El bombardeo con gas sarín de un barrio de Damasco el pasado 21 de agosto ha empujado a Estados Unidos a pedir una intervención militar en Siria. El presidente norteamericano Barack Obama considera que se ha traspasado la "línea roja" al haber usado el régimen sirio armamento químico en su lucha contra los rebeldes de la oposición. La cruzada contra Damasco ha seducido al mandatario francés François Hollande, que ya ha declarado su apoyo a una respuesta "limitada" que incluiría ataques aéreos, como ya hiciera una coalición internacional contra el ex dictador libio Muamar Gadafi. Las pruebas que ostenta la Casa Blanca para emplear la fuerza contra Asad tienen, sin embargo, puntos negros que hacen sospechar de una posible autoría rebelde, como ya ha denunciado Rusia, el principal aliado del régimen sirio.
De hecho, los primeros vídeos originales del bombardeo estaban subidos en internet un día antes del ataque. El usuario Majles Rif los publicó en YouTube y el extraño desfase horario no se debe a las diez horas de diferencia horaria que hay entre Siria y la sede de Google, en California, Estados Unidos.Muchas de las supuestas imágenes atribuidas al bombardeo son, en realidad, dantescas estampas de la violencia sectaria de Irak y de las cargas policiales y militares contra los Hermanos Musulmanes en Egipto. Además, algunos de los cadáveres -especialmente los de los niños- son movidos de un plano a otro para dar la sensación de que el número de bajas civiles ha sido mayor. Las caras de los fallecidos y su vestimenta delatan, sin embargo, la manipulación de las imágenes y la puesta en escena. Esta utilización propagandística de los cadáveres no es novedosa en Siria, pero el hecho de que también se haya empleado esta táctica en los vídeos del bombardeo de Damasco añade un plus de falsedad a la versión de los rebeldes.
Los insurrectos no sólo han engañado a la opinión pública y a las potencias que los sostienen, sino que incluso podrían estar detrás del ataque. Abdolá al-Jaledi, un terrorista de nacionalidad saudí que actualmente combate contra las fuerzas del régimen sirio bajo la bandera de Al Qaeda, ha admitido en la red social Twitter que poseen armamento químico: "Si no fuera por la confidencialidad de la información, revelaría cuál fue el guerrero que fabricó las bombas químicas en cuestión".
Turquía e Irak, fronterizas con Siria y a las que también afecta la guerra civil, han informado también de que los rebeldes poseen y fabrican de forma artesanal ese tipo de armas prohibidas.
Carla del Ponte, actual miembro de la Comisión de la ONU de investigación de violaciones de derechos humanos en Siria, denunció el pasado mayo que los rebeldes habían empleado armas químicas en su lucha contra las tropas siria. En Swiss TV, Del Ponte indicaba entonces que "nuestros investigadores han entrevistado a víctimas, doctores y a personal de hospitales de campaña. De acuerdo a su informe de la semana pasada, que yo he leído, hay sospechas son fuertes y concretas, si bien aún no hay pruebas incontrovertibles, del uso de gas sarín". Ese ataque se atribuyó en un principio a Asad, que ha sufrido ya las acusaciones por atentados de bandera falsa en los que los propios rebeldes atacaban zonas bajo su control militar.
Lo cierto es que el régimen sirio no tiene la necesidad de bombardear con armamento químico a los insurrectos en un momento en el que todas las últimas batallas se han saldado a su favor, incluyendo la captura de la importante ciudad estratégica de Qusayr. Las autoridades sirias saben, porque lo autorizan, dónde se encuentran los inspectores de la ONU que investigan el empleo de armamento químico, y el día del ataque, el 21 de agosto, los miembros del comité estaban en la capital, a escasos kilómetros de Guta, el suburbio damascino en el que aparentemente murieron 1.300 civiles. Y no es la primera vez que, coincidiendo con la visita de inspectores de la ONU, la oposición achaca al régimen un atentado salvaje contra los derechos humanos de los civiles.
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