Publicado el 26 de septiembre en los diarios del Grupo Joly
La inauguración del curso universitario, más allá de su viejo ceremonial, se ha ido convirtiendo en estupenda ocasión aprovechada por los rectores para exponer ante las autoridades políticas las carencias a las que se ha enfrentado siempre la universidad española, comenzando por las económicas. Sin embargo, aun a riesgo de incomodar a algunos de mis más queridos colegas, he sostenido y sostengo con toda modestia pero con la experiencia de más de treinta años de vida docente, que el económico no es más que uno, y quizá no el más grave, de los problemas a los que debe hacer frente la universidad actual.
Pocos universitarios son conscientes de la creciente brecha que desde hace tiempo se va abriendo entre la universidad y los sectores más creativos y prometedores de la sociedad. La cerrazón de la universidad, anclada en presupuestos ideológicos sobre su propia función de hace cuarenta años, obstinada en el mantenimiento a ultranza de un sistema abrumadoramente estatal y funcionarial, alérgica a todo lo que suponga presencia efectiva de la empresa, del mercado y de la competencia, podría estar dando lugar a una desafección grave en los ámbitos más cargados de futuro. Las críticas a la ineficiencia en la administración de sus presupuestos, al fracaso en el alumbramiento de nuevos recursos no dependientes del erario, al gigantismo de las estructuras, a la burocratización, al servilismo político y a la ideologización, son hoy ya moneda corriente, y si esas críticas no han calado todavía entre los estratos sociales medios y bajos que permiten su todavía razonable posición entre las instituciones más valoradas, empiezan a hacerlo las que se dirigen a su escaso éxito como garantes del futuro laboral de sus alumnos y la más que perceptible caída de nivel de los en ella formados.
La mayor parte de los problemas apuntados, que muchos universitarios niegan o ni siquiera perciben como tales, no se resuelven con más dinero de las arcas públicas, sino con un cambio profundo de mentalidad que permita la transición progresiva desde el insostenible modelo actual, resultado de la simple multiplicación de estructuras pensadas hace muchas décadas para una universidad de minorías, al que quizá nuestros nietos vean plenamente realizado. Y en ese viaje ineludible, tan importante es lo que nos falta como lo que nos sobra.
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