viernes, 27 de septiembre de 2013

"¿TE ENCONTRASTE CON JESÚS?".


El cardenal Jorge Bergoglio, a los catequistas:
«¿Te encontraste con Jesús?»
¿Qué dirá el Papa durante su encuentro mañana con catequistas? Cualquier previsión con Francisco corre siempre el riesgo de venirse abajo, pero Ediciones CCS y Publicaciones Claretianas ofrecen algunas pistas en ¡Salgan a buscar corazones!, con diversos mensajes del cardenal Jorge Bergoglio a los catequistas; como éste, que el entonces «primer catequista de la diócesis» de Buenos Aires -así se refirió en alguna ocasión el Papa a sí mismo- les dirigió en un encuentro en marzo de 2011:
Un momento de una catequesis con jóvenes
del entonces cardenal arzobispo de Buenos Aires.
Foto: Federico García Romero
A veces, cuando me encuentro con algún catequista, me dice que es catequista y, a propósito, para ver si pisa palito (coloquial: a ver si le pilla en un renuncio), le pregunto: «¿Enseñás catequesis?» -«Sí, sí enseño catequesis». Pisó palito, ¿no? (risas). La catequesis no se enseña como se enseña matemáticas, ciencias físicas, ciencias naturales. Ser catequista es una manera de vivir tu fe. Esa fe nace del encuentro con Jesús.
Bueno, le hago la otra pregunta: ¿Te encontraste con Jesús? ¿Le hablas y dejás que Él te hable? El Evangelio hoy nos muestra un encuentro con Jesús, un hombre del grupo de los corruptos de Israel, Leví, era un publicano. Jesús le vio y le dijo: «Sígueme». Y este hombre que vivía con este gesto de buscar plata y plata y plata, claro, porque él se quedaba con una comisión, dice el Evangelio: Dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Después, lo que más le interesaba era la plata, pero le interesó más esa mirada, sintió la mirada de Jesús sobre su vida de porquería, porque era una vida de porquería. Se sintió amado. Sintió esa mirada llena de misericordia que lo invitaba a seguirle, que lo elegía, y se sintió amado. Y no le interesó ni aquello que hasta ese momento le había interesado más, la plata. Y el corrupto se fue con Jesús.
Claro, cuando los fariseos y los escribas, que eran los limpios, que nunca cometían pecado y cumplían la ley, vieron esto, se escandalizaron y les dijeron a los discípulos: «¿Cómo ustedes comen y beben con publicanos y pecadores?» Porque un mandamiento de ellos decía que si vos comías con publicanos o pecadores , quedabas impuro. Jesús tomó la palabra y les dijo: «No son los sanos los que tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a justos, sino a pecadores para que se conviertan». Es decir, para que lo sigan.
Jesús juntaba a la gente entre los pecadores y aún el día de hoy, a nosotros, a todos, desde los que estamos acá en el altar hasta el último que queda al fondo, a todos, nos mira en nuestra situación de pecado. Entonces vos, catequista, no que enseñás catequesis, sino catequista, ¿te dejaste mirar por Jesús en tu corazón pecador? ¿Sentiste la misericordia de Jesús, que te cambia la vida y te da esa alegría interna de hacerle el banquete espiritual y de convocar a otros y contarles que vino para perdonar, para cambiarnos la vida, para darnos una felicidad que el mundo no te puede dar, que no la podés comprar, que nadie te la vende, que Él, sólo Él te la regala?
Éste es el principio de todo catequista: encontrarte con Jesús desde tu vida real, no desde tu vida fingida, como hacían los fariseos y los escribas. Ser catequista no es enseñar catequesis, sino es, desde tu pecado, dejarte mirar, por Jesús que te salva, y llevar esa alegría de la salvación a todos los demás explicándoles cómo es el Señor.
Vayan y hagan esto. Que así sea.

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