Jorge Luis Zarazúa
Pastoralmente, ¿qué podemos hacer para celebrar cristianamente la Fiesta de Halloween (31 de octubre), e impulsar más la solemnidad de Todos los Santos (1 de noviembre) y la conmemoración litúrgica de los Fieles Difuntos (2 de noviembre). He aquí algunas propuestas concretas.
Un triduo muy especial
El Diccionario de la Real Academia Española define triduo como ejercicios devotos que se practican durante tres días. Me parece un término adecuado para describir estos tres días santos, que nos permiten celebrar aspectos importantísimos sobre nuestra fe y reflexionar sobre sus implicaciones.
Para el 31 de octubre proponemos las siguientes acciones:
1. Genuina preocupación por la suerte de todos los hombres
Es oportuno que recuperemos el sentido cristiano de Halloween, entendiéndolo como Víspera de la Solemnidad de Todos Santos, que implica, desde la óptica de los católicos irlandeses que la iniciaron, preocuparse por la suerte de todos los hombres, aún de los impíos, recordando que Dios odia el pecado, pero ama intensamente al pecador.
Los que creemos en Cristo estamos llamados a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, como el Señor nos ha enseñado con sus palabras y su vida. Los cristianos estamos llamados a experimentar la compasión por todos, especialmente por los más necesitados, como lo enseño Jesús en la bellísima parábola del buen samaritano (Lc 10, 25-37), puesto que “no son los sanos los que necesitan de médico, sino los enfermos” (Mt 9, 12).
Esta preocupación es profundamente bíblica, puesto que “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad” (1Tim 2, 4) y desea que hagamos oración en favor de todos los hombres, como lo expresó muy bien san Pablo:
Ante todo, te recomiendo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres, por los soberanos y por todas las autoridades, para que podamos disfrutar de paz y de tranquilidad, y llevar una vida piadosa y digna. Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, porque él quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. (1Tim 2, 1-4)
Pues bien, esta genuina preocupación debe traducirse en acciones concretas. He aquí algunas sugerencias prácticas, útiles para celebrar cristianamente el 31 de octubre:
Jornada de Oración, Ayuno y Penitencia para pedir por la conversión de los pecadores
Es conveniente que el 31 de octubre, Víspera de Todos Santos, se pueda convocar, a nivel parroquial, decanal, diocesano, nacional o universal, una Jornada de Oración, Ayuno y Penitencia para pedir por la conversión de los pecadores, con características similares a la que el Papa Francisco nos pidió realizar para orar por la paz en Siria.
En esta Jornada pueden hacerse muchas actividades, como Rosarios, Horas santas, Sitios de Jericó, la Coronilla del Señor de la Misericordia, Actos de reparación, etc.
Lo que no puede faltar es un Acto Penitencial en cada parroquia donde todos puedan hacer un buen examen de conciencia y una buena confesión. Si se prefiere, puede tomar la forma de una Jornada Mundial de la Confesión, con los elementos adecuados para vivir intensamente un encuentro personal con Dios uno y trino en el admirable sacramento de la Penitencia. Que todos tengan la oportunidad de acercarse a este Sacramento admirable.
Se puede proporcionar algún tríptico o folleto que les permita hacer un buen examen de conciencia. A propósito de la Confesión dice lo siguiente el Catecismo de la Iglesia Católica:
«Conviene preparar la recepción de este sacramento mediante un examen de conciencia hecho a la luz de la Palabra de Dios. Para esto, los textos más aptos a este respecto se encuentran en el Decálogo y en la catequesis moral de los evangelios y de las Cartas de los Apóstoles: Sermón de la montaña y enseñanzas apostólicas (Rm 12-15; 1 Co 12-13; Ga 5; Ef 4-6) (Catecismo de la Iglesia Católica, 1454).
Ramilletes espirituales
Otra forma muy especial de orar por la conversión de los pecadores es ofreciendo un ramillete espiritual.
¿En qué consisten?
Un ramillete espiritual es un ramillete de oraciones y acciones que se ofrecen por una intención determinada, en favor de una persona o alguna iniciativa. En este caso se ofrece por la conversión de los pecadores.
¿Qué puede ofrecerse?
