Monseñor Raúl Berzosa
1. El espiritismo, la New Age, el esoterismo e incluso la creencia en los extraterrestres han vuelto a poner de moda a los ángeles. Se les da nombre, se les invoca, se afirma tener experiencia de su presencia…
No hay duda: el fenómeno de los ángeles ha saltado al primer plano de la actualidad desde la experiencia de miles de personas que creen haber tenido un contacto o experiencia con los mismos. Apariciones, fenómenos extrasensoriales, curaciones, salvación en el peligro… incluso contactos extraterrestres. Se pueden encontrar hasta manuales para aprender a hablar con ellos…
Curiosamente, ni en los diccionarios más modernos de Teología, ni en las colecciones de manuales más recientes, se da importancia a la angeología. ¿Una vez más la teología camina, en ciertos temas, paralela a los intereses de nuestra sociedad?...
Al parecer, el interés por el tema de los ángeles, ha sufrido tres olas o momentos fuertes: uno clásico, que hace referencia a los ángeles en el mundo antiguo y que llegaría, incluido el Nuevo Testamento, hasta la edad media. Otra ola o momento fuerte desde la edad media hasta la segunda Guerra Mundial. Y la tercera ola, la actual, en la que los ángeles han regresado especialmente a través de las manifestaciones artísticas: música, películas, televisión, libros, encuentros personales.
2. El interés por los ángeles puede ser una respuesta ante el materialismo sofocante y la necesidad de trascendencia
Nos tenemos que preguntar por qué la angeología vuelve a estar de moda, curiosamente fuera, cuando no al margen, de la religión propiamente cristiana. Son varias las razones.
Por un lado, no se cree en Dios, pero se necesita creer en la transcendencia, más allá del materialismo sofocante y cotidiano. Los ángeles, seres más cercanos y ambiguos suplen esta necesidad de transcendencia. Y hasta explican la necesidad de la oración o petición a lo transcendente de cosas benéficas para nuestra vida. Los ángeles, son más cercanos y, ante la variedad de clases, la oferta de conseguir lo que pedimos se hace más rica. Se mezcla, en este sentido, cierta magia, superstición y consumismo. Y un cierto grado de esoterismo, al creer incluso que los ángeles serían extraterrestres.
Además, los ángeles favorecen una religiosidad, o mejor “espiritualidad,” ecléctica, ambigua, que desdibuja el rostro personal y concreto de Dios para “universalizarlo”. Además, dentro de esta espiritualidad, los ángeles no son seres transcendentes, sino el propio bien o energía positiva humana (religiosidad del potencial humano). El ángel es como el lado bueno que todos llevamos dentro.
Por otro lado, necesitamos quitar el miedo a la muerte. Los ángeles nos ayudan a afrontar la muerte sin tanto terror. Nos estarían diciendo que el morir, con la consiguiente reencarnación en forma de espíritu angélico, no debe aterrarnos.
Unida a la creencia en una “reencarnación positiva” (necesitamos vivir más de una vida para alcanzar niveles superiores de conciencia) se encuentra la posibilidad de no perder para siempre a nuestros seres queridos. Ellos, mediante el cuerpo astral, se transformarían en nuestros ángeles custodios.
Otra razón es que los ángeles, en esta época de vuelta del sexo y de lo material, representan la otra parte de nuestro yo más “puro y transparente y etéreo”, menos materializado y más espiritualizado. La vuelta a la inocencia perdida y recuperada. Ayudan a una idea de persona andrógina (equilibrio entre los dos sexos).
Ante la decadencia de las religiones tradicionales y el afán de presentar novedades, la angeología, tal y como se pone de manifiesto por ejemplo en el espiritismo, es una nueva gnosis, una nueva forma de expresar lo religioso para hacerlo atractivo.
Una razón profunda es el miedo a la soledad, en un mundo sin hogar y, cada vez, más individualista. También propicia una cierta huída de la realidad ante la impotencia de solucionar los problemas personales y los sociales. Se acude a los santos como recurso mágico-religioso.
Para finalizar, no cabe duda que es una moda estética y fruto de una mentalidad “de héroes de comic” (Spiderman, Superman, etc)
Tal vez, en nuestra sociedad cansada y postmoderna, de vuelta de ideologías inmanentistas y metarelatos, la moda de los ángeles no sea más que una versión más de “lo fragmentario y de la religión a la carta” tan típica de este hombre de nuestros días a quien se le ha definido como light. Porque la creencia en los ángeles puede llevar a una forma religiosa narcisista de comportamiento religioso, y sin compromiso comunitario e institucional.
