domingo, 15 de abril de 2012

AMENACITA; POR ALFONSO USSÍA.

La razón



  • Comparte esta noticia en Tuenti
 
0
 
 
  •  
  •  
  •  
  •  
  •  
  •  
Amenacita; por Alfonso Ussía
Diccionario Inteligente
14 Abril 12 - - Alfonso Ussía
Los ejércitos de los regímenes comunistas son muy generosos con las condecoraciones. Un coronel cualquiera lleva más medallas en su uniforme que el duque de Edimburgo, quizá el personaje occidental que luce con más donosura y empaque los honores de adorno. Los tiranos más condecorados de la Historia de la Humanidad carecían de ideología. Eran caníbales y ladrones, sencillamente. Idi Amín de Uganda y el Emperador Bokassa I de Centroáfrica, dos individuos cuya crueldad sistemática y feroz ha nublado su innegable comicidad. Se visitaban oficialmente con frecuencia, y competían en medallas. Idi Amín llegó a colgarse condecoraciones hasta en las pantorrillas, porque no tenía sitio en su uniforme para más. Creaba una nueva Orden cada día y se concedía la primera condecoración. Bokassa, también caníbal y asesino, se autonombró Emperador. El Gobierno de España presidido por Adolfo Suárez con Marcelino Oreja de ministro de Asuntos Exteriores, envió de representante oficial a la ceremonia de coronación del sanguinario cuchufleto a Alberto Aza, que consiguió salir vivo, y años más tarde fue nombrado Jefe de la Casa de S.M. El Rey. Paseaba por la calle de Serrano y reparé en la cantidad de fieles que ingresaban en la Iglesia de San Francisco de Borja. Entré en el templo y pregunté a un sacerdote por tan espontánea y unánime devoción. «Son amigos y familiares de Alberto Aza, que vienen a pedir que Bokassa no se lo coma». Me uní a la oración. De nada, Alberto.

Corea del Norte organizó la gran fiesta militar del siglo con motivo del lanzamiento de un cohete con cabeza nuclear. Impresionante espectáculo. Todos esos militares que lloraban compungidos y destrozados por la muerte de su líder, se reunieron para asistir al magno acontecimiento. Los militares de Corea del Norte lloran demasiado. Son muy folclóricos. Y se adornan con desmesura. He invertido algo de tiempo en ello, y les puedo asegurar que el militar presente en el acto con menos medallas, llevaba 38 colgadas. El heredero y actual «líder supremo» de Corea del Norte, el apuesto Kim-Jong-Un, muy de luto, llegó al lugar con cara de pocos amigos. Cuando un «líder supremo» se presenta en el acto de lanzamiento de un cohete nuclear con cara de pocos amigos, el mundo puede echarse a temblar, pero no lo consiguió del todo. Además, para colmo de males, por primera vez permitió a la prensa occidental asistir al acto, que alcanzó en los momentos previos al lanzamiento su cumbre de emoción cuando fueron descubiertos los monumentos del padre y abuelo del «líder supremo», los también «líderes supremos» Kim II Sung y Kim Jong II, dos pajarracos de cuenta. 

Los generales llorones se mostraban felices. Corea del Norte se disponía a asombrar al mundo, y dentro de lo que cabe, a atemorizarlo. El Cohete, en su rampa de lanzamiento, estaba divinamente pintado de blanco, un blanco muy conseguido y brillante. Los 24.000 generales llorones bellamente enmedallados aguardaban el momento culminante. En Corea del Sur, donde la libertad impera, los tenían de corbata, por razones de sencilla explicación. Y llegó el gran momento.

El general con más rango de los 24.000 llorones se aproximó, con marcial temor, a la tribuna del «líder supremo» y le pidió la venia para iniciar el proceso de ignición del chisme. El generoso «líder supremo» accedió gustoso y los cielos coreanos endulzaron sus azules para recibir con júbilo al artefacto de marras. Como en Corea del Norte todo es al revés, en lugar de contar de 10 a 0, se hizo de 1 a 10, un detalle curioso que dotó al acto de un gracejo especial. Todos los ojos en el cohete. Lágrimas de emoción del «líder supremo», que contagiaron a los 24.000 generales. Las nubes dejando paso. Los corazones en un puño. En el caso de coreanos del norte, en un puño cerrado, que resulta más angustioso. El mundo comunista pendiente de su nueva arma de defensa contra la maldición del capitalismo. 

«Tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve… ¡Diez!». Botón de despegue pulsado. Llamaradas en torno al cohete.

Y el cohete hizo «puf». Mejor escrito: «Puf, puf».

El «líder supremo», cabreadísimo.

Y en este caso, se entiende. Pero las medallas, de verdad, preciosas e impresionantes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario