lunes, 28 de octubre de 2013

NUESTRO PADRE JESÚS DE LOS AFLIGIDOS; POR JOSÉ MARÍA VIEYTES BEIRA.



  Desde el respeto a todas las opiniones y en atención a los fieles y devotos de Jesús de los Afligidos y de los ciudadanos en general, siento la necesidad de informar según mi leal y saber entender sobre lo que sigue: 
  Desperté al mundo contemplado la figura de este tan querido y amado Cristo, titular de mi hermandad, tal como salió de la gubia de su autor. 
  Jesús de los Afligidos, ha sido y es para mí un referente singular. Ha nacido, ha vivido conmigo y me ha acompañado a lo largo de mi vida -con su misma hechura- reservándome decir cuántos favores le debo. 
  Otras razones la tuvo la cercanía de mi domicilio a la Capilla del Cristo, sede canónica entonces de la hermandad, para la cual se esculpió Jesús, cuando la capilla era parroquia y en ella, se le construyó un altar donde estuvo  a la veneración pública  hasta su traslado a la Parroquia actual. 
  Me honré de ser su mayordomo y posteriormente hermano mayor de la hermandad. Hermandad a la que había accedido a los diez años de edad. 
  Todo esto, me lleva a considerar el resultado del cabildo de consulta del pasado día 11 para decidir las dos propuestas de su orden del día. Una, aprobar o no, que nuestro titular sea en la próxima Cuaresma el que presida el Vía Crucis del Consejo de hermandades y cofradías por tratarse de cumplir nuestra Hermandad los 75 Años de su fundación. Y otra, aprobar o decidir la conveniencia o no de colocarle al Cristo unas potencias. 
  La primera propuesta fue aceptada por aclamación unánime y la segunda originó una votación a mano alzada con resultado positivo a favor de las potencias por un margen de sólo 3 votos y 1 abstención; obtenidos  de una asistencia de sólo 58 hermanos sobre unos 600 con derecho a votar. 
 Asunto que según mi opinión, merece ser considerado a pesar no obstante, como no, de la aceptación de dicho resultado que, sin alcanzar siquiera el diez por ciento del censo de hermanos y por lo tanto, no representar a la mayoría, consiguió sacar adelante su propuesta. 
  Situación esta que revela la deficiencia del sistema: donde una minoría sin conocer el voto de la mayoría por su inhibición determina el resultado. Resultado que en esta ocasión como en tantas otras, pone de manifiesto la necesidad de votar y no de inhibirse. Y mi pregunta sería: ¿hasta cuando no se darán cuenta los que no acuden a la cita? Pero esto, es lo que tenemos.   
  En consecuencia, las potencias quedaron aprobadas. Sin embargo, valorando tal decisión hay otras razones de peso, que no siendo las económicas tienen un valor superior y una repercusión mayor de la que tal vez, pueda suponer el coste de las citadas potencias. 
  Esta conclusión me ha llevado a pensar, que cuando se plantea cuestiones de esta índole, hay que ser muy cuidadoso con los cambios a realizar, no sólo por la afectación y la sensibilidad que pueda provocar en nosotros mismos, sino –también a sus fieles, devotos y seguidores. 
  La figura de una imagen expuesta al culto y a la veneración pública durante más de 70 años no debería ser alterada innecesariamente si se me permite la expresión. Y en estos casos, los censores eclesiales de culto y patrimonio de la Iglesia, suelen ser muy críticos, rigurosos y exigentes. 
  Tampoco considero que el argumento empleado para la colocación de las potencias a pesar de su excelente trabajo, sea solamente en base a la comparación de otras imágenes de Cristo que sí las lleven. Ni tampoco creo, que deba tratarse como una cuestión de gusto o de estética, sino bajo el más estricto espíritu y el concepto religioso del culto, del sentido común,  de la tradición, de la devoción y del sentimiento de la religiosidad popular. 
  Los hermanos partidarios de la idea pueden pensar que unas potencias no son definitivas. Y que se utilizan o no según las circunstancias. Y no les falta razón. Pero se olvidan del riesgo de su colocación a pesar de la técnica. De alterar visiblemente la visión a la que nos tiene acostumbrados. O que las potencias en cuestión no van en armonía con la imagen inspirada por su autor, Castillo Lastrucci. Y lo más importante todavía: no hay antecedentes históricos que Jesús las llevase en la calle de la Amargura.     
  Jesús fue prendido, abofeteado, insultado, atado y azotado. Se le puso con mofa: una caña por cetro y una corona de espina por la de rey. Y cargó con una cruz sobre sus hombros sin llevar las potencias. 
  Los cofrades en general hemos cometidos errores tratando de pasar por  donde sólo caben dos personas, pero nos empeñamos en que pasen tres. 
  En lo sucesivo, quizás deberíamos evitar caer en nuevas tentaciones. Y si éstas surgen como ahora: seguiré no obstante a mi Cristo el Señor igual que dijo santo Job: el Señor me lo dio, el Señor me lo quitó ¡Bendito sea Dios! 
 ¡Hermanos!. Los tiempos que corremos y los que marca actualmente el Magisterio de la Iglesia no va por esos derroteros y las hermandades y cofradías son Iglesias. Por eso os pido simplemente: ¡que reflexionemos!


José María Vieytes Beira. San Fernando. Artículo escrito el 14.10.13. Publicado en el semanario local Información el 20.10.13. Y en el blog SED VALIENTES por gentileza de Jesús Rodríguez Arias.                                         
       

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