El empresario argentino Enrique Shaw, fundador y primer presidente de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresas (ACDE), está al inicio de su camino a los altares. Sería el primer hombre de negocios que podría llegar a ser santo.
La semana pasada quedó cerrada la etapa diocesana de su proceso en Buenos Aires, que si bien no fue su ciudad natal (nació en París, el 26 de febrero de 1921), a los dos años de edad su familia volvió a Argentina y fincó su residencia en la capital federal.
Ejemplo de amor a Dios
Monseñor Mario Aurelio Poli, arzobispo de Buenos Aires, presidió la ceremonia de cierre de la causa diocesana de Enrique Shaw en la Universidad Católica de Argentina.
Ahí, el sucesor del cardenal Bergoglio definió al empresario como “un hijo de la Iglesia y testigo de la fe” con una “amplia cultura humanística” que vivió de manera intensa sus 41 años de vida, siendo “ejemplo de amor a Dios y al prójimo” como laico, empresario responsable y padre de una familia numerosa. Enrique Shaw y Cecilia Bunge, su esposa, tuvieron nueve hijos.
El purpurado argentino definió a su coterráneo como “un laico comprometido en numerosos servicios de la Iglesia en su época” y fue quien encaró “la Doctrina Social de la Iglesia como inspiración en su quehacer empresarial”.
En su diario personal, Shaw escribió: “El día que cumplí 20 años, le pedí a Dios que produjera en mí los frutos que Él deseara; que me hiciera consciente de mis pecados y me convirtiera. Mis ideas religiosas se concretaron en dos puntos: comprender que soy pecador y que debo ir hacia Dios”.
Con la presencia de varios miembros de la familia de Enrique Shaw, se presentaron los cerca de trece mil folios que contienen la investigación y los testimonios realizados en Buenos Aires y en otros lugares de Argentina. Acto seguido esta enorme documentación fue colocada en cajas selladas y remitidas a la Congregación para las Causas de los Santos, a través de Fernán de Elizalde, vice postulador de la causa.
Sangre obrera
La causa diocesana se inició, formalmente, el 25 de agosto de 2005 por el entonces arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Mario Bergoglio, según lo dijo Juan Navarro Flores, procurador de la causa diocesana.
Navarro Floria expresó: "Cerramos hoy una etapa, y se abre otra, en Roma, donde la Congregación para las Causas de los Santos tendrá que estudiar este riquísimo material y confirmar que el Siervo de Dios Enrique Shaw vivió de modo heroico las virtudes cristianas. Pero también a todos nosotros nos quedan dos tareas pendientes. Una, es continuar y hacer fructificar las obras iniciadas y promovidas por Enrique y que hoy conservan tanta vigencia y vitalidad. La otra, más personal, es pedir por medio de la oración a Dios Nuestro Señor, que por la intercesión del Siervo de Dios nos conceda signos visibles de su santidad. Orar, y comunicar las gracias recibidas, que sin duda serán abundantes".
Hoy más que nunca el pensamiento de Shaw es necesario para los dirigentes de empresa, comidos por la competencia y asolados por la necesidad de rendir cuentas positivas –incluso mintiendo en los libros contables—a los tenedores de acciones y a los especuladores. “Hay que humanizar la fábrica. Para juzgar a un obrero hay que amarlo”, decía Shaw, en un pensamiento propio de quien ha bebido en las fuentes de la doctrina social de la Iglesia.
Unas semanas antes de morir, enfermo terminal de cáncer y con varias transfusiones de sangre, muchas realizadas por los obreros de su empresa, dijo lo siguiente: “Soy un tipo feliz, porque ahora la sangre que corre por mis venas es sangre obrera; así estoy más identificado con ustedes, a quienes siempre consideré no simples ejecutores, sino también ejecutivos”.
Enrique Shaw entregó su alma al Señor el 27 de agosto de 1962. Tenía, solamente, 41 años.
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