miércoles, 30 de octubre de 2013

EL FUNDADOR DE LA MAYOR COOPERATIVA DEL MUNDO, CAMINO DE LOS ALTARES.

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Está abierta la causa de canonización del sacerdote José María Arizmendiarreta (1915-1976), más conocido por Arizmendi, quien creó en 1956 la empresa talleres ULGOR, acrónimo resultante de los cinco jóvenes vascos que se embarcaron con el clérigo (Usatorre, Larrañaga, Gorroñogoitia, Ormaechea y Urtubay) y base de lo que posteriormente sería el Grupo Mondragón.

Ubicada su sede social en una localidad del País Vasco, este conglomerado de empresas ocupa el décimo lugar en el ranking de las españolas, está presente en 41 países, emplea a 83.000 personas y tienen a supermercados Eroski como uno de sus estandartes.

El germen de este emporio empresarial, comenzó a darse un 22 de abril de 1915 cuando nacía en el pueblo vizcaíno de Markina José María Arizmendiarrieta de José Luis y Tomasa. Hasta los 12 años, estudió en la escuela rural de su pueblo para trasladarse posteriormente al Seminario menor, animado por su madre, quien veía en él su pasión por la literatura y una religiosidad recia. Allí profundizó en su fe, que tendría un nuevo eslabón con su marcha al seminario de Vitoria para estudiar Filosofía y Teología.

En la capital alavesa, se adhirió al Movimiento Sacerdotal de Vitoria y conoció, entre otros, a Joaquín Goikoetxeandia, del que asumió el lema "ser sacerdote, siempre y en todo sacerdote", con el que se consagró a Dios en marzo de 1936, pocos meses antes de empezar la Guerra Civil española.

En los primeros meses de la contienda fratricida, ejerció el periodismo en EGUNA, publicación del Gobierno Vasco. Por este motivo, fue denunciado y pasó por un Consejo de Guerra, que no tuvo efectos mayores, por lo que continuó en el Seminario. En ese tiempo, trató a los intelectuales José Miguel Barandiarán y Manuel Lekuona quienes le guiaron por una cultura vasca abierta al Evangelio.

El contacto con el sacerdote Rufino Aldabalde definió un tramo importante de su vida. De él aprendería que "la vida debe ser una misa continua". Al volver al Seminario tras la Guerra Civil, se volcó en su santidad: "No me importará –decía- el qué dirán los que me rodean, tan sólo qué dirá Cristo de mí".

La dignidad del trabajo para un cristiano

En 1940 es ordenado sacerdote por el obispo Francisco Javier Lauzurica y un año después se trasladó a la localidad guipuzcoana de Mondragón. Allí le nombrarían delegado de Falange y consiliario de Acción Católica. En este cargo, promovió la pastoral entre los jóvenes. Un buen número de ellos vieron un atractivo potente en su mensaje: "Date a Cristo reflejándolo en tu persona y haciendo el bien".

Sensible a la importancia de la formación para la vida, de lo cual él tenía vivencia, creó en 1943 la Escuela Profesional y en 1947 envió a 11 muchachos a estudiar Peritaje Industrial a Zaragoza. En estas dos iniciativas se fundamentó la posterior experiencia de la Cooperativa Mondragón.

Trabajador incansable, a Arizmendi le faltaban horas para atender su parroquia, la Acción Católica, la Escuela Profesional. Se aplicó continuamente a una de sus máximas: "Nadie puede hablar con tanto derecho y con tanta propiedad sobre la dignidad del trabajo como nosotros los cristianos".

Canalizaba también su inquietud social con los encuentros con intelectuales, como Gregorio Ruiz de Yurre, Herrera Oria, Enrique y Tarancón, y leía con pasión a Maritain o Mounier.

La cruz y la Doctrina Social de la Iglesia

Con esa sensibilidad y su obediencia al Magisterio de la Iglesia, siguió la doctrina de Pio XI en la Quadragessimo Anno para impulsar la Escuela Profesional ULGOR, la cooperativa San José (Eroski, más tarde) y Caja Laboral. Tenía claro, y así lo expresó, que "el mundo obrero no creerá en la Doctrina Social de la Iglesia si no la ve encarnada en la realidad". Siguió demostrando su adhesión a los seguidores de Pedro en el papado de Juan XXIII, en cuya muerte escribiría: "Dios nos quiere santos, que estemos en el camino de la santidad".

Acostumbrado al duro trabajo, asumía con normalidad implicarse en los proyectos porque había nacido “para algo más que para vivir para mí mismo. No quiero ser más que lo que es el último hombre". En esa época le tuvieron que operar del corazón y sufrió en 1974 una segunda intervención.

Sabedor de que un cristiano ha de coger la cruz como su Maestro,  no dudaba en argumentar que "el dolor es una prueba más de confianza en el amor a Dios" y que el trabajo sacerdotal es consecuencia de “nuestra vocación, porque sabemos que nuestro sacrificio y nuestro sufrimiento son compensados, aquí abajo y en la otra vida". El 29 de noviembre de 1976 moría. Antes había rezado con un hilillo de voz el "Magnificat" con varios de sus acompañantes.

La mayor cooperativa del mundo

El Grupo Mondragón contaba en 2012 con más de 80.000 trabajadores y 256 empresas.  Una de sus grandes apuestas ha sido crear un polígono industrial en Shangai (China). El 69% de sus ventas provienen de sus negocios fuera de España, sobre todo en Francia, México y Brasil donde da trabajo a 14.000 personas. En la década de los 90, impulsaron el conocimiento y la tecnología, creando la Universidad de Mondragón y diez centros tecnológicos y el Polo de Innovación Garaia.

Son numerosas las cooperativas que forman parte del grupo Mondragón, todas ellas comparten los mismos valores y regulan los órganos de Gobierno, incluso algunos aspectos retributivos. En este sentido, las diferencias salariales en la plantilla son mucho menores que en otras empresas privadas españolas.

Algún escándalo ha salpicado también a la mayor cooperativa del mundo, como el aval concedido para una fianza del etarra Otegi en una de sus causas con la justicia.

Con todo, la política laboral de Mondragón recoloca a trabajadores despedidos de empresas en otras del Grupo, lo que favorece que la tasa de paro en Guipuzcoa sea incluso menor de la del País Vasco, registrada en el 15%, frente a la media de España del 25%.


Aunque han pasado varias décadas y sucedido desviaciones y errores, la impronta del sacerdote Arizmendi, camino de los altares, ha dejado una huella concreta en el modo de vivir su fe y de aplicar la Doctrina Social de la Iglesia en el trabajo. 

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