante es uno de los «cinco grandes», junto al león, el rinoceronte, el leopardo y el búfalo. Sobran elefantes en muchos lugares de África. Y falta mucho dinero en África. La caza es un ingreso fundamental. Existen multitud de aldeas que sufren a diario los ataques de manadas de elefantes que arrasan sus plantaciones. Y los Gobiernos y responsables de parques nacionales se ven obligados todos los años a matar a miles de ellos para sostener el equilibrio de la naturaleza. Por supuesto que se trata de un animal formidable y maravilloso. Pero un exceso de ejemplares determina el desastre económico para miles de familias que viven exclusivamente de lo que el campo les depara. Y conozco personalmente a centenares de personas que se han jugado la vida disparando a un elefante sin que tengan nada de asesinos. Eso es una cursilería propia del seguidor de reportajes. Absoluta ignorancia. Suéltense en el Retiro diez elefantes africanos (Loxodonta Africana) y a las tres semanas no quedaría ni un árbol ni un corredor con chandal carmesí. La caza planificada contribuye a la buena salud de la naturaleza y de la balanza de pagos.
La caza es la actividad más antigua del ser humano. Practicarla limpiamente conlleva riesgos, inclemencias y esfuerzos. Mis respetos a quienes no sean partidarios de ella, pero aquí el fundamentalismo no funciona. Si el gran pecado del Rey ha sido matar o intentar cazar un elefante, por mi parte, queda absuelto, con permiso de «La Dos».
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