Revista Ecclesia.
En 2007, el Papa Benedicto XVI escribió, en un espléndido libro, la primera parte de una obra sobre Jesucristo. En un momento determinado del libro, el Papa Ratzinger se pregunta “¿pero que es lo que realmente ha traído Jesús al mundo?” Semanas después, en un coloquio-entrevista con sacerdotes del Véneto italiano, el mismo Benedicto XVI era interpelado por esta cuestión, a la que respondía así.
Jesús ha venido al mundo para revelar al Dios del Amor y que llevarnos a Él. Jesús nos ha traído a Dios y la misión de los cristianos es llevar a Dios al mundo. ¿Cómo, pues, podemos reconocer a este Dios de Jesucristo y cómo podemos llevarlo y transmitirlo a los demás? Conocer a Dios y llevar a Dios implica amor y esperanza. Por eso, el cristiano debe dejarse amar, llenarse de amor y anunciar con la propia vida este amor, el único que amor nos salva.
Tres grandes mediaciones
Para ello, el cristiano dispone de una serie de mediaciones. La primera de ella es laPalabra de Dios. En este sentido, los cristianos hemos de emplear todos los medios para que la Palabra de Dios sea conocida, sea escuchada, sea orada, sea vivida. La pastoral de nuestra Iglesia habrá de seguir promoviendo y potenciado Escuelas de la Palabra y Escuelas de oración. La Palabra de Dios no puede ser la gran desconocida del Pueblo cristiano.
La segunda gran mediación para descubrir y transmitir al Dios del Amor que nos releva Jesucristo son los sacramentos, muy particularmente los sacramentos de la Eucaristía y de la Reconciliación, así como, cuando corresponda y como corresponda, los sacramentos del Orden, del Matrimonio y de la Unción de Enfermo, amén del Bautismo y de la Confirmación. Los sacramentos además han de ser administrados y recibidos no como actos rituales, sino como espacios precedidos y acompañados de la catequesis y de la formación evangelizadora.
La tercera mediación son los santos. Dios jamás viene solo: viene siempre acompañado de sus ángeles y de sus santos. Entre los santos descuella, con gran fuerza y gracia, la Santísima Virgen María. El amor a la Virgen María es la gran fuerza de la catolicidad. En ella reconocemos toda la ternura de Dios. María, la Madre de Dios, es el auxilio de los cristianos, nuestro consuelo y nuestra ayuda. Después de ella vienen los santos, quienes reflejan, en su variedad y multiplicidad cromática, la única luz de Dios y de su amor hacia nosotros. La belleza de los santos es imagen de la inagotable belleza de Dios. Como lo es la cuarta gran mediación: la Iglesia y su catolicidad, múltiples colores que muestran también la belleza y la verdad de Dios, quien viene a estar con nosotros, pues, de un modo muy concreto y muy cercano para que nos llenemos y de su amor y seamos sus testigos.
Jesús de las Heras Muela
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