3. La existencia de los ángeles es una verdad de fe, atestiguada por la Escritura y sobre la que los Padres de la Iglesia también han reflexionado.
La existencia de los ángeles es evidente en la Escritura, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, como enviados y mensajeros de Dios para ayudar a los hombres. Baste citar el pasaje sobre la Anunciación a María.
La mayoría de los Padres Apostólicos sólo hacen alguna alusión a los ángeles. Ignacio de Antioquía nos advierte que la religión no es sólo comprender “las criaturas celestes, las moradas de los ángeles o las jerarquías”. Es una advertencia contra la gnosis.
Si tuviéramos que realizar una síntesis general de los ángeles en la patrística hablaríamos de su misión y puesto relevante en la liturgia celeste, de su misión en la redención de Cristo y en la Iglesia, y de su misión de ayuda como amigos para los hombres.
La angeología más completa en la antigüedad la encontramos en el Pseudo Dionisio. Divide la jerarquía celeste en tres órdenes, compuestos cada uno por tres coros. Serafines, querubines y tronos forman el orden supremo. Los serafines son como un movimiento eterno alrededor de los misterios divinos. Los querubines tienen el poder de contemplar el esplendor de Dios. Los tronos conocen todo el vigor y fuerza de Dios. Estas tres clases viven en el umbral de Dios. Respecto de los ángeles inferiores, su función consiste en revelar lo que ellos saben de la Trinidad y de la Providencia. El orden medio estaría formado por dominaciones, fuerzas y potestades. Los poderes, arcángeles y ángeles vienen en último lugar. Los hombres, a imitación de los ángeles, pueden elevarse hacia Dios mediante purificación, iluminación y unión.
Avanzando en el tiempo, el Concilio IV de Letrán afirmó que los ángeles fueron creados, no emanados; que todas las creaturas fueron creadas buenas; y que algunas de ellas se hicieron malas por su propia voluntad.
Ya en el período escolástico, San Buenaventura afirmará que los ángeles de la guarda cumplen doce misiones: reprender a los hombres por sus faltas, absorberles del pecado, protegerlos, expulsar los demonios, instruir, revelar los misterios de Dios, consolar, ser compañeros de camino, someter a nuestros enemigos, mitigar las tentaciones, orar y llevar nuestras oraciones a Dios.
4. En la teología contemporánea, sin embargo, probablemente por influencia del pensamiento protestante-liberal, hay quienes rechazan creer en ellos o quienes dudan… en todo caso, no es un tema “de moda”.
Ángeles y demonios han tenido una parte importante en la experiencia cristiana. Piénsese, por una parte, en los ángeles custodios tanto de las personas individuales, como de las ciudades y de las naciones; por otra, en las persistentes y difundidas creencias sobre el origen demoníaco de ciertos fenómenos o en el mito de Fausto, que vende el alma al diablo a cambio de la juventud y de la belleza.
Jóvenes bellísimos, alados y asexuados, monstruos peludos, con cuernos y largas colas: estas figuras familiares a la literatura y al arte de los siglos pasados han reflejado libremente la fe cristiana a propósito de ángeles y demonios. Son figuras que resultan extrañas a la cultura de nuestro tiempo y a la mentalidad común derivada de ella. Esto contribuye a hacer actual otro peligro, es decir, la tendencia a relegar totalmente a los ángeles y a los demonios al mundo de la leyenda, de la fábula, de la fantasía infantil. Una actitud de este género es contraria tanto a la enseñanza bíblica como eclesial.
Hasta la primera guerra mundial, entre los protestantes, influidos por la teología liberal, su postura es de escepticismo en lo que se refiere a los ángeles y demonios. La actitud general global es la de desinterés por el tema.
En el campo católico, si hasta hace algunos decenios no se discutía la existencia de ángeles y demonios, hoy los autores católicos se dividen en diversas posturas: una minoría sigue admitiendo su existencia sin cuestionarla; algunos, sin enfrentarse a la literatura crítica sobre el tema (Regamey, Seeman, Schmaus, Auer). Otra minoría, también, tiende a reducir los ángeles a simples expresiones del amor de Dios, y a Satanás como “símbolo” del pecado personal y social en la línea de la desmitologización bultmaniana (Haag, Lang, Kung, Sartory, Haring, Jossua, Mayer, Schooneenberg). Otra minoría, sin embargo se conforma con afirmar su existencia, teniendo delante la problemática de la literatura crítica (Kelly, Duquoc, Fischer). Finalmente, otros autores ni afirman ni niegan: se conforman con un juicio “en suspensión temporal”, de duración impreciso (Semmelroth, Rahner).