- La Santa Misa. Asiste a la Santa Misa y, antes de iniciar, ofrécela por la conversión de los pecadores en general, o de alguien en particular. Dice el Catecismo de la Iglesia Católica: «En cuanto sacrificio, la Eucaristía es ofrecida también en reparación de los pecados de los vivos y los difuntos, y para obtener de Dios beneficios espirituales o temporales». (Catecismo de la Iglesia Católica, 1414).
- Comunión sacramental. Consiste en ofrecer nuestra comunión cada vez que participamos en Misa y comulgamos. Su eficacia puede deducirse de estas palabras del Catecismo de la Iglesia Católica: «En el Santísimo Sacramento de la Eucaristía están “contenidos verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero” (Concilio de Trento: DS 1651)» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1374).
- La Comunión Espiritual. Es el deseo de recibir a Jesús en la comunión espiritualmente, ante la imposibilidad de hacerlo sacramentalmente o además de haberlo hecho, nos sirve para disponernos a recibirlo o agradecerle por haberle recibido. Puede hacerse en la Santa Misa o fuera de ella, en un momento que se considere conveniente. Puede hacerse numerosas veces al día.
La Comunión Espiritual puede hacerse con las propias palabras. Quienes lo deseen, pueden hacerlo con esta bella oración: “Creo Jesús mío que estás presente en el Santísimo Sacramento del Altar, te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte dentro de mí, más no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiera recibido, te abrazo y me uno todo a ti. No permitas Señor que vuelva a separarme de ti”. Se puede hacer, aunque se haya comulgado.
- Visitas al Santísimo. Es pasar a la capilla o templo y hacer un momento de oración frente a Jesús Sacramentado presente en el Sagrario o expuesto sobre el Altar en la Custodia. Su importancia puede deducirse de estas palabras del Catecismo de la Iglesia Católica: «Puesto que Cristo mismo está presente en el Sacramento del Altar es preciso honrarlo con culto de adoración. “La visita al Santísimo Sacramento es una prueba de gratitud, un signo de amor y un deber de adoración hacia Cristo, nuestro Señor” (MF). (Catecismo de la Iglesia Católica, 1418)
- Hora Santa. La hora Santa consiste en la exposicion y adoracion del Santísimo Sacramento del Altar, de La Eucaristía. La Sagrada Forma, es decir, Jesús mismo presente en la Hostia consagrada, es colocado en la Custodia u Ostensorio, para que lo adoremos. Por lo general, se realiza cada jueves, pero puede hacerse en todo tiempo.
- Rosarios. Ofrezcamos nuestro Rosario con devoción. Si rezamos en familia serán tantos rosarios como personas lo ofrezcan. El Rosario consta de 20 misterios de los cuales se pueden rezar 5 misterios cada día, el ofrecimiento cuenta por día.
v Sacrificios. Es aquello que te cuesta trabajo, da lo que te es difícil de hacer o de aceptar, ofrezcámoslo con amor, sea algo voluntario o involuntario.
- Ayuno. Consiste en hacer una sola comida al día o no comer lo suficiente, dejar de fumar y dejar de tomar alcohol o algo que en especial te agrade o te cueste trabajo.
- Jaculatorias. Son pequeños momentos de unión con Dios para adorarlo, alabarlo, comunicarte y darle gracias. Por ejemplo: “Espíritu Santo fuente de luz, ilumínanos”, “Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en un principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén”, “Jesús, hijo de David, ten compasión de mí”.
- Horas o minutos de lectura bíblica. Se trata de hacer una lectura atenta, en perspectiva orante de la Biblia, durante el tiempo que se tenga disponible.
- Horas de Trabajo. Ofrécelas claramente, ser específicos, por ejemplo: “Señor, te ofrezco mi trabajo de este día por la conversión de los pecadores”, “Señor, te ofrezco mi trabajo de este día por la conversión de ______”.
Jornada de Evangelización
El 31 de octubre puede convertirse en una jornada de evangelización en cada comunidad parroquial. Los agentes de pastoral, los catequistas y los niños de catequesis, los monaguillos y los integrantes de los grupos juveniles y movimientos apostólicos pueden salir a evangelizar a las calles, plazas, mercados y semáforos, y a las casas y negocios, vestidos como ángeles o como sus santos favoritos ofreciendo dulces y trípticos y folletos evangelizadores.
