lunes, 28 de octubre de 2013

MÁS DE 200 PERSONAS ASISTEN A LA PRIMERA JORNADA DE LA ESCUELA DE EVANGELIZADORES.

Obispado de Cádiz y Ceuta



La jornada comenzó con la celebración de la Eucaristía, presidida por el obispo diocesano, Mons. Rafael Zornoza, que sirvió de preparación a todos los presentes, antes de dar inicio a la Escuela de Evangelizadores.
A continuación, tuvo lugar la ponencia de Josué Fonseca, responsable de la Comunidad Fe y Vida.
Dicha ponencia comenzó con un razonamiento del porqué estaba entre nosotros, dado su poco gusto por los viajes: “Señor, cada vez que tenga que contar lo que has hecho por mí, lo que tú quieras!!”. “Me has dado tanto, que tengo que contarlo”. “Mi ilusión más grande, que en toda España haya grupos que te hagan presente, que tengan su fe como algo relevante, que se reúna a orar”.
Seguidamente, Fonseca habló del momento que cambió su vida. En concreto, la conversación, cuando era joven, con un chaval algo mayor que él pero también en plena juventud, vestido más bien hippie, que le habló de su encuentro personal con el Señor. En un principio, pensó que estaba como una cabra, pero se dirigía a él con un respeto y una paz, que le impulsó a seguir escuchando: “Dios es para ti y para mí, para todos”, “Dios quiere una relación personal contigo”, “Acordarte solo de Él cuando tienes que pedir algo no es tener una relación personal”. A continuación, no pudo sino hacerle la típica pregunta: “¿Tu vas para cura, verdad?” Y la respuesta le dejó sorprendido: “No, yo quiero casarme. Nunca me he sentido llamado para ser Sacerdote”.
El chico le invitó a un grupo de oración, al que por supuesto Josué se planteo no ir en su vida, pero fue. Le llamó la atención, principalmente, que se dirigían a Dios como a un amigo, un amigo que escuchaba, que les hablaba…..”Señor, te doy gracias…”, “Señor, te quiero decir…”…Con tanta naturalidad…..Ese mismo día le invitaron a una excursión que pensaban hacer a un parque cercano, al que por supuesto Josué pensó en no acercarse a menos de 7 km., pero, de nuevo, y sin saber por qué, acudió. A pesar de ser nuevo, de no conocer a nadie, se sintió acogido. Los chavales lo compartieron todo con él, incluso su merienda. La respuesta se la dio uno de los chicos al preguntarle el por qué: “Porque somos hermanos, hijos de un mismo Padre”.
Allí, entre esos chavales, aprendió lo que pensaba que ya sabía, que ya tenía dominado: “El Evangelio es para todos”, “Todos estamos llamados a la santidad”. Y eso que él pensaba que era un gran cristiano, iba a religión en el “Insti”, cumplía con el precepto dominical, rezaba por la noche….Lo dicho, un cristiano modelo. Pero no lo vivía, Cristo no era el centro de su vida.
Entre ellos aprendió que Dios habla lo suficientemente alto para los que quieren escucharle y a la vez lo suficientemente bajo para el que no lo quiere.
Con el tiempo, y con el acompañamiento de este grupo, Cristo se convirtió en el centro de su vida. Ahora, Él lo llena todo. Piensa y habla con Él en la oración desde la mañana a la noche. Le pide por sus chavales (es profesor de religión) todas las mañanas antes de entrar en el Instituto, le cuenta sus problemas, sus dificultades, sus momentos de alegría…Todo a la luz de Cristo.
A continuación, habló de lo que pensaba de lo que pueden ser unos Ejercicios Espirituales para unos chavales si luego no encuentran un grupo de personas que les acoja, que les forme, que les acompañe en el crecimiento en la fe: “Es como si alguien te da un caramelo pero no basta para quitarte el hambre. El lunes vuelves a la rutina, sigues con ese hambre”
Hasta ahora hemos vivido la fe a la manera del Concilio de Trento: Modelo de la Iglesia basado en el Sacerdote, con una identidad del laico muy poco trabajada. Mientras ha habido curas suficientes y bien formados, que lo están, pues fenómeno. Eso bastaba.
Cuando ha llegado la escasez de vocaciones…

Hoy el modelo tiene que cambiar, se necesita otra cosa.
La gente, fuera de los muros de nuestras Parroquias, no entiende nuestro lenguaje. No sabe el porqué de cada momento de la Eucaristía, el porqué de cada oración, de cada gesto,… Esa belleza no se capta.
Ya no podemos hablar de una fe de masas, es cosa del pasado. El acompañamiento ahora va a ser de pequeños grupos.
Es necesario hablar y traer a personas que están trabajando en este sentido en otras Diócesis: “¿Qué hacen ellos que podemos aprender nosotros?”.
Puntos a meditar:
a) La conversión: ¿Cuántas personas, de las que estamos hoy aquí, tenemos de verdad una relación personal con Dios? ¿Te diriges a Dios sabiendo que te escucha y te responde?, ¿Comprometes tu vida y tu patrimonio, porque sabes que solo eres un mero administrador de lo que Dios te da? ¿Tenemos de verdad una vida de oración? Hoy se necesita una Iglesia de personas convertidas al Señor. Cada cual siguiendo su vocación, pero con el Señor como eje de su vida: “Señor, ¿Qué piensas de esta situación en la que estoy?”, “Señor, ¿Qué harías tu en esta situación en la que me encuentro?” Cuidado con el número 2 de nuestra vida, que siempre será amenaza para el número 1. Para cada uno de nosotros, ese número dos es diferente. Cuidado con él.
b) Ojo con nuestra manera de evangelizar: Yo solo puedo ofrecer a Cristo Crucificado. Que a veces convertimos nuestras catequesis o nuestros grupos de jóvenes en actividades lúdico-festivas en las que el Señor como que no pinta nada y no se le nombra. Josué siempre comienza sus grupos con el anuncio del Kerigma. A la Buena Noticia no hace falta edulcorarla, echarle azúcar. Y lo que digas, que tu lo creas el primero. Hablar directamente de la necesidad de la conversión, de Jesús.