El gran grupo de teólogos católicos afirma que la doctrina de seres espirituales creados, buenos o malos, y que influyen sobre los hombres, es una verdad de fe vinculante. Aunque ciertamente no es creíble todo aquello que la tradición presenta sobre el tema. Se muestran cautos y delicados en sus opiniones, dividiéndose en autores bíblicos (Schnackenburg, Kertelge, Grelot) y dogmáticos (Balthasar, Flick, Alszeghy, Ratzinger, Lehmann, Kasper, Marranzini).
Antes de entrar en los datos más contemporáneos, nos atrevemos a resumir con S. Folgado, los siguientes datos sobre los ángeles deducidos del magisterio anterior: la existencia de los ángeles es un tema recurrente en la predicación ordinaria de la Iglesia, y son varios los catecismos que incluyen esta verdad entre las pertenecientes a la fe (Pío V, Pío X, Pablo VI). Además, desde el Concilio Lateranense IV hay coincidencia en admitir la creaturidad de los ángeles, y la diferencia de éstos con relación a otros seres creados, particularmente los terrestres. Son datos comunes, además, su naturaleza espiritual, y el que tienen inteligencia y voluntad.
En el Vaticano II sólo se conceden tres pasajes al tema de los ángeles: destinados a venir con Cristo en su gloria final (LG 49); son justamente venerados por los fieles (LG 50); están subordinados a la Madre de Dios (LG 69).
5. El Magisterio actual refrenda, que los ángeles son criaturas de Dios y que su misión fundamental es alabar a Dios y ayudar a la salvación de los hombres.
Afirma el Catecismo Católico (nn. 328-336) que “la existencia de seres espirituales, no corporales, que la Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición... En tanto que criaturas puramente espirituales tienen inteligencia y voluntad: son criaturas personales e inmortales. Superan en perfección a todas las criaturas...Cristo es el centro del mundo de los ángeles...Toda la vida de la Iglesia se beneficia de la ayuda misteriosa y poderosa de los ángeles”.
Y en los nn. 391-295, se habla de la caída de algunos ángeles, de un pecado de los mismos (2 Pe 2,4): “Esta caída consiste en la elección libre estos espíritus creados que rechazaron radical e irrevocablemente a Dios y su reino...El carácter irrevocable de su elección es lo que hace que el pecado de los ángeles no pueda ser perdonado...Aunque la Escritura atestigua la influencia nefasta de aquel a quien Jesús llama “homicida desde el principio”, el poder de Satán no es infinito. No es más que una criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero siempre criatura: no puede impedir la edificación del reino de Dios”.
En la nueva reforma litúrgica, la Iglesia ha recogido la doctrina tradicional sobre los ángeles y el diablo: se mantiene la fiesta de los arcángeles (29 de septiembre), y de los ángeles custodios (2 de octubre), así como la Misa votiva de los Santos Ángeles. Es la primera vez, después de Trento, que se incluye en el Misal Romano un prefacio que agradece a Dios la creación de los ángeles, y en la primera y cuarta plegaria eucarística les concede protagonismo.
En el Nuevo Catecismo se subraya que la existencia de los ángeles es una verdad de fe. Son servidores y mensajeros de Dios porque contemplan constantemente el rostro del Padre de los cielos (Mt 18,l0) y son agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su palabra (Sal 103,20). En tanto que criaturas puramente espirituales tienen inteligencia y voluntad: son creaturas personales e inmortales. Superan en perfección a todas las criaturas visibles y el resplandor de su gloria da testimonio de ello (nn. 328-330).
Los ángeles pertenecen a Cristo, porque fueron creados por El y para El, y son llamados “hijos de Dios”. Toda la vida de Jesús Encarnado estuvo rodeada de ángeles en diversos pasajes: desde la encarnación hasta la pasión y resurrección (nn.331-333). La vida de la Iglesia se beneficia de la ayuda misteriosa y poderosa de los ángeles (n.334-335) y desde la infancia hasta la muerte la vida humana está rodeada de su custodia (n.336). El diablo o los demonios son ángeles caídos (nn.391-393), que influyen en los hombres, y aunque su poder es fuerte por ser espíritus puros, no es sin embargo infinito. El que Dios permita la actividad diabólica es un gran misterio aunque sabemos que en todas las cosas interviene Dios para el bien de los que le aman (n.394-395).
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