Oportunamente pueden preparar bolsitas para obsequiar dulces y añadiéndoles tarjetas, separadores y pequeños pósters elaborados por los evangelizadores o impresos por la parroquia donde se presenten citas bíblicas que invitan a la conversión y al arrepentimiento, que nos motiven a comprender la terrible realidad del pecado y que nos ayuden a comprender que determinadas acciones, que se consideran normales, son pecaminosos.
He aquí algunas sugerencias al respecto:
- Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. Es el texto por excelencia, que nos revela el amor misericordioso de Dios.
- ¿Qué dios es como tú, que perdonas la falta y pasas por alto la rebeldía del resto de tu herencia? El no mantiene su ira para siempre, porque ama la fidelidad. El volverá a compadecerse de nosotros y pisoteará nuestras faltas. Tú arrojarás en lo más profundo del mar todos nuestros pecados. (Miq 7, 18-19)
- Reconozcan el momento en que viven, que ya es hora de despertar del sueño: ahora la salvación está más cerca que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada, el día se acerca: abandonemos las acciones tenebrosas y vistámonos con la armadura de la luz. Actuemos con decencia, como de día: basta de banquetes y borracheras, basta de lujuria y libertinaje, no más envidias y peleas. Revístanse del Señor Jesucristo y no se dejen conducir por los deseos del instinto. (Rom 13, 11-14). Este texto influyó de manera determinante en la conversión de San Agustín de Hipona, tal como lo cuenta él mismo en sus Confesiones.
- Las acciones que proceden de los bajos instintos son manifiestas: fornicación, indecencia, libertinaje, idolatría, superstición, enemistades, peleas, envidia, cólera, ambición, discordia, sectarismos, celos, borracheras, comilonas y cosas semejantes. Les prevengo, como ya los previne, que quienes hacen esas cosas no heredarán el reino de Dios. (Gal 5, 19-21)
- ¡Lávense, purifíquense! no me hagan el testigo de sus malas acciones, dejen de hacer el mal y aprendan a hacer el bien. Busquen la justicia, den sus derechos al oprimido, hagan justicia al huérfano y defiendan a la viuda.» Ahora Yavé les dice: «Vengan, para que arreglemos cuentas. Aunque sus pecados sean colorados, quedarán blancos como la nieve; aunque sean rojos como púrpura, se volverán como lana blanca. (Is 1, 16-18).
- Si el malvado se aparta de todos los pecados cometidos, se dedica a observar todos mis mandamientos y se comporta de acuerdo al derecho y a la justicia, vivirá y no morirá; se echarán al olvido todos los crímenes que cometió y, debido a la justicia que haya practicado, vivirá. ¿Creen ustedes que me gusta la muerte del malvado? dice Yavé. Lo que me agrada es que renuncie a su mal comportamiento y así viva. (Ez 18, 21-23).
La Biblia y el Catecismo de la Iglesia Católica son una mina inagotable de textos que pueden ayudarnos en esta tarea evangelizadora.
Diálogo personal
No puede faltar el diálogo personal para invitar a la conversión a familiares, amigos y compañeros de la escuela o el trabajo. En efecto, Dios nos ha puesto como centinelas para estar al pendiente de que nuestros seres queridos se salven:
Al cabo de esos siete días se me dirigió la palabra de Yavé: «Hijo de hombre, te he puesto como un vigía para la casa de Israel: si oyes una palabra que salga de mi boca, inmediatamente se lo advertirás de mi parte. Si le digo al malvado: ¡Vas a morir! y si tú no se lo adviertes, si no hablas de tal manera que ese malvado deje su mala conducta y así salve su vida, ese malvado morirá debido a su falta, pero a ti te pediré cuenta de su sangre. En cambio, si se lo adviertes al malvado y él no quiera renunciar a su maldad y a su mala conducta, morirá debido a su falta, pero tú habrás salvado tu vida. (Ez 3, 16-19)
Esta preocupación genuina es agradable a Dios, que “no quiere que se pierda nadie, sino que todos lleguen a la conversión” (2Pe 3, 9b). De ahí la importancia de hablar oportunamente con nuestros seres queridos que andan en malos pasos.
