Es común en los ambientes cristianos encontrar críticas hacia los ecologistas por su excesiva preocupación por la naturaleza y los animales, a la vez que son indiferentes o incluso promueven el aborto. Se trata de un tema complejo pues hay una amplia variedad de posiciones ecologistas y además los cristianos conocemos poco de lo que dice nuestra propia doctrina al respecto. El punto clave es conocer la dignidad de la persona humana. Como se enseña en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (463):
«Una correcta concepción del medio ambiente, si por una parte no puede reducir utilitariamente la naturaleza a un mero objeto de manipulación y explotación, por otra parte, tampoco debe absolutizarla y colocarla, en dignidad, por encima de la misma persona humana. En este último caso, se llega a divinizar la naturaleza o la tierra, como puede fácilmente verse en algunos movimientos ecologistas que piden se otorgue un reconocimiento institucional internacionalmente garantizado a sus ideas».
El Magisterio ha motivado su oposición a una noción del medio ambiente inspirada en el ecocentrismo y el biocentrismo, porque ésta «se propone eliminar la diferencia ontológica y axiológica entre el hombre y los demás seres vivos, considerando la biosfera como una unidad biótica de valor indiferenciado. Así se elimina la responsabilidad superior del hombre en favor de una consideración igualitaria de la “dignidad” de todos los seres vivos ».
Por lo tanto, el ecologismo que promueve el cuidado de la naturaleza como medio para garantizar condiciones de vida dignas para las personas, es compatible con la fe cristiana, que además eleva esta misión como una forma de dar gloria a Dios. Defender a los animales también es lícito, pues son criaturas de Dios, como lo enseña el Catecismo (2416):
Los animales son criaturas de Dios, que los rodea de su solicitud providencial (cf Mt 6, 16). Por su simple existencia, lo bendicen y le dan gloria (cf Dn 3, 57-58). También los hombres les deben aprecio. Recuérdese con qué delicadeza trataban a los animales san Francisco de Asís o san Felipe Neri.
Incluso los movimientos anti-taurinos podrían basarse en el Catecismo (2418) cuando enseña que “es contrario a la dignidad humana hacer sufrir inútilmente a los animales y sacrificar sin necesidad su vidas”. Las personas que gozan con el sufrimiento animal, terminan deshumanizándose. Las corridas de toros, las peleas de gallos o perros, en realidad son contrarias al respeto de la integridad de la creación que nos exige el séptimo mandamiento.
Sin embargo, puntualiza el Catecismo (2418) que “también es indigno invertir en los animales sumas que deberían remediar más bien la miseria de los hombres. Se puede amar a los animales; pero no se puede desviar hacia ellos el afecto debido únicamente a los seres humanos”.
Justamente en eso caen algunos grupos ecologistas radicales, que llegan a agredir personas porque usan zapatos de cuero o visten con pieles. Otros, plantean el control de la natalidad, incluyendo el aborto, como un medio idóneo para minimizar los impactos ambientales producidos por el ser humano. En ambos casos los animales o la naturaleza en general adquieren una dignidad igual o inclusive superior a la de los seres humanos.
El Proyecto Gran Simio, fundado en 1993 por Peter Singer, reclama una extensión de igualitarismo moral para todos los grandes simios, incluyendo chimpancés, gorilas, bonobos y orangutanes. Para Signer, el derecho a la vida no debe basarse en una discriminación por la especie a la que se pertenece sino por la capacidad de ser persona, es decir, un ser racional y autoconsciente. Con este argumento sostiene que se debe proteger la vida de los grandes simios a la vez que le parece válido matar niños nacidos con discapacidades severas. Este filósofo difiere en su posición con respecto a la mayoría de los ponentes del aborto que niegan que el embrión sea un ser humano. Él acepta que el feto es un ser humano pero argumenta, bajo un análisis utilitarista, que no está mal quitar una vida humana inocente si esto trae más beneficios.
Por su parte, Optimum Population Trust (Organización para la Población Óptima), propone que las naciones ricas compensen sus emisiones de CO2 pagando una planificación familiar en larga escala (donde la experiencia muestra que se incluye el aborto) en los países pobres. De acuerdo con sus estudios, la anticoncepción es casi cinco veces más barata que las tecnologías verdes convencionales como medio de lucha contra el cambio climático. También tienen un programa llamado “detente en dos” para fomentar a las parejas de Reino Unido a no tener más que esa cantidad de hijos. Aunque nacida en un país democrático, sus recomendaciones son cercanas al totalitarismo de China donde solo se permite tener un hijo, de preferencia varón.
La anticoncepción como método para salvaguardar el medioambiente está fuertemente respaldado por ecologistas de mucho prestigio como Jonathon Porrit y James Lovelock (creador de la Teoría Gaia). Incluso, la primera en proponer esta idea fue Gro Harlem Brundtland, a quien debemos el concepto de Desarrollo Sostenible. Aunque teóricamente se busca un equilibrio entre los componentes económicos, ecológicos y sociales, cuando esto no se basa en la dignidad de la persona humana, surgen este tipo de propuestas. En 1974, el informe de Henry Kissinger, titulado “Implicaciones del Crecimiento de la Población Mundial para la Seguridad de los Estados Unidos y sus Intereses en el Exterior“, llegó a proponer un control de la natalidad que eliminara los entre 3.000 y 4.000 millones de seres humanos que estarían de más hacia el año 2000.
Como conclusión, el ecologismo puede ser positivo en la medida en que ayude a rescatar la dignidad de la persona humana. Proteger la flora y la fauna es una manera de agradar a Dios y cumplir con su mandato de cultivar y cuidar su creación (Gn 2, 15). No existe dicotomía entre defender a los toros y ser pro-vida. El error está en equiparar la dignidad de los animales con la que es exclusiva para el ser humano. Por otra parte, algunos ecologistas de corriente filosófica utilitarista, promueven medidas contrarias a la moral cristiana, incluyendo el aborto, con la finalidad de preservar la naturaleza.
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