En estos tres últimos domingos hemos escuchado en el Evangelio de San Lucas lo que podríamos llamar tres catequesis sobre la oración cristiana.
Oración de acción de gracias
El día 13 de octubre se proclamaba el pasaje de los diez leprosos que piden a Jesús su curación (Lc 17, 11-19); comienza el texto presentándonos la súplica confiada que los leprosos le hacen a Jesús: Jesús, maestro, ten compasión de nosotros. Es el grito de quien sufre y con confianza acude a quien es “maestro” para que desde su compasión los cure.
En momentos de dificultad o de sufrimiento es la oración que muchas veces hemos podido elevar al Señor y, a la vez, hemos podido contemplar como Él ha atendido nuestra súplica. Este pasaje nos hace reflexionar sobre nuestro agradecimiento, nuestra acción de gracias, nuestra alabanza por lo que el Señor ha hecho con nosotros. De aquellos diez leprosos que habían sido curados sólo uno de ellos vuelve a agradecer lo que el Señor había hecho con él.
Nuestra oración debe ser también de acción de gracias. El cristiano debe reconocer los dones que recibe de Dios, nuestra mirada sobre lo que somos y tenemos tiene que ser siempre positiva y sobre todo agradecida.
Oración insistente
El domingo pasado escuchábamos la parábola conocida como de la “viuda inoportuna”, una mujer que ante la injusticia que sufría no dudaba ni cesaba de pedirle al juez que le hiciera justicia. El mismo evangelista nos dice que esta parábola es propuesta por Jesús para que los discípulos supieran que tenían que orar siempre sin desfallecer.
La insistencia de esta mujer consigue aquello que busca, más aún, lo consigue ante un juez que es injusto y que como dice el texto del Evangelio: ni teme a Dios ni le importan los hombres, es decir, un hombre que no tiene escrúpulos y que se desentiende de los demás.
Si un juez injusto presta atención a una viuda insistente, ¡Cuánto más prestará Dios atención a quien es su hijo! Si el juez es injusto, Dios es un padre justo; si al juez no le importan los hombres, Dios es el Dios con nosotros que no se desentiende de los problemas y dificultades de nosotros.
Oración humilde
Este domingo el Evangelio (Lc 18, 9-14) nos da una nueva nota característica de la oración cristiana: la humildad. El publicano, un hombre que era considerado despreciable por su colaboración con el opresor romano, se presenta avergonzado e indigno en el templo, sólo se atreve a situarse cerca de la puerta para no ser visto en su osadía de mezclarse con los que cumplen la ley.
El fariseo, un hombre religioso y cumplidor, se sitúa ante Dios como el que tiene derecho a ser escuchado y atendido ya que cumple con las normas de la ley. Mientras el publicano sólo puede reconocer que es un pecador, el fariseo presenta ante Dios sus logros cumpliendo la ley y los mandamientos.
Pero el evangelista nos dice que la oración que fue escuchada es la de aquel publicano que sin pretensiones se presentó ante Dios.
Debemos recuperar la oración en nuestra vida, estos tres domingos nos ayudan a profundizar en lo que debe ser una realidad presente en nuestras vidas. Al inicio de este curso San Lucas nos indica el camino de una oración cristiana que debe ser siempre acción de gracias, constante y humilde.
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