Hermanos, si alguno de ustedes se extravía lejos de la verdad y otro lo hace volver, sepan que el que aparta a un pecador de su mal camino salva un alma de la muerte y hace olvidar muchos pecados. (St 5, 19-20)
Pide al Señor la valentía para hablar con quien necesite que le hables sobre sus situaciones de pecado y la gracia de la salvación, dándole a conocer que Dios perdona a quien se arrepiente, invitándolo a acercarse al Sacramento de la Penitencia.
Cineforum o velada parroquial o familiar
Siete películas para la noche de Halloween (o Todos Santos):
Juanjo Romero, en su blog en Info-Católica, nos ofrece esta lista, que podemos transformar en un cineforum parroquial o en una bonita velada familiar. Un maratón para acercarnos a los santos
Un hombre para la eternidad (1988)
Rabiosa actualidad. Un político que antepone su fe a su cargo. ¡Total?, por defender un matrimonio que ni siquiera era el suyo…¡que le corten la cabeza!. Santo Tomás Moro. Un remake moderno tendría que titularse «El político invisible»
Becket (1964)
Basada en la obra de teatro de Jean Anouilh: Tomás Becket o el Honor de Dios. Repartazo. Después de verla cogeréis devoción a Santo Tomás Becket. Yo le encomiendo todos los nombramientos episcopales, todos. El final es digno de «Juego de Tronos», digno en sentido literal, claro.
Molokai: La historia del Padre Damián (1999)
¿Te gusta The Walking Dead? Este personaje es más impresionante que «Rick» y «Daryl» juntos, ¡qué pasada! En lugar de clavar palos en el cerebro de los más miserables, de los más parias de los parias, los abraza, los besa, los cura, … los quiere. Fuerte, ¿no?. San Damián, el apóstol de los leprosos.
Diálogos de Carmelitas (1960)
Ambientada en la Revolución Francesa, las dieciséis monjas carmelitas del convento de Compiègne en 1794. Si no lloras o te emocionas con el final de la película preséntate a un casting de «La invasión de los ultracuerpos», tienes la misma sensibilidad que ellos.
María Goretti (2003)
Lo sé. Esta no está recomendada para niños y adolescentes. Creo que se dicen palabrotas muy fuertes. Que en una misma frase aparezcan las palabras «pureza» y «amor» reconozco que pueden herir sensibilidades modernas. Lo mismo hay quien piensa que eso no es posible y en cambio tiene más credibilidad un romance entre una vampiro y un hombre lobo.
De dioses y hombres (2010)
Un monasterio del Císter en un pueblo argelino de las montañas del Atlas. Los religiosos franceses llevan casi 60 años allí. En 1996, terroristas del GIA secuestran a los monjes. A pesar del creciente peligro que los rodea y de las amenazas de los terroristas, los monjes deciden quedarse y resistir. Tachán, tachán…, a que engancha.
Pedro y Pablo (1981)
Anthony Hopkins y Robert Foxworth como San Pablo y San Pedro, respectivamente.
Oración personal por la conversión de los Pecadores
He aquí una bella oración que nos ayuda a orar por la conversión de todos
Señor, tú eres bondadoso y misericordioso, y todo lo hiciste muy bien, creando de la nada cuanto existe. Señor, tú eres clemente y comprensivo, y no quieres la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. Señor tú eres paciente y fiel, y esperas al hijo pródigo e invitas al justo a alegrarse a su regreso.
Señor, tú tanto amaste al mundo, que enviaste a tu Hijo único, no para juzgarnos, sino para salvarnos. Señor, tú quieres que todos los hombres se salven, lleguen al conocimiento de la verdad y sean uno como tú eres uno.
Te pido la conversión de los que, como yo, son pecadores, quiero unirme, junto al Padre Pío, a tu deseo de salvación universal, solidarizándome con mis hermanos y emprendiendo con ellos un camino de sincera conversión. Dame la gracia de cumplir tus mandamientos alimentando al hambriento, dando de beber al sediento, vistiendo al desnudo, alojando al forastero, visitando al enfermo y al encarcelado, descubriéndote y respetándote en la obra de tus manos.
Cambia mi forma de pensar y de sentir, porque muchas veces no parezco hijo tuyo. Permíteme disfrutar al final de los tiempos del banquete que tienes preparado no sólo para los que te conocen y sirven, sino también para aquellos que no han tenido esa gracia y que, a pesar de no saberlo, también son hijos tuyos. Amén.
