DE TODO UN POCO
ENRIQUE / GARCÍA-MÁIQUEZ | ACTUALIZADO 30.10.2013 - 01:00
Menos escándalo
NO puedo evitar, lo siento, mi escepticismo cuando oigo a los gobernantes europeos en general y a los nuestros en particular quejarse del espionaje de Estados Unidos. Vale que es una cosa muy fea, pero de ahí a poner esa cara de inocencia violada va un trecho. En primer lugar, por aquello de Oscar Wilde, que decía que sólo hay una cosa peor que ser invitado a una fiesta: no ser invitado. No ser espiado sería un signo obvio de insignificancia internacional. Imagino el secreto suspiro de alivio de nuestro Gobierno… justo antes de ponerse a protestar airado.
Luego, eso de que no se espían a los amigos es mucho suponer. España dejó Iraq de improviso y así no se trata a un amigo; y muchos países europeos hacen -con toda la legitimidad del mundo- su propia política internacional, que consiste, con bastante frecuencia, en no seguirle el juego a Estados Unidos. Es lógico que la superpotencia quiera, en la medida de sus posibilidades, que son muchas, prever nuestras reacciones. ¿Acaso nosotros no les espiaríamos de poder, o no lo hacemos, aunque sea un poquito? Este canto al millón de amigos a lo Roberto Carlos es pura canción romántica. ¡Si nuestros políticos se espían frenéticamente entre ellos, a los otros y a los propios! Tenemos abierta alguna investigación al respecto. Esas caras de estupor ahora, cuando se enteran del espionaje norteamericano, son como mínimo asombrosas.
En realidad, cuando la mentira, la simulación, el maquiavelismo y las maniobras mandan en la política nacional y en la internacional, ¿qué se puede esperar? Luis Alberto de Cuenca dejó dicho en un verso memorable "que el precio del engaño es el olvido"; pero es un precio que se paga a plazos: el de la desconfianza, el del cinismo, el de las suposiciones y, por supuesto, el plazo del espionaje. Sólo alguien completamente franco tendría derecho a escandalizarse de que le espíen. El verdadero contraespionaje es la verdad.
Precisamente porque son aliados indisolubles nuestros, es lógico que los norteamericanos quieran saber qué va a hacer el Gobierno contra los terroristas, si va a hacer algo de lo mucho que podría, más allá de protestar, también hipócritamente, contra Estrasburgo; y qué hará ante el desafío nacionalista; y qué con Gibraltar. Son cosas que yo, sobre el terreno, también me pregunto. Gente de peso dentro del PP tampoco tiene ni idea. Con tantas sombras, el espionaje viene de suyo.
Luego, eso de que no se espían a los amigos es mucho suponer. España dejó Iraq de improviso y así no se trata a un amigo; y muchos países europeos hacen -con toda la legitimidad del mundo- su propia política internacional, que consiste, con bastante frecuencia, en no seguirle el juego a Estados Unidos. Es lógico que la superpotencia quiera, en la medida de sus posibilidades, que son muchas, prever nuestras reacciones. ¿Acaso nosotros no les espiaríamos de poder, o no lo hacemos, aunque sea un poquito? Este canto al millón de amigos a lo Roberto Carlos es pura canción romántica. ¡Si nuestros políticos se espían frenéticamente entre ellos, a los otros y a los propios! Tenemos abierta alguna investigación al respecto. Esas caras de estupor ahora, cuando se enteran del espionaje norteamericano, son como mínimo asombrosas.
En realidad, cuando la mentira, la simulación, el maquiavelismo y las maniobras mandan en la política nacional y en la internacional, ¿qué se puede esperar? Luis Alberto de Cuenca dejó dicho en un verso memorable "que el precio del engaño es el olvido"; pero es un precio que se paga a plazos: el de la desconfianza, el del cinismo, el de las suposiciones y, por supuesto, el plazo del espionaje. Sólo alguien completamente franco tendría derecho a escandalizarse de que le espíen. El verdadero contraespionaje es la verdad.
Precisamente porque son aliados indisolubles nuestros, es lógico que los norteamericanos quieran saber qué va a hacer el Gobierno contra los terroristas, si va a hacer algo de lo mucho que podría, más allá de protestar, también hipócritamente, contra Estrasburgo; y qué hará ante el desafío nacionalista; y qué con Gibraltar. Son cosas que yo, sobre el terreno, también me pregunto. Gente de peso dentro del PP tampoco tiene ni idea. Con tantas sombras, el espionaje viene de suyo.
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