c) La Comunidad: Todo el mundo habla de Nueva Evangelización, pero sin comunidad cristiana local no hay nada que hacer. Error, un chaval se confirma y, ala, a dar catequesis. Sin preparación, sin nadie que se preocupe de acompañarle en su propio crecimiento en la fe….Solo porque no hay catequistas suficientes. Josué y su esposa formaron un grupo de chavales con el que han trabajado la friolera de 15 años. Reuniéndose los lunes, aconsejaban a los chavales en su vida de oración, en sus relaciones con los demás….En todas sus inquietudes. El discipulado: La fe no se puede vivir en solitario. Los cristianos de antes se convertían porque su comunidad pasaba a ser su propia familia. Allí compartían su vida, sus problemas, se ayudaban los unos a los otros, siempre con Cristo en el centro. Todo el mundo se conocía y se preocupaba por el otro. Eso supuso la salvación para muchas personas, incluida Josué.

d) El discipulado: ¿De qué sirve llevarte a unos chavales de retiro y que vivan un fin de semana precioso en compañía del Señor si luego el lunes les devuelves a su rutina y no tienen a nadie para compartir lo que han descubierto y aquello en lo que quieren seguir creciendo. Hacer de un neófito un discípulo requiere mucho trabajo. Requiere de alguien que le ayude a crecer, que se preocupe de él.
e) Fidelidad a la Iglesia: La Ley de Dios no está para fastidiar, sino para proteger a los hombres de sí mismos y de los demás. Nos hace falta más formación para acompañar a los demás. Y hay que dar un voto de confianza a la Iglesia. Los cristianos solemos enredarnos en nuestras conversaciones con los demás en una sola cosa, normalmente de moral sexual, ¿Y quién habla de Jesucristo?, ¿Quién lo proclama? No se puede comunicar a Cristo sin ser Iglesia. Teniendo una vida de fe más auténtica y más deseable, más atractiva.
Sin conversión, no se transmite a Cristo.  El padre Agustín Borrell, en este momento, puntualiza: “El Señor primero dice “Convertíos” y a continuación “Creed en el Evangelio”. En este orden. No podemos pedir a la gente que crea y nosotros creer sin una conversión previa.
Cuidado con los “playboys espirituales”: personas que engendran hijos espirituales y a continuación los abandonan. Sin un hogar donde formarse…..Es por ello que se necesitan grupos de personas comprometidas que creen verdaderas comunidades cristianas, que acojan a todos, que den un lugar a todos, que se preocupen por todos….En este momento cuenta como se sintió cuando, yendo de turismo, acudió a la celebración en una Iglesia donde le acogieron como a alguien de la familia. Dos señoras acudieron a la puerta a recibirle y a pedirle que participara en la celebración, el sacerdote luego le dio las gracias por estar tan atento a sus palabras….Se sintió como en casa. Y la única razón que le dieron cuando preguntó el por qué, dado su condición de turista, es que “Dios conoce a los suyos”.
Nacho, de la Parroquia de San Severiano, puntualiza que hay que volverse a Jesús con las armas que el Señor nos ha dado: la oración, los sacramentos, luchando contra nosotros mismos. Conversión. Vivir el Evangelio para poder derramarlo a los demás.
Hoy tenemos Pastorales que carecen de sentido. ¿Cómo dar catequesis a hijos de familias que ni practican ni creen?
Todos los carismas: Riqueza de la Iglesia.
Si hay vida de oración, habrá una comunidad unida y fraternal.
¿Somos comunidades acogedoras? Hay que empezar a pensar en grupos para la acogida en nuestras Parroquias. En algunos lugares ya se está trabajando. ¿Si a algunas personas no las acoge la Iglesia de Jesucristo, quién lo va a hacer? Ejemplo: inmigrantes. Si la persona siente que se la quiere, que se la acoge, que se preocupan por sus problemas y sus angustias, aunque tú o tu mensaje no guste, lo aceptarán. “Oye, no has venido el lunes, ¿Te pasa algo?, ¿Tu familia está bien?...”
En este momento Manolo López, Delegado de Catequesis, pregunta: ¿Cómo hacer la unión clase religión instituto- Parroquia? y ¿Cómo tener un lenguaje más adecuado, más comprensible? La respuesta: el vínculo, tal y como son nuestras comunidades hoy en día, es nulo. El chaval no ve la necesidad de pertenecer a la comunidad parroquial. Y en cuanto al lenguaje, los compañeros de Josué dedican mucho tiempo a la web y formas similares, que lleguen.
Se trata de hacer todo lo que se ha hecho hasta ahora en las Parroquias, y más, de forma nueva, acogiendo al que llega con sentido misionero.
Esta ponencia, salpicada de otros testimonios muy enriquecedores, se desarrolló en dos partes, separadas por una comida-convivencia, en la que todos compartieron lo que llevaron.
Al final de la jornada se celebró una oración ante el Señor Sacramentado para ofrecerle sus vidas y preguntarle, ya, de una manera personal e íntima: “Señor, ¿Qué puedo hacer yo?”. La respuesta, el Señor nos la da personalmente a cada uno. 
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