Todos los 7 y particularmente los 12 de octubre, se celebra el santoral de la Virgen del Rosario y el aniversario de la coronación canónica de la Virgen del Carmen respectivamente, además de la Virgen del Pilar y el Día de la Hispanidad.
Pero me referiré sólo a La Galeona y a La Estrella de los Mares, que sería lo mismo que decir: la Virgen del Rosario y la del Carmen, o también, el Santo Rosario y el Santo Escapulario. Sin embargo, la dualidad de estas advocaciones y los signos que representan, coinciden plenamente con el más genuino modelo de la Madre de Dios; María Santísima.
Y si en la época de los Reyes Católicos, se decía: tanto monta, monta tanto... En ésta, el símil no por antiguo pierde su valor, sino que resultaría perfectamente aplicable también a estas excelsas dualidades, aun tratándose de tan Celestiales e Inmaculadas Divinidades.
Ambas ejercían y ejercen un gran poder protector sobre los hombres del mar. Y la figura de cada una de ellas, ha constituido una simultánea devoción de acuerdo con los tiempos. De ahí sus sobrenombres: La Galeona y La Estrella de los Mares.
Una, lleva como seña de identidad -el Rosario- su símbolo más característico. Y la otra -el Escapulario- que la distingue sensiblemente. Escapulario, que según cuenta la tradición lo recibió San Simón Stock, sexto General de la Orden Carmelitana -de mano de la propia Virgen- en su celda de Cambridge, el día 16 de julio de 1251., coincidiendo con el Día de su Festividad.
Y desde sus primeros rezos ya se le llamaba a la Virgen: la Estrella de los Mares y el fervor por tan Venerada Imagen y por el Santo Escapulario, no sólo se incrementó sino que se extendió considerablemente entre los hombres de la mar -de tal manera- que el sonido milagroso de las campanas de aquella pequeña capilla del Monte Carmelo en Palestina, en la cual, se albergaba - la flor del Carmelo- salvó de estrellarse contra la costa a la flota de San Luis Rey de Francia a su regreso de las Cruzadas.
Episodio, el anterior, que viene a confirmar y a poner de manifiesto que las oraciones dedicadas al Santo Escapulario: obran maravillas. Y a quienes las practican, se les concede larga y esperanzada vida de salvación eterna.
Así pues, la práctica de las oraciones que se derivan del Rosario como las del Escapulario, marcan pautas y situaciones insospechadas de favores derramados en sus fieles, devotos y seguidores. Por tanto, no es casualidad que la oración constante, sea la principal virtud del cristiano creyente y practicante.
Por eso, el Rosario es quizás, la oración más practicada entre los cristianos del pueblo de Dios. Su rezo tranquiliza y reconforta. Produce una sensación de agradable bienestar, que seguramente, sólo puede ser igualada con la oración dedicada al Santo Escapulario; amén de las indulgencias que lleva implícita.
"Rezad el Rosario todos los días para alcanzar la paz del mundo y el fin de la guerra" fueron también las palabras que pronunció la Virgen a los tres pastorcillos en Fátima el 13 de mayo de 1917.
Y mayoritariamente los Pontífices anteriores hasta los actuales, pasando especialmente por León XIII, San Pio X, Benedicto XV, Pio XI, Pio, XII, Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II, sobre todo este último, han proclamado y recomendado el rezo del Rosario como fuente de inspiración y medio de obtener todas las gracias. Y creo que no hay oración más hermosa en el mundo, ni nada parecido a la que se le atribuya tantos y tan -bellos calificativos- como los que se le dedican a la Virgen en la letanía con la que finaliza esta reconfortante oración.
Juan Pablo II, decía: María, Reina del Rosario, sé maestra y guía de cada familia en esta oración, por mí tan amada. Y no cabe duda que a través del rezo lento y meditado de los distintos misterios del mismo -el cristiano encuentra- la formula de penetrar poco a poco en los sentimientos de Cristo y de su Madre, evocando todos los misterios que son la llave de nuestra salvación (Homilía de Juan Pablo II, durante la Misa en Kinsagani, el 6 de Mayo de 1980).
¡Bravo cargadores! por llevar las cuentas del Rosario entrelazadas en vuestras manos; para rezarlo cuando van aferradas a la madera debajo de los pasos. Y ¡Bravo también! porque supongo que muchos llevareis el Santo Escapulario Carmelitano hecho por -otras manos santas y milagrosas- las de aquella pequeña monjita carmelita, hermana Cristina a la que a pesar de su débil salud de hierro, no le impedía hacer tantos favores y beneficios.
Y permitidme decir que por Ella, os anime a seguir fervorosamente su lema -orar y callar- como una continuada rogatoria de impulso no sólo a su beatificación, sino como fiel tributo y homenaje póstumo a sus obras para que -el halo que irradiaba- la presencia de su diminuta gran figura, esté siempre con vosotros y con nosotros, rezando juntos sus oraciones predilectas: el Rosario y el Escapulario.
José María Vieytes Beira. San Fernando. Artículo escrito el 05.10.12. Publicado en el semanario local Información el 25.10.12.
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