miércoles, 30 de octubre de 2013

PAZ Y BIEN, SAN FRANCISCO, ASÍS Y EL PAPA FRANCISCO; POR JOSÉ MARÍA VIEYTES BEIRA.


  No podía pasar este mes sin recordar la visita del Papa a Asís. Allí fue recibido con el lema franciscano -Paz y Bien un lema amable y fraterno que como saludo propio, dispensan amorosamente los frailes a todos los que visitan su Casa. Y da igual que esta, sea en la de arriba o en la de abajo, donde guardan celosamente la tumba del fraile más pobre y distinguido entre los pobres. Pero el más rico y también el de mayor calado: por sus edificantes entregas humanitarias a lo largo de su vida. 

  Visitar la Basílica, supone elevarse en la fe y transportarse hacía una espiritualidad, que te envuelve a cotas insospechadas; inspirando a la mente y transformando la recreación del visitante a través de los sentidos, especialmente si este es creyente. 

  Quien la ha visitado puede confirmarlo fehacientemente. El silencio que envuelve la cripta de la tumba del santo y el halo que allí se percibe mientras se permanece postrado; resulta inexplicable. Mas la ficción supera a la realidad al sentirte turbado y no encontrar la manera de salir, si no es revestido de una bondad y una dulzura como si el fraile desde su reposo, te la inyectase. 

  Asís, es sede episcopal de la provincia de Perugia. Una localidad medieval sin murallas apenas, pero con bastantes cuestas y rincones sin coches y por doquier se aprecia el olor de la cuna del santo y patrón de los italianos. 

  Asís, pertenece a la región de Umbría y desde la balaustrada de la plaza donde está la Basílica, se contemplan espléndidas vistas y una bella panorámica del valle que toma el nombre de su región. La verde Umbría, al lado de otra famosa región de la campiña italiana: la Toscana. Umbría produce aceite y las lámparas votivas de sus basílicas utilizan éste y no otro. Y dispone de un río –el río torcido- y de un monte: el Subasio, en cuya ladera se encuentra la ermita derruida; una gruta que Francisco reconstruyó viviendo feliz en ella: porque allí cobijaba a sus pobres. 

  Y la Basílica de Santa Clara de las Reverendas Madres Clarisas. Otro aposento de espiritualidad compartida, que no puede soslayarse de ser visitada. Y San Damián y la Catedral de Asís San Rufino en cuyo Baptisterio fue bautizado san Francisco y santa Clara. Así cómo la Basílica de Santa María la Mayor y la de Santa María de los Ángeles. 

 Asís no se visita, se peregrina. Allí la espiritualidad amanece con el día. Andar por sus calles significa encontrarse en cualquier lugar o en alguna esquina al santo. Asís deja una huella que no se olvida. Asís es imborrable. 

  Y en medio de todo este espectáculo, el Papa Francisco con la cercanía a la que nos tiene acostumbrados; tan atento y humilde como conciliador y amoroso. Y como prueba irrefutable, bastó seguirlo para notarlo porque así fue como se mostró una vez más en Asís. Y quien no lo quiera ver así en -Asís- (valga el juego de palabras) es tanto como negar la sucesión de los días y de las noches. 

  Su primer encuentro fue con los enfermos y discapacitados del Instituto Seráfico de Asís; volcando en ellos la ternura de su amor, seguido igualmente de otro encuentro con los pobres acogidos de caritas y recibidos por primera vez por un Pontífice en la Sala de las Expoliaciones (ocho siglos la contempla) donde el Papa se emocionó visiblemente. 

  Posteriormente, la visita a la Catedral para reunirse con el clero y los fieles. A Santa María de los Ángeles para dialogar con miles de jóvenes. Y a rezar en Santa Clara ante el Cristo de San Damián. Dejando en cada acto, el sello de su sencillez, de su gran humildad y misericordia. Y no fue capaz de leer los textos que llevaba preparados, sino de responder espontaneo y emocionado al paso de lo que sentía en cada encuentro. 

  Y de sus discursos se vislumbra, que no quiere un Estado para su Iglesia, sino una Iglesia para un estado; un estado distinto del actual. No quiere un Secretario de Estado, prefiere un secretario particular. Ni tampoco quiere una Iglesia rica, sino pobre, misionera y entregada. Una Iglesia colegiada donde participen todos, porque la Iglesia dijo: somos todos –él y nosotros. 

   Una visita pastoral, la 34 que hace un Papa a Asís- coincidiendo con el santoral y el patronazgo. Sin duda la visita en sí misma, ha marcado un hito en la historia más reciente del Vaticano. Y en su séquito, fue muy significativa la presencia de los 8 Cardenales nombrados por él mismo para el estudio de la reforma de la Curia vaticana que tiene prevista. 

  Recordó la desgracia de Lampedusa, las llagas de los enfermos, el rostro de los pobres, la desapropiación y la mundanidad para decir: vivimos entre esas llagas de los pobres y las de Cristo, que deben ser lavadas, escuchadas y reconocidas en un mundo atribulado en donde tenemos que perdonar mucho, fomentar y predicar el evangelio, aplicar la misericordia, incrementar la fe y la oración; incorporando a su vez la mansedumbre del amor y el efecto de la caridad. ¡Hay mucha hambre en el mundo exclamó! 

   No cabe la menor duda que el Papa Francisco es un siervo de Dios tocado por Él; digno Apóstol de su Hijo Jesucristo, de su Santa Madre María Santísima y desde luego: asistido permanentemente por el Espíritu Santo. 

José María Vieytes Beira. San Fernando. Artículo escrito el 04.10.13. Publicado en el semanario Información el 27.10.13. 
                                       

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