2. Tener presente la posibilidad de condenarse
A nivel personal, es importante reflexionar sobre la posibilidad real de condenarse. He aquí lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica al respecto:
La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, “el fuego eterno” (cf. DS 76; 409; 411; 801; 858; 1002; 1351; 1575; Credo del Pueblo de Dios, 12). La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira (Catecismo de la Iglesia Católica, 1035).
Las afirmaciones de la Escritura y las enseñanzas de la Iglesia a propósito del infierno son un llamamiento a la responsabilidad con la que el hombre debe usar de su libertad en relación con su destino eterno. Constituyen al mismo tiempo un llamamiento apremiante a la conversión: “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la puerta y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que la encuentran” (Mt 7, 13-14). (Catecismo de la Iglesia Católica, 1036).
Un buen examen de conciencia para una buena confesión
Para animarnos a confesarnos frecuentemente, es útil y provechoso conocer los efectos espirituales del sacramento de la Penitencia, que son los siguientes:
— la reconciliación con Dios por la que el penitente recupera la gracia;
— la reconciliación con la Iglesia;
— la remisión de la pena eterna contraída por los pecados mortales;
— la remisión, al menos en parte, de las penas temporales, consecuencia del pecado;
— la paz y la serenidad de la conciencia, y el consuelo espiritual;
— el acrecentamiento de las fuerzas espirituales para el combate cristiano.
Oración para pedir por la propia conversión
Señor Jesús, yo me coloco en Tu presencia en oración, y confiado en Tu Palabra abro totalmente mi corazón a Ti.
Reconozco mis pecados y Te pido perdón por cada uno. Yo Te presento toda mi vida, desde el momento en que fui concebido hasta ahora. En ella están todos mis errores, fracasos, angustias, sufrimientos y toda mi ignorancia de Tu Palabra.
¡Señor Jesús, Hijo del Dios vivo, ten compasión de mí que soy pecador(a)!
¡Sálvame, Jesús! Perdona mis pecados, conocidos y desconocidos.
Libérame, Señor, de todo yugo de Satanás en mi vida.
Libérame, Jesús, de todo vicio y de todo dominio del mal en mi mente.
Yo Te pido, Señor, que esa vieja naturaleza mía, vendida al pecado, sea crucificada en Tu cruz. ¡Lávame con Tu Sangre, purifícame, libérame, Señor!
En Tu presencia, quiero perdonar a todas las personas que me ofendieron, que me amargaron, que intentaron el mal contra mí, que me maldijeron y hablaron mal de mí. Y así como estoy pidiendo Tu perdón para mis pecados, contando con Tu gracia, yo las perdono y las entrego a Ti, clamando sobre mí y sobre ellas Tu infinita misericordia.
Y ahora, Jesús, te pido que vengas a mí; yo Te recibo como mi dueño y Señor. Ven a vivir en mí, dame la gracia de vivir intensamente Tu Palabra en todas las circunstancias de mí día a día. Inúndame con Tu Espíritu. Ven a vivir en mí, Jesús, y no permitas que yo me aleje de Ti.
Con todo mi corazón profeso la fe de mi bautismo, confiando en que la Gracia que el Padre nos concede en Ti por el poder del Santo Espíritu me sanará, sostendrá y guiará en esta nueva etapa que hoy comienzo a Tu lado. Amén.
Fuente “Oraciones Carismáticas” de Maisa Castro, editorial Raboní (Adaptación)
Oración de los padres por los hijos
Señor, Padre todopoderoso,
te damos gracias por habernos dado estos hijos.
Es una alegría para nosotros,
y las preocupaciones,
temores y fatigas
que nos cuestan,
las aceptamos con serenidad.
Ayúdanos a amarlos sinceramente.
A través nuestro has hecho surgir vida;
desde toda la eternidad
tú los conocías y amabas.
Danos sabiduría para guiarlos
paciencia para instruirlos
vigilancia para
acostumbrarlos al bien
mediante nuestro ejemplo.
Fortaleces nuestro amor
para corregirlos
y hacerlos más buenos.
Es tan difícil a veces comprenderlos
ser como ellos nos desean, ayudarlos a hacer su camino.
Enséñanos tú Padre
bueno por los méritos de Jesús
tu Hijo y Señor nuestro. Amén
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